Domingo, 12 febrero 2023
La ciudad vive un verano sofocante, producto de las sucesivas olas de calor que afectan al país. Especialistas indican que la mejor manera de mitigar este fenómeno es aumentando la superficie verde
Gentileza diario La Capital

Los registros de temperatura no dieron tregua esta semana y el calor de este verano en Rosario se tornó insoportable.
El calentamiento global puede sonar como un concepto lejano, pero en Rosario los efectos de la emisión descontrolada de gases de efecto invernadero en el mundo y la deforestación en varios puntos del país, sumadas a la constante degradación de los humedales, ya se sienten. Las temperaturas insoportables que se vivieron esta semana en la ciudad son una muestra de la tendencia histórica que experimenta la ciudad: desde hace 20 años, la temperatura media superó su máximo histórico cuatro veces; una de ellas en 2015, el registro más alto desde que hay datos. Sobre la tarde de este sábado, Rosario registró una de las temperaturas más elevadas a nivel nacional.
Especialistas advierten que esto deriva en la urgente necesidad de replantear desde prácticas diarias hasta diseños urbanísticos, con el eje puesto, principalmente, en expandir la superficie verde para que pueda mitigar los efectos de las altas temperaturas.
Desde el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) destacaron que la de estos días es la octava ola de calor estival en el país (Rosario y la región sufrieron cuatro de ellas), cuando en la última década no se observaron más de cuatro o cinco episodios por temporada. En tanto, el trimestre noviembre-diciembre-enero que concluyó hace unos días fue el más cálido desde 1961.
Según datos del SMN, tomados de la estación meteorológica instalada en la zona del aeropuerto en 1935, la temperatura media anual de la ciudad viene incrementándose. Hasta 1990, era común ver registros que oscilaban entre los 15 y los 18 grados, algo que cambió en los últimos 40 años ya que los indicadores anuales más frecuentes exhiben entre 17 y casi 19 grados.
En un contexto dominado por la deforestación y la continuidad de emisión de gases que colaboran con el calentamiento global, con un problema propio de la zona como es la degradación constante desde hace tres años de los humedales del Delta del Paraná, habrá que acostumbrarse a dos eventos: temperaturas más elevadas y máximas históricas que se desarrollarán en períodos más cortos en relación a los calculados hacia finales del siglo pasado. Salvo que se tomen medidas urgentes.
El ingeniero agrónomo Emiliano Jozami explicó a La Capital: “Este aumento de temperatura se viene dando cada vez más alto y sigue la tendencia del aumento exponencial de emisión de gases de efecto invernadero. Hay un menor enfriamiento nocturno por esta condición: las mínimas son cada vez más elevadas y tenemos, como contrapartida, temperaturas medias diarias y temperaturas promedio anuales también elevadas”.
Los períodos de máximas temperaturas, que se estimaban cada 20 años hacia finales del siglo XX, actualmente se calcula que ocurran cada cinco años. Estas estimaciones provienen del estudio “Gestión de los riesgos de fenómenos meteorológicos extremos y desastres para mejorar la adaptación al cambio climático”, llevado adelante por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
“Se ve un aumento significativo de la tendencia y se esperan aumentos de entre 1,5 y 2 grados cada 100 años si seguimos así. Hay escenarios más optimistas de que se llegue a solo 1 grado cada 100 años, pero para eso deberíamos amesetar la concentración de dióxido de carbono respecto de los valores actuales, y eso está lejos de suceder”, manifestó Jozami.
Readaptación
Para pensar una posible readaptación de la ciudad, el naturalista César Massi indicó que lo más importante a tener en cuenta es el arbolado: “El espacio público verde reduce las islas de calor. Pueden ser árboles, canteros o enredaderas. Son maneras de colaborar para que el entorno no sea tan caluroso”.
El fenómeno de “isla de calor” que experimenta Rosario, producto de un desequilibrio entre el crecimiento de las superficies de cemento y hormigón contra la falta de superficie verde y arbolado, aumenta en varios grados la sensación térmica. La única manera de contrarrestar este efecto es aumentando la masa vegetal, tanto con árboles como con otras soluciones que pueden llegar desde la arquitectura.
El verde debe considerarse como un material más para trabajar en las estructuras, según explicó la arquitecta Jésica Citta Giordano: “Las fachadas y las terrazas verdes, tanto para casas como para edificios, pueden contribuir no sólo a la necesidad de verde sino al ahorro energético. Se puede disminuir un 30% el uso del aire acondicionado y entre un 20 y un 50 por ciento la calefacción”.
La arquitecta, que forma parte de Amigos de los Árboles Rosario, remarcó que lo realmente necesario es el follaje de los árboles frondosos: “Los días que hace 40 grados, si tocás los edificios de noche son como un horno. Siguen irradiando la temperatura que absorben durante el día. El sol pega todo el día en esas superficies sin sombra y se produce una reflexión de esos rayos, junto con el calor, hacia el ambiente”.

Massi, por su parte, remarcó: “Hay que reducir la reflexión del sol en el cemento y eso se soluciona con árboles, techos verdes, muros verdes. Y pensar en que las estructuras verdes también sufren el calor”.
El naturalista explicó que cuando se plantan árboles se debe tener en cuenta qué se va a plantar en función de las condiciones ecosistémicas que habrá en la fase adulta de los ejemplares; es decir, unos 15 años. No debe ser plantar por plantar: “Va a haber otras consecuencias de clima, otra temperatura, vientos y lluvias más fuertes, en menor tiempo. Algo que ya viene marcando la meteorología por los efectos de la crisis climática: cuando tenés estos eventos, son más extremos”.
Experimentar
El ensayo para conocer qué especies conviene plantar es fundamental para tratar de mitigar los efectos que el aumento de la temperatura tiene en la ciudad. Una experimentación, de base, puede llevar entre 10 y 15 años.
Al respecto, Massi expresó que se necesitan “un montón de criterios” antes de experimentar. Y ejemplificó: “El árbol tiene que crecer relativamente rápido porque si pasa mucho tiempo en estado juvenil, es más propenso al vandalismo; y tiene que bancarse estar al lado de la calle con temperaturas que no son normales ni siquiera en el monte chaqueño”.
“El arbolado tiene daños. Sobre todo las especies que se usaban antes, de hojas anchas, como los plátanos y los fresnos. Ves mudas de hojas en la vereda como si estuviéramos en otoño y eso es un daño del calor porque el árbol se desprende de hojas para evitar transpirar más agua de la que tiene”, detalló.
Consultado sobre los espacios verdes ya existentes, el naturalista comentó que en los parques de la costanera “podría haber un gran corredor frente al río de especies que están en las islas para tener mayor atracción de fauna”, desde pájaros hasta mariposas.
“Se genera otro contacto con la naturaleza y se reduce la superficie de césped. Cuando tenés un año de sequía, el césped es nulo”, concluyó.