Miercoles, 27 diciembre 2023
Algunas especies prolongaron su actividad durante el año. Fumigar es una opción que debe ser acompañada por otras acciones. Examinarán si hay aedes aegypti resistentes a insecticidas
La llegada de mayores lluvias -producto del desarrollo de El Niño- trae a Rosario mayores niveles de humedad y de sensación térmica, dos variables fundamentales para el desarrollo de mosquitos. Este año, los reclamos de vecinos para aumentar la frecuencia de fumigación hicieron que varios espacios públicos se vieran envueltos en nubes blancas destinadas a disminuir la población de estos insectos, que sigue desarrollándose sin mayores problemas en la región.
Especialistas indicaron que no sirve fumigar todo el tiempo y, simplemente, hay que convivir con un insecto que existe desde hace cientos de años en una zona como el litoral. Los ejemplares tienen mayores probabilidades de desarrollarse en ambientes con dos factores característicos de la zona, como el calor y la humedad, que se potencian tras tres años de sequía (período en el que, aun con condiciones desfavorables, también hubo en cantidad).
Con este marco, se intensifica la aparición de mosquitos. Pero para controlar las poblaciones, se deben tener en cuenta varios factores y no recurrir siempre a la fumigación porque mata también a otros insectos que son depredadores del mosquito y porque, desde hace un tiempo, comenzaron a aparecer mutaciones genéticas de aedes aegypti (vector de dengue) resistente a ciertos insecticidas. La clave es limpiar cualquier reservorio que pueda servir para el desarrollo de las larvas de mosquitos.
Derivaciones del calentamiento global
Los mosquitos son más abundantes desde mediados de primavera hasta mediados de otoño, aunque están presentes todo el año. Las poblaciones aumentan en verano y se dan “explosiones demográficas” cuando se combinan “períodos muy lluviosos con altas temperaturas” tal como sucede ahora, según explicó a La Capital el investigador y secretario General de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Guillermo Montero.
La gran mayoría de especies de mosquitos no son vectores de enfermedades que afecten a personas aunque sí son molestos para las personas. El hábito hematófago de las hembras (se alimentan de sangre no para comer sino para usarla en el desarrollo de sus huevos) hace que las picaduras sean fundamentales para asegurar la descendencia.
El mosuquito de mayor relevancia en la región es el aedes aegypti, vector del dengue. Según el último Boletín Epidemiológico Nacional, publicado este sábado, se contabilizaron más 134 mil contagios en el país durante 2023 (la mayor cantidad desde años epidémicos en 2016, 2018 y 2020) y 68 muertes, todas en las zonas norte y centro. De esa cantidad, más de 125.000 casos fueron autóctonos.
La sangre es clave para el desarrollo de los huevos de mosquitos.
Santa Fe fue la segunda provincia con mayor cantidad de contagios de dengue durante el año, con 21.786 casos, superada por Tucumán, que registró 24.082 contagios.
Montero consideró que a pesar de que se perciben más mosquitos actualmente, siempre estuvieron porque son parte de ecosistemas como este. Aunque puso el foco sobre el cambio climático para explicar un posible incremento de las apariciones de los ejemplares: “Los períodos de grandes sequías e intensas lluvias son cada vez más frecuentes y se verifica una tropicalización de áreas templadas (calentamiento global)”.
En períodos cálidos y húmedos donde también se produce el fenómeno de El Niño, como ocurre actualmente, “se espera un incremento de las poblaciones de mosquitos y, como consecuencia, una mayor incidencia de las enfermedades asociadas a los mismos. Venimos de tres años consecutivos de intensa sequía y bajante del río, por eso percibimos que hay más mosquitos que antes”, agregó el investigador.
Aedes más resistentes
Para el director del Control de Vectores de la Municipalidad, Carlos Tasinato, las condiciones óptimas que encuentra el mosquito para desarrollarse, con mayores temperaturas y humedad, están potenciadas por El Niño. Esto hizo que el “momento de aparición del mosquito se prolongara”.
