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Trump rompió el orden económico global y el mundo decide si alinearse o revelarse

Abr 12, 2025

Sábado, 12 de abril de 2025

La decisión de pausar por 90 días la mayor parte de la suba de aranceles a los socios comerciales de EE.UU. genera oportunidades, dudas y miedos.
Trump rompió el orden económico global y el mundo decide si alinearse o revelarseTrump dio un giro inesperado el miércoles por la tarde

El mundo sigue adentrándose en un territorio desconocido del que difícilmente pueda salir. Decíamos hace un mes en este espacio que la Casa Blanca se convirtió en la mayor fuente de inestabilidad global y eso ya se ve reflejado en todas las mediciones de riesgo. El índice de incertidumbre económica elaborado por Baker, Bloom y Davis llegó esta semana a niveles que duplican a los de comienzo de la pandemia, cuando la economía mundial se paralizó ante el COVID-19 y nadie sabía por cuánto tiempo ni cómo iba a ser la vida después de eso. Algo parecido está pasando ahora.

Y como la incertidumbre es prima hermana de la desconfianza, era cuestión de tiempo que hasta la inversión más segura del mundo empezara a estar en duda. El rendimiento de los bonos del tesoro volvió a dispararse este viernes, lo que significa que hay tenedores vendiendo y compradores que sólo aparecen si les garantizan un mayor retorno. Fue la peor semana desde 2019 para la joya de la corona estadounidense.

Parte de esas ventas pueden ser decisiones de países como Japón y China, que están entre los principales tenedores extranjeros, y que buscan presionar a Trump para que ceda. Pero en el mercado ven algo mucho más preocupante: empieza a haber inversores privados que quieren desprenderse porque están perdiendo la fe.

Estos movimientos son los que encendieron las alarmas de Scott Bessent, el secretario del Tesoro. La versión oficial sobre el giro que dio Trump el miércoles por la tarde, cuando anunció que por 90 días mantendría en 10% la suba de aranceles para todos los países menos China, es que fue una jugada maestra del presidente para aislar a su gran adversario comercial y geopolítico, al que le subió la alícuota al 145%. Pero otras voces aseguran que fue una maniobra de último momento, para frenar la sangría que se estaba produciendo en el mercado de bonos.

Para despejar los rumores, la cuenta oficial de la Casa Blanca en X replicó un viejo post de Trump de 2014: “Las negociaciones son mi arte. Hay quienes pintan con belleza o escriben poesía. A mi me gusta negociar, preferiblemente a lo grande. Así es como me divierto”. Planificada o improvisada, la jugada no salió nada mal: las bolsas rebotaron entre 8% y 12%, recuperando buena parte de lo perdido en los días anteriores. Y Trump logró varios objetivos simultáneos. Por un lado, mantuvo la máxima presión sobre China, que con ese nivel de aranceles queda fuera del mercado estadounidense. Por otro, tendió la mano a sus socios en Europa y Asia, a quienes les rebajó las tarifas, pero por tres meses, para forzarlos a hacer concesiones significativas en las mesas de diálogo que ya están abiertas.

Lo más importante es que al menos muestra un plan realizable. Pedir a las empresas estadounidenses que producen en China que cierren sus fábricas allí y trasladen toda su producción al país era algo económicamente inviable. Pero incentivarlas a mudar una parte a Estados Unidos y otra a Vietnam, Indonesia o Camboya, en los que ya están produciendo, no parece tan descabellado. Es una hoja de ruta que le permitiría golpear a China sin destruir a las compañías más importantes del país y sin provocar sobrecostos extraordinarios a los consumidores.

La Unión Europea reaccionó en línea con lo que esperaba Trump y decidió pausar por 90 días la suba de aranceles que había anunciado días antes en represalia por el 25% dispuesto el mes pasado sobre las industrias del acero, el aluminio y la automotriz. Es que el mayor error que parecía tener el enfoque inicial del presidente era dejar en un callejón sin salida a las empresas estadounidenses y a sus principales aliados. Era casi como entregárselos en bandeja a China, que sigue presentándose como la potencia dispuesta a hacer cumplir las reglas del comercio global que Trump está tratando de romper.

