Sábado, 06 de Abril 2024
El docente de la UNR Gustavo Brufman presenta un libro donde revisita la obra del pedagogo brasileño.
En tiempos donde se acusa a la escuela de «adoctrinamiento» y «lavado de cerebro», volver a Paulo Freire se torna un desafío, pero también un imperativo. Desde una lectura que permita pensar la educación y sus prácticas de hoy. «Paulo Freire hoy puede, por ejemplo, aportar para pensar el fuerte carácter adultocéntrico de nuestra educación y reconocer los saberes populares que anidan en las comunidades», dice Gustavo Brufman, docente de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y autor de Freire recargado (Homo Sapiens Ediciones). El libro se presenta el próximo jueves 11 de abril a las 18.30 en Sarmiento 829. Acompañarán al autor Iván Torres Leal (integrante del Ceide) y Natalia Fattore (directora de ciencias de la educación).
Brufman —director del Centro de Estudio, Investigación y Documentación Educativa (Ceide) «Simón Rodríguez»— cuenta que el origen del libro está vinculado a la reforma de plan de estudios de la carrera de ciencias de la educación de la UNR. “En el ámbito de la materia núcleo antropológico educativo se aprobó un seminario de educación popular curricular con evaluación, pero su instrumentación nos agarró en la virtualidad de la pandemia. Ese fue todo un desafío, sobre todo pensar si era posible la educación popular con esta esta impronta”, recuerda Brufman. A la par, en septiembre de 2021 se cumplieron 100 años del nacimiento del autor de Pedagogía del oprimido, una fecha que abrió múltiples debates sobre la vigencia de las ideas del pedagogo brasileño.
Esos dos elementos —el cambio curricular y el centenario de Freire— para Brufman fueron clave a la hora de pensar el libro. “Pero hubo un tercer elemento —dice— que tiene que ver con el proceso histórico de la propia carrera de ciencias de la educación, donde a partir de los años 90, con la segunda gran oleada neoliberal del menemismo, esa presencia que tuvo Paulo Freire durante los años 80 comenzó a ser desplazada hacia la periferia de la formación del cientista de la educación”.
Eso hizo que se enseñe de forma muy superficial, pero sin profundizar ni introducir al estudiantado en el núcleo duro del desarrollo de sus ideas y de los distintos freires que se fueron configurando a lo largo de la historia del propio pedagogo”, apunta.
Volver a Paulo Freire
—¿Por qué volver a Freire en este momento donde prima una visión tecnocrática de la educación?
—Nuestra asignatura, el núcleo antropológico educativo, buscó particularmente recuperar lo que llamamos las pedagogías emancipadoras para comprender cómo el modelo neoliberal en la educación no solo puso blanco sobre negro cómo se fue configurando el interés de las clases dominantes sobre las clases subalternas, sino que además comenzamos a estudiar en profundidad alrededor de las múltiples colonialidades que empezaron a manifestarse alrededor de la educación.
—¿Cómo cuáles?
—Comenzó a quedar claro que el capitalista es un sistema de dominación múltiple, que ha ido generando a lo largo de su historia múltiples subalternidades o formas de dominación. Ya no solo de clase, sino de género o incluso etario. Por eso la necesidad de una pedagogía antiadultista, o recuperar la noción indo o afroamericana, para poder pensar cómo alrededor de la cuestión étnica se han establecido formas de dominación que el propio sistema educativo fue reproduciendo a lo largo de la historia.
—¿Qué Freire puede provocar o convocar hoy a la docencia santafesina?
