Domingo, 04 setiembre 2022
Conocido como “Capitán Crunch”, hace más de 50 años se burló de las operadoras de telefonía al hacer llamadas gratis.
Antes de referir la historia de John Draper, diremos que los especialistas en seguridad informática habitualmente reclaman precisión cuando se usa la palabra “hacker”. Despotrican cuando se emplea el término para hablar de un ciberdelincuente. Ocurre que esa actividad no es necesariamente criminal o perniciosa: son expertos en sistemas que también pueden ayudar a que las vulnerabilidades no sean explotadas por atacantes.
Esta introducción se grafica con dos figuras fundamentales en la historia de los hackeos. El primero de ellos es Nevil Maskelyne, que es por muchos considerado como el primer hacker de la historia. Ilusionista e inventor, se ganó esa medalla al interceptar en 1903 un mensaje que recibió Guglielmo Marconi de parte de John Ambroise Fleming y confirmó el funcionamiento del telégrafo.
Marconi aseguraba que su invento podía llevar mensajes de larga distancia sin ser vistos en el camino. Nuestro querido Maskelyne demostró que el aparato servía, pero que la privacidad prometida no era tal. El mago fue denunciado por “vandalismo científico” mucho antes de que surja la categoría de los hackers de sombrero blanco, que refiere a aquellos que revelan fallas, no para delinquir sino para emparcharlas.
La segunda figura, protagonista de este repaso, es John Draper, conocido como el primer “hacker malo” de la historia. En lo que sigue veremos que llamarle “ciberdelincuente” es demasiado.
John Draper, su silbato y las llamadas gratuitas
Las andanzas de Draper comenzaron mucho antes del despliegue generalizado de Internet. Su condición de pionero entre los “hackers malos” se remonta a una ¿travesura? que concretó en la década del 70.
A John Draper se lo conoce como “Capitán Crunch” porque usó un pequeño silbato de juguete que llegaba en la caja de un cereal con ese nombre para engañar a una operadora de telefonía y hacer llamadas gratuitas. Aquel, también, fue el seudónimo que le permitió moverse en el anonimato.
Nacido en 1943 (está cerca de cumplir los 80), en su juventud fue parte de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Durante sus años de servicio en Alaska, ya metía mano en los sistemas para que sus compañeros hagan llamadas de larga distancia. Su biografía nos lleva a una mañana en los setentas, cuando desayunaba cereales Cap’n Crunch.
Draper recordó el comentario de un amigo suyo respecto al particular sonido del silbatito que llegaba como regalo con ese producto alimenticio. Ese juguete emitía un sonido que era capturado como una operadora y, de ese modo, permitía que se hagan llamadas sin pagar un centavo.
El detalle técnico es el siguiente: el pito generaba una nota que podía llegar a los 2.600 hertz, una frecuencia que abría las puertas a los circuitos de marcación interna de las operadoras de telefonía. En otras palabras, accedía (ilegalmente, claro) a modos de operación vedados para el usuario de a pie.
Luego desarrollo “Blue Box” o caja azul, inspirado en el color del silbato que usó. Era una máquina ilegal: engañaba a la operadora estadounidense AT&T para hacer llamadas gratuitas. Las crónicas cuentan que Draper llegó a mostrar su invento a personas cercanas en California, entre ellas los fundadores de Apple, Steve Jobs y Steve Wozniak. ¡Incluso se cuenta que hacían llamadas al Vaticano haciéndose pasar por gobernantes!
En 1972, Draper fue arrestado por fraude telefónico. Cuando salió de prisión, fue contratado por Jobs para la pujante Apple, donde se encargó de crear el primer módem que no llegó a comercializarse. Su estadía en la empresa fue breve, y volvió a prisión en 1977, donde escribió el código de EasyWriter, el primer procesador de textos para las computadoras de la compañía de la manzana mordida.
“Es la persona más feliz que he conocido”, dijo Wozniak sobre Draper, con quien mantiene una amistad.
Draper, ¿un verdadero hacker malo?
“Cuando empecé me interesaba sobre todo saber cómo funcionaban las compañías telefónicas. No tenía realmente el deseo de estafarlos y evadir los cargos. Estaba más interesado en los códigos”, dijo Drapper en una entrevista cedida en 1995.
Quizá por la clemencia que concede el paso del tiempo, acaso por comparar su accionar con los perniciosos ataques informáticos que ocurren en la actualidad; en el imaginario popular este primer “hacker malo” de la historia no parece un villano.
“Yo estaba bastante amargado por la idea de ir a la cárcel solamente por experimentar. Me convirtieron en un mártir”, señaló Draper.