Pero no alcanza. Si las bolsas cayeron al día siguiente y continúa subiendo el rendimiento de los bonos es porque la Casa Blanca tiene que hacer mucho más que esto para convencer a los mercados. Para crear un nuevo orden económico mundial lo primero es romper el viejo, pero lo segundo es sentar bases sólidas. Eso requiere generar confianza. Y por ahora Trump no lo está logrando.

Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, cerró este viernes una gira oficial por China y Vietnam. Tras reunirse con Xi Jinping, habló de la importancia de reforzar la asociación estratégica y lograr un acercamiento entre ambas sociedades. No es la voz más fuerte de Europa, está claro. Pero es una de las que empiezan a plantear que ante la hostilidad que muestra Washington en materia económica y de defensa, el camino es empezar a acercarse a China. Hoy parece algo muy alejado. Pero Trump no parece consciente de lo peligrosa que es una estrategia basada exclusivamente en mostrar músculo e imponerse por la fuerza. Estados Unidos seguirá siendo la potencia hegemónica sólo si mantiene una influencia decisiva sobre todo Occidente: desde Europa hasta América Latina. Muchas de las acciones que está realizando van en sentido contrario.

Otras no. Tal vez la más significativa sea la visita de Bessent a la Argentina el lunes. El secretario del Tesoro es el principal impulsor de un enfoque cooperativo con los aliados tradicionales y fue una voz determinante para convencer a Trump de firmar una tregua por 90 días. Es quien está liderando las negociaciones con los más de 70 países que levantaron el teléfono para tratar de llegar a un acuerdo.

La primera reunión la tuvo el jueves con Ho Duc Phoc, viceprimer ministro de Vietnam. Que cuatro días después desembarque en Argentina es una señal importantísima. Muestra que está dispuesto a cooperar ante un aliado incondicional en problemas. Es la combinación de esas señales con los golpes que tanto le gusta dar a Trump lo que puede mostrarle al mundo hacia dónde se dirige su administración. Eso daría algo de previsibilidad en medio de tanta confusión.

Pero es una incógnita si el presidente está convencido del enfoque Bessent. En su equipo hay otros como Peter Navarro, asesor comercial clave, que está convencido de que Estados Unidos no necesita de ningún aliado porque puede ser autosuficiente.

Del otro lado está China, que nunca debe ser subestimada y que también jugó sus cartas con Argentina. Días después de defender el swap de monedas de las críticas que había hecho Mauricio Claver Carone, asesor de Trump para América Latina, confirmó la renovación por un año del crédito por USD 5.000 millones. Los chinos tienen más tiempo y más capacidad de asimilar golpes que los occidentales. Diferencias culturales y políticas: en las democracias se puede protestar y cambiar al gobierno, en las dictaduras no.

No es casualidad que ambas noticias se hayan conocido con una diferencia de pocas horas. Son una muestra del juego de las potencias y de las oportunidades que generan estos contexto turbulentos para países como Argentina. La visita exprés de Milei a Paraguay para reunirse con el presidente Santiago Peña fue tardía pero oportuna. Son dos de los más interesados en una flexibilización del Mercosur, crucial para que las economías del bloque puedan adaptarse a este contexto internacional en cambio permanente. No sólo para sellar un acuerdo de algún tipo con Estados Unidos. También para acelerar el tratado con la Unión Europea, que hoy tiene incentivos mucho más fuertes que el año pasado para avanzar en su implementación.

Parte de lo que conversó el canciller Werthein el viernes en el Palacio San Martín con sus pares de Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia. La palabra flexibilización no apareció en el comunicado final, pero al menos ya se habla de ampliar la lista de excepciones al arancel externo común. Un paso en la dirección correcta.

 

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