Rosario, Vecinos de Villa Banana derribaron un búnker donde se produjo un asesinato

Martes, 07 febrero 2023
Tamara Ailén Benítez tenía 26 años y murió tras recibir un disparo en la cabeza en Valparaíso al 2700. La Fiscalía investiga si había ido a comprar estupefacientes o si era una de las vendedoras

El búnker donde fue asesinada Tamara Ailén Benítez, de 26 años, fue derribado por los vecinos luego del crimen.
Otra vez un homicidio en Rosario tuvo como escenario un búnker de drogas. En esta ocasión, la víctima fue Tamara Ailén Benítez, de 26 años, a quien mataron de balazos dos hombres que llegaron en moto a un pasillo de Villa Banana. En el barrio algunos dijeron que la chica consumía y estaba ahí de casualidad, otros aseguraron que ella se ocupaba de la venta. Lo concreto es que se trataba de un punto de expendio conocido en esa zona y luego del crimen el espacio fue derribado por los vecinos.
Apenas habían pasado las 21.30 del lunes y en Valparaíso al 2700, Villa Banana, había movimientos de vecinos que suelen aprovechar el fresco de la noche para salir a la vereda. Entonces dos hombres llegaron al lugar en una moto Twister blanca, y encararon hacia un pasillo paralelo a las vías del tren. Nadie vio más que un movimiento habitual en la zona. Lo que alteró al vecindario ocurrió un instante después, con el estruendo de al menos siete disparos y el ruido de la moto que escapaba del lugar.
Quienes se asomaron al pasillo vieron un cuerpo desparramado en el suelo, ya no se movía y no quedaba nadie a su alrededor. Algunos se acercaron con cautela, notaron que se trataba de una piba, pero no la reconocieron, vieron que tenía un disparo en la cabeza. Al rato llegaron los peritos al lugar, que trabajaron para la investigación que quedó a cargo del fiscal de Homicidios Gastón Ávila. Allí levantaron siete vainas servidas calibre 9 milímetros y luego constataron que la víctima, quien había muerto en el acto, se llamaba Tamara Ailén Benítez, tenía 26 años y domicilio registrado en Margis al 5000, en la zona de la villa Flammarión.
Este martes por la mañana, en Villa Banana, los vecinos aportaron distintos puntos de vista. Algunos dijeron que la chica había llegado al búnker para comprar estupefacientes. «Ella vivía en la zona de Castellanos y las vías, acá cerca, pero dicen que no era de acá y hacía poco que se vino a vivir con unas amigas. Estaba comprando y le pegaron», contó una mujer. «Mucho más no sabemos porque nosotros a las seis o siete de la tarde ya nos metemos adentro porque tenemos nenes chicos y acá siempre pasan a los tiros», agregó.

Otros aseguraron que Tamara era una de las encargadas de la venta en ese búnker. «Ella era la que vendía ahí. La señalan como la que manejaba, pero es solo una fachada. Los verdaderos jefes no ponen el cuerpo. Lo hacen jóvenes como ella, acá hay muchos que no tienen otra oportunidad y el Estado mira para otro lado«, contó una mujer.
En la fiscalía, la principal hipótesis es la primera, aunque no se descarta ninguna. Como dijo una fuente, «la línea es muy delgada entre una cosa y la otra». Ya es habitual que en los crímenes ocurridos en inmediaciones de los puntos de venta de drogas sean los consumidores quienes resultan asesinados en ataques sorpresivos. En muchas ocasiones son quienes más expuestos quedan en la inmediatez de las balaceras que muchas veces tienen como fin delatar el búnker y lograr que dejen de vender, como ocurrió esta vez aunque fue porque los vecinos lo tiraron abajo.
Búnker conocido
En lo que sí estuvieron de acuerdo los habitantes de ese sector de Villa Banana es que en ese pasillo ubicado entre Valparaíso y Río de Janeiro, a la altura del 2700, funcionaba un búnker. Este lunes, además de las ruinas de un lugar que era muy precario, quedaron a su alrededor los restos de los movimientos cotidianos de ese punto de venta. No solo había varios retazos pequeños de bolsas de consorcio, envoltorio habitual de las dosis de cocaína que se venden al menudeo, sino también muchos blísteres de Rivotril. Se trata de una de las marcas comerciales del psicofármaco clonazepam, que suele consumirse con bebidas alcohólicas.

