Miércoles, 19 de Febrero 2025
Científicos de la Universidad de Coimbra en Portugal indicaron que estos análisis se desprenden de restos óseos encontrados en varios yacimientos de Europa.
La Universidad de Coimbra, en Portugal, descubrió que los primeros “piercings” en la parte inferior del labio de la historia podrían datar de hace más de 25 mil años atrás, en el Paleolítico Superior. Estos resultados fueron publicados recientemente en el Journal Paleolithic Archaeology y explica que era más que un simple adorno para los seres humanos.
Estos análisis se desprenden de una investigación en los restos óseos encontrados en varios yacimientos de Europa Central, que apuntan a un tipo de desgaste bucodental semejante al que producen este tipo de adornos.
«Los dientes maxilares -los de la parte alta de la dentadura- se mostraron más afectados que los mandibulares, quedando los primeros molares visiblemente más desgastados», explicó el responsable del estudio, John Charles Willman, del Centro de Investigación en Antropología y Salud (CIAS) de la Universidad de Coimbra.
Willman comparó estos hallazgos arqueológicos con ejemplos históricos y contemporáneos de distintas regiones y culturas para determinar si el deterioro que presentaban respondía al uso de perforaciones corporales permanentes.
Los primeros piercings fueron más que una moda
Según explicó John Charles Willman, esta práctica podría estar relacionada con los ritos de paso y la expresión de una identidad grupal de las comunidades de cazadores recolectores de la región.
Los primeros piercings se utilizaban para identificarse entre personas.
«Probablemente se tratase de una forma simbólica que los miembros de estos grupos utilizaban para identificarse los unos a los otros. Lo primero que reconocemos en los demás suele ser el rostro, por lo que adornos como estos saltarían a la vista incluso desde la distancia», apuntó.
Con este hallazgo el investigador confía en mejorar el conocimiento de las prácticas de ornamentación del cuerpo humano, cuyo estudio arqueológico es complejo, ya que las modificaciones más habituales, como los pendientes, se producen sobre tejidos blandos que se conservan peor que los restos óseos.