—Yo no solo soy docente en la universidad, sino que también me reconozco como educador popular. Y en los últimos años he recorrido la provincia con organizaciones comunitarias que fueron recogiendo a todos aquellos que fueron quedando por fuera del sistema, a quienes la propia escuela no logró contener y donde la marginalidad no solo tuvo un carácter económico, sino que no logró interpretarlos en sus propias historias de vida y comunidades. Eso obligó a repensar el lazo entre escuela y comunidad, y para eso había que repensar los distintos freires a lo largo del proceso histórico, porque si algo tuvo Paulo Freire fue la capacidad de ponerse como objeto de su propia reflexión. No fue lo mismo Freire hasta su primer exilio, que estuvo trabajando al servicio de la Alianza para el Progreso en los años 60, que el que se fue constituyendo alrededor del Consejo Mundial de Iglesias en Chile, o el que en los 80 retorna a Brasil y se convierte en ministro de Educación. No es mismo de su experiencia en Guinea-Bissau con las luchas de los pueblos en su liberación que el que retorna al Brasil de la democracia para tratar de profundizar y radicalizar la democracia. En ese proceso histórico él también fue encontrando que hablaba de la pedagogía del oprimido pero no de las oprimidas, entonces comenzó a incorporar las cuestiones de género. Su último libro, Pedagogía de la esperanza, habla en otra clave muy distinta que sus primeras obras, que no las deshecha, pero sí las repiensa. Por eso creo que hoy Freire puede aportar para pensar el fuerte carácter adultocéntrico de nuestra educación, el no poder pensar a las niñeces como actores y actoras políticas de un proceso educativo en el que se termina de desarmar la idea bancaria de «trabajar para y por» niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y que los pongan en el centro del proceso político de autoformación. Donde la docencia deja de estar en el centro de la dominación del saber y empieza a reconocer los saberes populares que anidan en las comunidades de las que provienen nuestros niños y niñas. Eso contribuye a refundar el vínculo escuela-comunidad. Si a eso le sumás todas las cuestiones que el movimiento de mujeres viene poniendo en primer plano, reconociendo el gran ejercicio de poder patriarcal que atraviesa toda la educación, es otro modo de recuperar un Freire que nos ayude a desarmar esa lógica de dominación y contribuya a democratizar los procesos de enseñanza aprendizaje.
Adoctrinamiento
—Te van a querer acusar de querer adoctrinar…
—(Risas)… Uno tendría que preguntar: y cuando el presidente de la Nación hizo el acto inaugural en esa escuela a la que concurrió y en su discurso empezó a hablar de zurdos, ¿qué estaba haciendo? Lo que digo es que es tan relativa la acusación de adoctrinamiento. Pero para profundizar un poco más y no quedar solo en alternativizar con lo que hace Milei, creo que el tema central es que el educador o educadora lo primero que debe reconocer es a las niñas y niños como autores de palabra, pensamiento propio y portadores de saberes. Y en la medida que el acto educativo puede ser pensado como un diálogo de saberes, el conocimiento que puedan ellos construir va a ser un conocimiento valorado, enraizado, capaz de producir y de transformar su entorno y su realidad. Y por lo tanto ser competentes. Otra cosa es si por una definición o por otra el acto de docencia se transforma en una mera transferencia de conocimientos. Entonces el problema en sí no es el adoctrinamiento o no, sino la concepción de base que hay a nivel de la educación, en el encuentro que necesariamente representa el hecho pedagógico.
«Freire recargado», el nuevo libro de Gustavo Brufman.
La práctica educativa
—Esto responde justamente a un ideario neoliberal conservador, que en el actual momento ya no solo es neoliberal conservador, sino que esta idea de anarcocapitalista, que va contra el Estado, lo que busca además es destruir todo lazo social y toda responsabilidad de la política pública sobre la posibilidad de ascenso del conjunto social. Solo pretende que por la teoría de derrame o de capital humano se democratice la sociedad. Y todos sabemos que esto no ha acontecido jamás en ningún lugar del planeta.
—En el libro hay un capítulo que habla de historias de vida de los barrios. ¿Me contás alguna?
—Durante la pandemia invitamos al aula virtual a Milton Halsouet, uno de los jóvenes que conocí cuando trabajé durante los años 90 con Pocho Lepratti en barrio Ludueña. Hoy es comunicador popular, miembro de Aire Libre radio comunitaria y en este momento además está terminando su tecnicatura sobre minoridad y familia. La idea era recuperar su historia de vida, para compartirla y comprender lo que es desde la barriada el proceso político que estábamos tomando como referencia en relación a Paulo Freire. Otra historia es la de Bichito Gauna, de las comunidades de la escuela del padre Edgardo Montaldo. Hoy es responsable del Centro Comunitario La Hormigonera, miembro de la Asociación Civil Hormigas de Barrio y su experiencia comunitaria como educador popular reúne a más de 400 personas, trabaja con más de 70 niños y niñas en los distintos espacios de formación a nivel comunitario.