Domingo, 02 abril 2023
Dos hombres jóvenes husmeaban en la ventada de la casa de Juana Vega. Cuando ella se asomó para ver qué sucedía le dispararon cinco veces
Eran aproximadamente las 19.30 del viernes cuando por calle Campichuelo al 2400, entre Larrea y Camino Aldao, en el corazón del barrio Ludueña, la noche caía lenta y fresca mientras la mayoría de los vecinos estaban adentro de sus viviendas. Es que a esa hora los dos equipos grandes de la ciudad jugaban por la Liga Profesional de Fútbol y mucha gente estaba sentada frente a los televisores. De repente, cinco disparos sobresaltaron al vecindario y enseguida el grito de una mujer puso en alerta a quien quisiera escucharla: “Balearon la casa de Juana, balearon la casa de Juana”. Dos pibes jóvenes se habían asomado por la ventana de la casa de Juana Vega, de 69 años, y cuando ella se acercó para ver qué querían, le dispararon sin mediar palabras y a quemarropa. Cuando los vecinos se acercaron vieron por la misma ventana atravesada por las balas el cuerpo de la mujer tendido en el interior de la casa. Patearon la puerta de ingreso hasta poder abrirla y cuando lograron entrar la mujer estaba sin vida: uno de los cinco proyectiles disparados por los sicarios le había impactado en la cabeza.
“Juana estaba sentada en un sillón, con la persiana de la ventana levantada a medias y la cortina bordó corrida. Ella estaba todo el tiempo sola y dos pendejitos se acercaron a la ventana y empezaron a mirar a trasluz de la cortina para ver qué había o quién estaba. Estuvieron así un par de minutos y se ve que Juana los vio. Entonces se acercó para ver qué querían y los pibes, cuando la tuvieron al alcance, le dispararon. Fueron cinco disparos. Todos hacia la parte alta del cuerpo. Y le dieron uno en la cabeza. Muchos vecinos se acercaron para asistirla. La puerta estaba cerrada con llave y los vecinos empezaron a pegarle patadas hasta que pudieron abrirla, pero ya no se podía hacer nada”, explicó una vecina de la zona que fue testigo fortuita del letal ataque.
“Que te voy a decir que ya no se haya repetido hasta el cansancio. Esto no va a cambiar porque esta zona está plagada de búnkers y de gente que vende drogas. Podes mandar gendarmes, policías federales, gente del ejército, pero si no terminan con los búnkers esto no va a parar”, agregó la mujer.
“A partir de la muerte de Juana nos enteramos que tiene un hijo preso y que la cosa vendría por una venganza contra él”, añadió otra vecina. ¿Cómo se llama el hijo de la mujer? fue la pregunta del cronista ávido de saber quién y por qué está tras las rejas. “No te puedo decir el nombre del susodicho porque es para problemas. Y acá problemas es lo que sobran”, dijo la mujer cerrando de plano el diálogo. Esa misma información, sin confirmar el nombre del joven apuntado, fue esgrimida por al menos otros tres vecinos de la zona que contaron la misma situación pero que a la hora de identificar al hijo de Juana no se animaron a pronunciar su nombre. Oficialmente tampoco se pudo precisar la identidad, lo que hace presumir que se trata de un hombre de peso en el hampa de Ludueña.
Tranquilidad aparente
Campichuelo al 2400 da la sensación de ser una cuadra tranquila. Esta ubicada entre Larrea y Camilo Aldao, a pocos metros de la Escuela Nº 84 “José Mármol” y de la plaza “Claudio «Pocho» Lepratti” que ayer era un centro de atención barrial con sus 1.200 feriantes que ponían a la venta sus productos, desde mercadería de granja hasta indumentaria de hombre, mujer y niños. Y el lugar se erige a escasas seis cuadras de la cancha del club Tiro Federal. Desde Larrea hacia el oeste, la calle deja de llamarse Campichuelo y adquiere el nombre de Ghandi. Es uno de límites geográficos en el que las postales del barrio comienzan a exhibir más pobreza y donde en los últimos días, como ayer, podían verse un par de tríos de gendarmes caminando la zona.
“El problema es cuando no están los gendarmes. Ellos se desplazan y cuando se van para un lado, el quilombo pasa para el otro. Es una especie de juego del gato y el ratón pero que va dejando vecinos muertos”, graficó un joven de la cuadra.