Aunque aseguró que “nunca dejó de haber” mosquitos y que en invierno también persisten pero en menores poblaciones, Tasinato coincidió con Montero en que el cambio climático modificó la actividad y la supervivencia de los ejemplares por la tropicalización de los ecosistemas: “Hay más presencia de mosquitos durante más tiempo a lo largo del año. Se vio mucho con el aedes aegypti, que hubo más semanas epidemiológicas con casos. Antes había un pico poblacional de aedes y de casos de dengue en torno a marzo, pero ahora si bien ese pico se puede correr, también hay caídas lentas de casos y se pueden tener contagios locales en junio”.
Ejemplar de mosquito aedes aegypti.
El funcionario dividió en dos a los grupos de mosquitos existentes en Rosario y la región: los “molestos” y los “problemáticos”. Es una buena manera de sintetizar las múltiples especies que hay de estos insectos, ya que en Argentina hay unas 211 y las condiciones que se viven actualmente, con mayores lluvias, propician la aparición de más ejemplares.
En el primer grupo ubicó al culex (género que tiene más de 60 especies) y a los quironómidos, que no pican pero se observan con más frecuencia últimamente (y según su cantidad, son especies indicadoras de diferentes grados de contaminación del agua). En el segundo, al aedes aegypti.
Tasinato adelantó a La Capital que enviarán huevos de aedes aegypti que se desarrollaron en Rosario para medir la resistencia a insecticidas de las variantes que crecen en la región.
A mitad de año, un estudio del Conicet descubrió que dos variedades genéticas de este género desarrollaron mutaciones que las hacen resistentes a los insecticidas habilitados.
“Se mide la resistencia sobre la descendencia por el efecto de origen genético que se transmite”, explicó, para sumar: “Ahí cobra valor el manejo integral de vectores. Si al mosquito lo podés controlar evitando acumular agua y cortando malezas, no caés en la necesidad de fumigar”.
Fumigaciones y manejo integral de vectores
El director de Vectores afirmó que un buen uso de insecticidas se da sobre géneros de importancia sanitaria, como el aedes aegypti. Aplicarlo para controlar poblaciones de otros mosquitos no es lo ideal ya que es preferible que se regule solo, aunque en un ecosistema en problemas eso es lo más difícil.
Como ejemplo, Tasinato expresó: “En tu casa tenés un ambiente interno que podés modificar, con un aire acondicionado en verano o una estufa en invierno. En el exterior no podés controlar las variables ambientales que manejan la población de mosquitos, como temperatura y humedad.
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Las fumigaciones no son neutras: además de barrer con los mosquitos, los insecticidas también lo hacen con los depredadores de los mismos, como las libélulas o las chinches. Es preferible que el control de la población sea por vías naturales.
Para evitar el desarrollo de mosquitos es fundamental la limpieza. Los ejemplares que se pueden ver en esta región se benefician de lugares con agua estancada (baldes, cacharros o zanjas obstruidas que no dejan pasar el agua) y espacios verdes con césped alto. El director de Vectores resaltó que se debe hacer un “manejo integral” de los mismos.
El mejor insecticida: el conocimiento
“La aplicación del insecticida para el control de mosquitos es complementaria a otras acciones. Además de limpiar, se debe cortar el pasto porque se refugian en pastos altos”, detalló Tasinato, quien remarcó que “el mejor insecticida es el conocimiento” sobre cómo se desarrollan los mosquitos, para hacer lo contrario y no permitir la suba de ejemplares.
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
A las acciones de la población, se debe sumar el uso de repelente. Los mosquitos siempre fueron parte de este ecosistema y sería imposible pensar en una eliminación total de los mismos. “No hay ambiente que sea inerte o estéril y siempre uno va a encontrar vida”, dijo Tasinato, para recomendar el uso de repelentes en caso de salir al aire libre.
“El ambiente va cambiando con ciclos de sequía y exceso de agua cada vez más frecuentes y el ecosistema se vuelve más inestable. La resiliencia es cada vez más costosa y esto hace que algunas especies no logren adaptarse a la vertiginosa velocidad del cambio. También altera nuestra percepción de lo que va ocurriendo”, afirmó Montero, para agregar que “en realidad, esto es el cambio climático, aunque algunos de nuestros representantes lo nieguen”.