Jueves, 02 febrero 2023
Con el comienzo del campeonato, cordones, paredes, contenedores de basura y hasta palmeras cayeron bajo la brocha. Un vandalismo que se repite
Con la vuelta del fútbol argentino y el comienzo del campeonato de Primera División, se desmadró la guerra de pintadas de los hinchas de fútbol en Rosario. Desde hace unas dos semanas a esta parte, la competencia por inundar todo con los colores rojo, negro, azul y amarillo recrudeció violentamente y no perdona al mobiliario urbano.
El sábado a la noche, simpatizantes de Newell’s pintaron todo bulevar Oroño desde Seguí hacia el sur. Y el martes a la noche le tocó a 27 de Febrero: empezaron a la altura de Oroño y llegaron hasta calle Sarmiento. No perdonaron nada. La postal en ambos lugares es desoladora: todos los contenedores de basura, las columnas, los semáforos, cordones, señalética y paradas de colectivo, cayeron bajo la brocha.
Lo mismo sucedió en barrio España y Hospitales. En las inmediaciones del Hospital de Niños Víctor J. Vilela hace 15 días amaneció todo inundado también de rojo y negro. Se suman a las 50 palmeras pintadas en avenida Presidente Perón, de Francia hasta Felipe Moré, y los palos borrachos bañados con pintura que daña a esas especies centenarias en Ovidio Lagos y Perón, en la esquina del parque Independencia.
Sin embargo, no es el único equipo cuyos hinchas vandalizan el mobiliario público. Las pintadas de Rosario Central lógicamente aparecen más a menudo llegando a la zona norte: el viaducto Avellaneda está todo pintado de azul y amarillo, completo de ambas manos en toda la extensión de sus 900 metros de largo.
El antecedente canalla más reciente es la pintada que hicieron en toda la Rambla Catalunya, donde tampoco zafaron los contenedores, luminarias, cordones, señalética y semáforos.
Se trata de un tema que comenzó como una anécdota folclórica del fanatismo que existe en Rosario, pero claramente se convirtió en una problemática que desde hace años está fuera de control, y que se termina encuadrando dentro de otros fenómenos, como la violencia urbana y la inseguridad que asolan la ciudad.
En primer lugar, no parece que pintadas de esta magnitud y masividad estén aisladas de la misma sensación de anomia generalizada que hay en las calles, ante la impasividad o complicidad de las fuerzas de seguridad: no es posible que pinten un bulevar entero, durante cuadras y cuadras y en una ciudad llena de cámaras, sin ser vistos.
Segundo, la logística y el presupuesto tienen un volumen que despierta sospechas.
En esta nueva ola de pintadas, desde Perón y Felipe Moré hasta donde está Televisión Litoral, es decir del 5000 al 8100, a las 24 horas que la Municipalidad pintó las columnas como paso previo a la colocación de luces LED, vandalizaron las 30 cuadras de postes. Pellegrini desde Rouillón hasta Francia, también quedó todo pintado.
¿Quién está financiando semejante cantidad de litros de pintura para hacer estos trabajos? ¿Quién tiene la logística de organizar y movilizar la cantidad de personas que se necesitan para hacer esto? Son algunas de las preguntas que se hacen desde organizaciones que defienden el espacio público.
Por otro lado, esto también genera problemas serios de convivencia en algunos barrios de la ciudad, donde hay peleas entre vecinos por la disputa del color de una columna, un contenedor u otro mobiliario que está vandalizado. Por el momento, las autoridades solo se limitan a repintar, trabajos que cuestan una fortuna.