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La Florida, otro barrio que vive con miedo y amurallado

Miercoles, 09 noviembre 2022

Un vecino fue sorprendido al entrar a su casa por un delincuente que lo encañonó con una ametralladora. Quería robarle la moto

“La verdad es que le puede tocar a cualquiera”. Esa afirmación que compartió con sus vecinos la víctima de un estremecedor intento de robo en el barrio La Florida, se replica cada vez con más alarma y frecuencia en toda la ciudad. Pero además, en esta oportunidad aparece una desmesurada desproporción entre el ilícito y el medio empleado. Es que a la víctima le apuntaron con una ametralladora para robarle la moto mientras ingresaba a su casa. Si bien se resistió y el maleante fue retenido, el poder del arma utilizada y el derramamiento de sangre que pudo provocar, tiene conmocionados a los vecinos, hartos de robos, entraderas y arrebatos, lo que los obliga a vivir encerrados y prácticamente amurallados.

Marcelo S. tiene 56 años. Vive hace más de 17 años en Pago Largo al 600. Cerca de las 20.30 del lunes llegaba a su casa en su moto, una flamante Honda 750 centímetros cúbicos. Siempre toma recaudos y medidas y por eso abrió el portón con el comando a distancia antes de entrar.

Luego de subir por el garaje, con el rodado en marcha y cuando estaba por apoyar un pie en el piso casi frente a la puerta de entrada, un hombre con casco lo apuró por detrás y le apoyó un “caño” en la espalda. La víctima atinó a acelerar a fondo, pero chocó contra la puerta de madera, mientras caía al piso junto al ladrón.

“Tirale a la cabeza, tirale a la cabeza”

Fueron segundos de griterío, confusión, estampidos y el zumbido del motor acelerado a mil revoluciones. Mientras Marcelo forcejaba con el maleante, inmediatamente salió un familiar desde la casa. “Levantame la moto porque lo liquido”, amenazó el ladrón. Cuando escuchó, Marcelo se le abalanzó, le tanteó la cintura y pudo advertir “el fierro grande”, que era una ametralladora FMK3.

Mientras eso ocurría, un cómplice que esperaba en la calle en moto ordenaba y repetía a los gritos: “Tirale a la cabeza, tirale a la cabeza”. Después se puso en fuga cuando salieron los vecinos y llamaron a la policía. Luego, y como un signo de estos tiempos, los posteos de la imagen del arma y el hombre retenido se viralizó en las redes sociales.

Cuando este martes al mediodía periodista se acercó a la zona para tomar dimensión de lo ocurrido, Marcelo llegaba a su casa junto a su esposa. Con un cabestrillo en el brazo izquierdo producto de una luxación que le dejó como secuela la pelea con el delincuente, narró angustiado la secuencia del violento episodio.

“Eran las 20.30, había llevado a mi hijo a básquet. Al la vuelta siempre me fijo si hay gente en la calle porque sabemos de los robos, por eso dejé el portón abierto. Pero cuando quise entrar a la casa vi que tenía el casco del tipo pegado a mi, y algo que me tocaba en la espalda; aceleré a fondo y estampé la moto contra la puerta”.

«Siempre nos toca a nosotros»

El hombre se quebró cuando contó el momento en el que el maleante amenazó con matarlo. “Cuando dijo eso le manoteé la cintura y advertí que tenía un fierro grande que no sé lo que era. Después vimos que se trataba de la ametralladora, empecé a forcejar para sacársela, le liberé una correa y después los vecinos que lo redujeron se la sacaron”.

Más allá de los detalles del hecho, expresó cómo vivió el trance. “Es una locura, comprendo que se viva mal, pero la indignación es porque siempre nos toca a nosotros, que somos trabajadores, y lo único que queremos es llegar a casa tranquilos. Pero así estamos. Es indignante porque ponen velocidad máxima a 50 kilómetros por hora, pero no tenemos seguridad”.

El vecino sabe que la problemática se derrama en toda la ciudad, y además ya le entraron a robar otras cuatro veces a su casa. “La verdad es que estamos cansados. Te da bronca porque construís tu casa, tenés tu familia, amigos, trabajo. Creí que nunca me iba a pasar porque soy cuidadoso y tomo recaudos, pero te das cuenta que le puede pasar a cualquiera. Y yo tuve suerte”.

Un matrimonio mayor con más de 40 años de residencia en un barrio de clase media, plagado de chalets, casas recicladas y mansiones refaccionadas a nuevo muy cerca de la costanera norte, se lamentó ante la degradación de las condiciones de vida.

“Se vive muy mal últimamente. Ver el arma con la que intentaron robar estremece y da una sensación de impunidad y desprotección. Antes, las casas tenían su tapial bajo a la vereda y el jardín a la vista, pero desde hace unos años tuvieron que levantarlos a tres metro o más, con ladrillos o rejas. A todos nos entraron a robar o desvalijaron la casa alguna vez”, recordaron sin dar a conocer sus nombres “por miedo”.

Muros y filosas concertinas

Una rápida observación por Ingeniero Laporta al 3800, Gutiérrez al 600, o en la misma Pago Largo al 500, permite apreciar las medidas que adopta la gente para protegerse. La mayoría de las casas tienen tapiales altos, muros o rejas perimetrales con alambre de púas o concertinas, y filosas rosetas de hierro en la parte superior. Abundan las cámaras de videovigilancia y hasta cercos electrificados. Pero eso no ahuyenta el delito.

Mientras el hartazgo en los barrios rosarinos va en aumento y se palpa a diario, la ineficiente respuesta de las fuerzas de seguridad empuja a tomar esas medidas individuales. En La Florida no se salvó ni la parroquia San José Obrero (Laporta 3800), donde hace unos días robaron la tapa de bronce del cinerario.

“Quedaron filmados, eran unos cirujas. Pero acá todo el tiempo hay robos y arrebatos a cualquier otra”, indicó una auxiliar de la escuela secundaria que también depende la iglesia. La joven contó que el lunes le robaron los teléfonos a dos alumnos mientras caminaban hasta el club Banco Nación para asistir a gimnasia. Y agregó que “en la parada de colectivos de Maestro Massa y Ricardo Núñez los robos son cotidianos”.

Cerca de allí, un hombre que guardaba su auto en el garaje entregó su visión del tema. “Estamos al horno. Acá no se trata de la policía o la Justicia, hay que tomar una decisión política”, dijo indignado sobre el hecho en particular y la inseguridad en general. “Ya me reventaron varias veces la cerradura del auto, me robaron ruedas, la batería. Y me entraron varias veces la casa”, enumeró.