Sabado, 15 julio 2023
Aunque son menos comunes, los trastornos de salud mental pueden afectar a los más pequeños. Es importante reconocer y abordar estas dificultades lo antes posible para encarar el tratamiento adecuado
«Algunos bebés pueden experimentar dificultades en el manejo de la alimentación o el sueño, como problemas de lactancia, rechazo del alimento, o dificultad para conciliar o mantener el sueño», dijo la psicóloga Sonia Almada (Getty Images)
La psicopatología del bebé pequeño constituye por sí misma un objeto de estudio y asistencia específico. Las consultas se realizan cuando surgen problemas vinculados a lo emocional, o bien porque el pediatra no encuentra una causa orgánica a la dificultad del bebé, o debido a que la familia sospecha que allí donde el niño no quiere comer, llora desconsoladamente, su cuerpo no sigue los parámetros de desarrollo esperados o presenta un comportamiento extraño, podría haber otro tipo de dificultad.
Algunas de los problemas en salud mental que un bebé podría enfrentar y que pueden ser abordadas incluyen:
– Problemas de apego. Los bebés pueden tener dificultades para desarrollar un apego seguro con sus cuidadores. Pueden experimentar ansiedad por separación, rechazo del contacto físico, o tener dificultades para confiar en esas figuras.
– Regulación emocional. Los bebés pueden tener problemas para regular sus emociones, lo que puede manifestarse en episodios frecuentes de llanto o irritabilidad intensa.
Los bebés pueden tener dificultades para desarrollar un apego seguro con sus cuidadores (Getty Images)
– Trauma. Los bebés pueden experimentar eventos traumáticos, como abuso, negligencia, duelos o separación traumática de los cuidadores. Estas experiencias tienen un impacto enorme en su salud mental y emocional, y requieren de intervenciones terapéuticas especializadas para procesar y superar el trauma.
– Problemas de alimentación y sueño. Algunos bebés pueden experimentar dificultades de lactancia, rechazo del alimento, o para conciliar o mantener el sueño.
– Problemas en el desarrollo socioemocional. Algunos pequeños pueden tener dificultades en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales. Por ejemplo, para interactuar con los demás, para expresar y regular sus emociones, o para comprender las señales emocionales de los demás.
Los recién nacidos pueden tener problemas para regular sus emociones, lo que puede manifestarse en episodios frecuentes de llanto o irritabilidad intensa
Las intervenciones con bebés y niños pequeños se apoyan en el supuesto de la interdependencia del funcionamiento psíquico de la madre o cuidador primario y del bebé. Algunas veces requiere de una intervención transdisciplinaria por cuanto el síntoma ocupa un área común somática y psíquica.
La díada está compuesta por el bebé y su cuidador primario, la mayoría de las veces esta función es cumplida por la madre. Esta relación puede estar interferida por conflictos de diversa índole.
Entre ellos, están los que chocan entre el deseo y la realidad. Son muchas las expectativas ante el nacimiento y los bebés llegan a este mundo cargados de sentidos y mandatos que los esperan, sin que ellos puedan hacer mucho por cambiarlos.
La depresión anaclítica se caracteriza por una tristeza profunda, apatía, falta de respuesta emocional y un deterioro general en el funcionamiento emocional y social (Getty Images)
Uno de ellos, por ejemplo, es el bebé que el progenitor o la pareja había imaginado y el que realmente llegó a sus vidas. Otras veces, se había idealizado el vínculo y lo que el bebé venía a proveer, y lo cierto es que los pequeños necesitan mucho soporte antes de lograr dar de sí para el otro. La sostenida y antigua alusión “nacer con un pan bajo el brazo” con la que debe cargar el recién nacido es tan insostenible como, la mayoría de las veces, defraudante.
Otras veces las expectativas asignadas al bebé en la dinámica parental son las de socorrer a una pareja o mejorar el dolor de un duelo. A otros les toca nacer en plena elaboración de un duelo, lo que a menudo los deja con poco margen de atención plena de sus necesidades. En otras ocasiones, los bebés nacen con algún padecimiento o discapacidad lo que hace que las familias necesiten un gran soporte para sobrellevar el impacto y acomodarse a nuevas y complejas realidades.
En otro orden la presencia o ausencia de deseo del hijo o aspectos transgeneracionales como la relación marcada por la violencia del cuidador primario con sus figuras de apego en la infancia puede afectar los vínculos.
«La díada está compuesta por el bebé y su cuidador primario, la mayoría de las veces esta función es cumplida por la madre. Esta relación puede estar interferida por conflictos de diversa índole», dijo Almada (iStock)
La presencia de enfermedad mental en los cuidadores y aspectos sociales, como disponibilidad de recursos materiales, apoyo de red social, entre otros, pueden interferir en su desarrollo, creando dificultades que deben ser atendidas en ambos.