Durante 2022 Ludueña fue uno de los barrios de la zona norte más castigados por la saga de homicidios del departamento Rosario junto a Empalme Graneros, la vecindad contigua hacia el norte. Sólo en Ludueña ocurrieron 28 de los 288 crímenes que hubo el año pasado. Y el crimen de Juana Vega se transformó en el sexto asesinato en la zona en este 2023.
Para entender cómo se vive en ese sector de Rosario, vale decir que desde julio de 2020 hasta el presente, en un radio de 8 cuadras a la redonda de la casa de Juana Vega, se produjeron 30 asesinatos, la mayoría de ellos atravesados o salpicados por el narcomenudeo. Pero si ese criterio de búsqueda se achica a 500 metros alrededor de la cuadra en cuestión, los asesinatos fueron 18 en el mismo período. Y entre ellos al menos hubo dos doble crímenes: el del albañil Gerardo Gabriel Miqueo y Miguel Angel Farías, el 29 de noviembre de 2021 en Teniente Agneta y Ghandi; y el del policía Sebastián Eduardo Ibarra e Iván Nicolás Ferreto, el 12 de febrero de 2022 en Vélez Sársfield al 5500. Ibarra era hermano de otro policía que prestaba servicios en la Oficina de Gestión de Judicial II y fue asesinado el 22 de julio de 2019 en el interior de su auto en barrio Godoy en medio de una transa por la venta de drogas. También se destaca el crimen de Lidia Mabel Menseguez, una mujer de 45 años a quien el 23 de marzo de 2022 le dispararon cinco veces con una pistola calibre 9 milímetros en el interior de una casa apuntada como un quiosco de venta de drogas en Liniers al 300 bis, a unos 400 metros de la casa de Juana Vega.
La casa amarilla
La casa de Juana es fácilmente visible a partir de que está pintada de un amarillo fuerte, con su vereda prolijamente armada con mosaicos blancos y negros; y al frente se destacan la puerta de ingreso y dos ventanas con persianas plásticas blancas. En la zona no se visualizan cámaras de videovigilancia públicas y las casas que cuentan con cámaras, al menos, las tenían enfocando decididamente sus propias puertas de ingreso.
Si bien en el barrio hay iluminación pública no parece ser de las mejores. “El ataque contra Juana fue a las 19.30 o 19.45. En la calle no había nadie porque estaban dando por televisión los partidos de Central y Newell’s. Igualmente, a esa ahora ya la gente se guarda porque tiene miedo. Se vive con mucho miedo en estos barrios como Ludueña. Todo el mundo habla de los gendarmes, de las fuerzas federales, pero los vecinos todo ese delirio no lo vemos. ¿Pasan? Si. ¿Recorren? Si. Pero cuando la mataron a Juana no había nadie, llegaron después de escuchar los disparos. Y te lo digo sabiendo que no pueden poner un gendarme por vecino”, explicó un residente de la cuadra.
«Acá todos los días te enteras de que hay un punto nuevo de venta de falopa en la zona. Y si no cortan ese circuito de venta esto va a seguir. Los vecinos ya no damos más porque la sensación es que nada va a cambiar. Que la droga es un negoción del que vive mucha gente y el vecino laburante que se joda. Ya no podemos hacer absolutamente nada porque tenemos miedo de que nos roben o nos maten. Así es muy difícil”, explico otro vecino.
Los residentes que hablaron con este cronista identificaron al menos dos puntos de venta de drogas: uno en Einstein entre Camilo Aldao y Larrea, a la vuelta de la casa de Juana; y otro en inmediaciones de Teniente Agneta y Vélez Sársfield, a unas cuatro cuadras del lugar donde mataron a Vega.
Tras los disparos, Juana quedó agonizante en el piso de su casa con un balazo en la cabeza. Mientras los vecinos trataban de auxiliarla al lugar llegaron algunos gendarmes y agentes de la Policía Federal que se encontraban en French y Solís, a unas diez cuadras, realizando un control vehicular y recibieron el alerta del 911. Después también llegaron móviles de la policía provincial y en ese marco los peritos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) secuestraron cinco vainas servidas calibre 9 milímetros. La investigación quedó en manos de la fiscal de la Unidad de Homicidios Gisella Paolicelli, quien comisionó a los efectivos de AIC para que trabajaran en el territorio.