Villa Banana es uno de los tantos barrios atravesados por las lógicas que imponen quienes se encargan del narcomenudeo en el territorio. Están los vecinos que dejan de salir cuando empieza a caer la tarde, están quienes asumen vivir en ese contexto pero no resignan el derecho a salir a tomar fresco a la vereda. Pero, según describen, la cautela y la sensación de que algo puede pasar es constante, sobre todo cuando llega la noche.
Mientras más miedo exista entre los vecinos, menos se ocupa el espacio público y la posibilidad de realizar una denuncia o hablar con los medios de comunicación queda prácticamente nula. Con ese temor, y con el anonimato como acuerdo, es que una vecina que hace trabajo social en el barrio se animó a describir su entorno. «Acá en el barrio preguntabas dónde conseguir pastillas y te mandaban ahí», contó con relación al búnker donde fue asesinada Tamara.
La mujer explicó que es un punto de venta que funciona hace bastante tiempo, pero de manera intermitente por los permanentes conflictos con otros vendedores de la zona. «Siempre que se ponen a vender ahí pasa algo, un baleado, un muerto. Trabajan por tiempo limitado pero ahora se estaban relajando, hacía dos o tres semanas que vendían de 12 a 16», contó.

«Estamos empapados de esta nueva salida laboral para nuestros jóvenes. Es triste, lamentable, pero real. Ellos me dicen que en el día ganan 5 ó 6 mil pesos por estar parados en una esquina cuatro horas», describió en relación a los pibes que se dedican a custodiar o vender en los búnkeres. «¿Cómo combatís o contradecís eso?», se preguntó y explicó que ese dinero -o incluso menos- es el que le pueden ofrecer a un pibe como beca de alguno de los programas de desarrollo social municipales o provinciales.
Zona violenta
El pasillo que nace en Valparaíso al 2700 apareció en otras ocasiones en crónicas policiales a partir de hechos violentos que ocurrieron allí, o a pocas cuadras, contra personas que habitaban en él. En ese lugar, el 4 de noviembre de 2017 fue atacado a balazos Julián Zanier, un joven vinculado a distintos delitos, e integrante de una banda dedicada al narcomenudeo, que terminó asesinado en 2021. Pero en aquella ocasión de los tres balazos que recibió uno le provocó una lesión medular irreversible por la cual en sus últimos años de vida se manejó en silla de ruedas. Al amanecer del 30 de septiembre de 2021 al menos cuatro personas ingresaron -por la fuerza y al grito de policía- a una casa del barrio Nuevo Alberdi, donde Zanier se mantenía prófugo, y lo mataron de 32 balazos.
Horas después del crimen de Zanier fueron asesinados dos pibes, cuyos cadáveres fueron hallados en un camino rural de la zona de Las Palmeras y Uriburu, junto al clásico cartel con el mensaje «Con la mafia no se jode». Ese doble homicidio, cuyas víctimas fueron identificadas como Dylan Valenti, de 18 años, y Brian Molina, de 22 años, se consideró como una venganza inmediata por el crimen de Zanier.
Tiempo después fueron imputadas siete personas con distintos grados de participación en el doble crimen, y según la acusación actuaban bajo las órdenes de Jorge Andrés C., un hombre apodado «Chivo» que estaba ligado a Zanier. La principal bronca de ese grupo era contra la banda de Leonardo «Leo» Rey, quien fue detenido en marzo de 2021 luego de un operativo enmarcado en una investigación de la Justicia Federal por comercialización de drogas en Villa Banana.
Menos de un mes después del aquella saga, el 24 de octubre de 2021, fue asesinado cerca de allí un muchacho llamado Franco Romero, de 28 años. Tenía domicilio en el mismo pasillo ubicado entre Valparaíso y Río de Janeiro al 2700, pero lo acribillaron a pocas cuadras, en Gutemberg y Virasoro. Luego de su muerte surgió, al igual que este lunes con el crimen de Tamara, la duda acerca de los motivos de su asesinato. Sus familiares dijeron que solía meterse en problemas por un profundo consumo problemático de drogas, mientras que en la zona donde ocurrió el homicidio aseguraron que vendía para uno de los búnkeres de la zona.