Un bebé para crecer necesita de soporte físico y emocional, de la misma manera que su cuidador principal necesita apoyo y sostén para cuidar a un bebé.
Didier Anzieu, en su libro “Yo piel”, con relación a la díada lactante entorno que llama maternante para no limitar el entorno a la madre biológica-, afirma que entre las necesidades subjetivantes fundamentales, que el recién nacido necesita para sobrevivir son los cuidados repetidos y ajustados de un entorno maternante, así como explorar el entorno físico en busca de estímulos necesarios para ejercer sus potencialidades.
Los padres y familias sensibles a esta necesidad de retroalimentación enviadas por el bebé se guían por él para actuar, para cambiar eventualmente de actitud y para sentirse seguros en el ejercicio de su función. Un bebé pasivo e indiferente es la causa de la incertidumbre y del desconcierto de los que se ocupan de él.
«Son muchas las expectativas ante el nacimiento y los bebés llegan a este mundo cargados de sentidos y mandatos que los esperan, sin que ellos puedan hacer mucho por cambiarlos», expresó Almada
Qué es la depresión anaclítica
Una de las patologías que pueden padecer los bebés es la llamada depresión anaclítica. Se trata de un concepto propuesto por René Spitz en la década de 1940, pero actual y permanente en la consulta.
Se refiere a un tipo de depresión que se presenta en bebés y niños pequeños como resultado de la falta de apego y contacto emocional adecuado con una figura de cuidado principal. Se caracteriza por una tristeza profunda, apatía, falta de respuesta emocional y un deterioro general en el funcionamiento emocional y social. Los síntomas pueden incluir llanto constante, rechazo del contacto físico, problemas de alimentación y sueño, y una disminución en la exploración y el interés por el entorno.
Esta tristeza profunda se considera una respuesta adaptativa a la falta de una relación de apego segura y estable. La depresión anaclítica es una condición seria y requiere intervención profesional. El objetivo principal del tratamiento es descubrir cuales son las variables del entorpecimiento para, construir o reestablecer y fortalecer el vínculo afectivo entre el niño y su figura de cuidado principal, brindando un entorno seguro y amoroso.
En la película “Hablemos de Kevin” (”We Need to Talk About Kevin”, 2011) dirigida por Lynne Ramsay, basada en la novela del mismo nombre de Lionel Shriver, aunque no se centra exclusivamente en la salud mental de los bebés, sino en la reflexión acerca de que lleva a un adolescente, Kevin, a cometer un acto de violencia, explora las complicaciones y las dinámicas emocionales en la relación entre una madre, su padre poco presente y su hijo desde el nacimiento hasta la adolescencia.
Una de las patologías que pueden padecer los bebés es la llamada depresión anaclítica
A través de una narración no lineal, la película explora la dinámica tensa y compleja entre Eva, su mamá y Kevin, revelando las luchas emocionales y la falta de conexión entre ellos desde una edad temprana.
La película examina cómo los factores ambientales y las dinámicas familiares pueden influir en el desarrollo y la salud mental de un niño, así como el impacto que esto puede tener en la vida de la madre que no desea serlo.
El psicoanálisis, como enfoque terapéutico, tiene como objetivo comprender y abordar los procesos mentales y emocionales que subyacen a los problemas de salud mental. En el caso de los bebés, se enfoca en comprender, trabajar con las dinámicas emocionales y relacionales tempranas que pueden tener un impacto en su desarrollo. Sostenido en el conocimiento acerca de que los primeros años de vida son críticos para la formación de su carácter.
Los psicoanalistas trabajamos junto con el bebé y sus cuidadores para explorar y comprender las interacciones y los procesos emocionales que ocurren en el contexto de las relaciones tempranas.
Algunos niños pueden tener dificultades para interactuar con los demás, para expresar y regular sus emociones, o para comprender las señales emocionales de los demás.
Las enfermedades mentales son discapacitantes no solo para quien lo padece sino para su entorno y representan un problema de salud pública muy importante en Argentina y en todo el mundo.
En los últimos años se han realizado esfuerzos para desarrollar técnicas de detección temprana para personas con alto riesgo clínico de desarrollo de enfermedad mental, e intervenciones precoces para prevenir o retrasar la progresión a la enfermedad completa.
Un mayor interés en la salud mental de los bebés, programas de atención primaria para las familias durante la gestación y la crianza de los primeros años de vida, soporte y apoyo para las familias con bebés que padecen enfermedades que requieren de atención plena o discapacidades, fortalecerán la vida de los niños y niñas y sus familias.
El sostén a través del tiempo de la inversión y la investigación en prevención y asistencia en salud mental además de ser una decisión ética contribuye a la inversión y a la ganancia de productividad. El apoyo y la intervención temprana pueden ayudar a mitigar los efectos de la enfermedad, recuperar la salud mental perdida y promover un desarrollo saludable en el niño.
* Sonia Almada es licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.