Domingo, 06 de abril 2025
El presidente de EE.UU. puso en la mesa de negociación con Zelensky esos materiales vitales para la economía moderna; pero los recursos de Groenlandia también están en la mira
ARÍS.- Chantaje a Ucrania para continuar ayudándola militarmente, invasión de Groenlandia si fuera necesario… las perversas gesticulaciones de Donald Trump desde que llegó nuevamente a la Casa Blanca tienen un principal trasfondo: el presidente de Estados Unidos está obsesionado con las “tierras raras”, una categoría de materiales vitales para los ejércitos y las economías modernas.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, se estrella desde hace semanas con la imposibilidad de llegar a un acuerdo con la administración norteamericana destinado a reembolsar a Estados Unidos la ayuda obtenida desde que comenzó la guerra. Porque la Casa Blanca cambia todos los días sus exigencias. En la última versión, Trump exige controlar todas las explotaciones futuras de recursos mineros e hidrocarburos ucranianos, así como la infraestructura afín.
Estados Unidos propone la creación de un fondo de inversión donde Ucrania debería depositar el 50% de los ingresos que obtenga de la explotación de sus minerales. El problema es que Estados Unidos tendría el control total del mismo, pues sería supervisado por cinco personas, tres de las cuales serán estadounidenses, teniendo así de facto la mayoría y el derecho a veto.
En la propuesta hay otras varias cláusulas leoninas. Pero lo importante es que Ucrania no verá un céntimo de sus propias riquezas y que, sobre todo –además de la guerra que la asola desde hace tres años–, se convirtió en una nueva víctima de la competencia mundial por los “materiales críticos”.

El control de las tierras raras es un factor clave en la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China, país que domina la producción y exportación de estos minerales. Esto llevó a Estados Unidos a buscar alternativas para diversificar sus fuentes de suministro. Tanto Groenlandia como Ucrania representan para Washington la ocasión de asegurar el acceso a esos recursos estratégicos.
“Tierras raras” y “materiales críticos” son términos cada vez más familiares que, sin embargo, siguen siendo confusos. No existe una definición única para los materiales críticos –es decir sustancias procesadas–, y los minerales críticos, que se utilizan en su estado natural. Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Gran Bretaña, por ejemplo, tienen listas ligeramente diferentes de los materiales que consideran “críticos”.
Algunos se producen en grandes volúmenes para la industria: el aluminio y el acero se usan en paneles solares y turbinas eólicas, y el cobre se utiliza para todo, desde cables hasta automóviles. El cobalto, el litio y el níquel constituyen los cátodos de las baterías de los vehículos eléctricos, y el grafito es el principal elemento del ánodo.
Algunos de estos materiales se descubrieron hace poco. Otros se usaron durante siglos. El antimonio, conocido en la antigua Grecia por sus propiedades médicas y su uso cosmético, se utiliza ahora para hacer ropa, juguetes, cables y aviones ignífugos. El vanadio, que recibe su nombre de una diosa escandinava, es un aditivo del acero común en armaduras y reactores nucleares y cobró importancia a principios del siglo XX.
La familia de minerales críticos aumentó durante la Guerra Fría: el cobalto, el titanio, el tungsteno y otros surgieron como material para armas debido a su dureza y alto punto de fusión.
Las tierras raras son un grupo de 17 minerales que comparten propiedades químicas similares y que son esenciales para la fabricación de tecnologías avanzadas, como electrónica, energías renovables, armamento moderno y baterías eléctricas. Todos, excepto el prometio, están clasificados como críticos. El neodimio sirve para fabricar imanes que se utilizan en motores eléctricos y turbinas eólicas. El itrio y el europio se usan en pantallas de televisión y de ordenador, porque pueden mostrar colores diferentes y llamativos en función de la fuente de luz.
Las tierras raras se necesitan en cantidades minúsculas. Encontrarlas implica una exploración detallada. Se cree que Ucrania, por ejemplo, tiene importantes depósitos de tierras raras, pero los conflictos y la falta de inversión han dificultado la exploración.
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) señala que 15 países y Groenlandia tienen reservas reales. De ahí la insistencia de Donald Trump en apoderarse de ese territorio autónomo perteneciente a Dinamarca.
A menudo difíciles de extraer, su refinado está aún más concentrado, normalmente en manos de China. Chile representa el 23% de la producción mundial de cobre, pero el 44% del cobre refinado del mundo procede de China. Una excepción notable es el níquel, la mitad del cual se extrae –y a menudo se refina– en Indonesia. China es aún más dominante en la producción de tierras raras.
Y como en las próximas décadas el auge de las energías renovables y los autos eléctricos requerirá enormes cantidades de materiales críticos, es muy probable que los precios lleguen a la estratósfera. Particularmente en el caso de las tierras raras, donde las interrupciones de suministro o las restricciones a la exportación, en especial en China, pueden provocar subidas de precios y escasez.
Esa es la razón por la cual las grandes potencias se han lanzado a la búsqueda desenfrenada de un acceso a esos materiales estratégicos y –como en el caso de Estados Unidos en Ucrania– no dudan en expoliar brutalmente a los países proveedores.
“No hay ningún reparto de ganancias”, afirma Guillaume Pitron, autor del libro La guerra de los metales raros.
En la República Democrática del Congo, “el 80%de la producción de cobalto es exportada hacia China sin que los congoleños vean un centavo; en el caso de Ucrania, el país ya está de rodillas, y Trump quiere abusar de su situación proponiendo condiciones leoninas de acceso a las tierras raras”, precisa.
Propuesta rusa
Consciente de la obsesión de su par norteamericano por esos materiales, el presidente ruso, Vladimir Putin, propuso en febrero a Trump explotar conjuntamente yacimientos de minerales y tierras raras tanto en Rusia como en territorios ucranianos ocupados por Rusia.
“Estamos dispuestos a trabajar allí con nuestros socios, incluidos los estadounidenses”, declaró Putin en una entrevista concedida a la televisión estatal rusa.
El autócrata que lidera el Kremlin añadió que Rusia tenía “algunos de los mayores yacimientos del mundo” en el norte del país, así como en el Cáucaso, Siberia, Extremo Oriente y en los “nuevos territorios”, como él llama a las zonas ocupadas de Ucrania.
Las declaraciones de Moscú son motivo de extrema preocupación para Ucrania.
“Los territorios ocupados albergan importantes materias primas por valor de unos 350.000 millones de dólares. Para nosotros, está claro que Rusia podría utilizarlas en la industria aeronáutica, de defensa y médica. Y, en última instancia, para seguir haciéndonos la guerra”, señaló la ministra de Economía ucraniana, Yulia Svyrydenko.
Para muchos especialistas, entre todas las trampas que Putin, el exagente de la KGB, está tendiendo a Trump, esa propuesta representa un auténtico anzuelo.
“Según el plan de Putin, es una forma de promover la legalización y el reconocimiento de la ocupación rusa”, asegura Dmytro Levus, director del Centro de Investigación Social Ukrainian Meridian.
A su juicio, si las empresas estadounidenses entraran realmente en los territorios ocupados, no solo defenderían esa situación ilegal, sino también a sus socios rusos, convirtiéndose así en cómplices de Moscú