Jueves, 26 setiembre 2024
Su nombre real era Horacio Germán Tirigall y fue el precursor de los astrólogos televisivos; su esposa fue clave para que se enfocara en su arte y dejara todo lo demás
Lo contaba como si se hubiera tratado de un día de trabajo más: “Sí, yo predije la muerte del presidente Kennedy. Haber dado las fechas en las que podría ser asesinado y que una de ellas fuera cierta, me dio fama, pero también me trajo muchos problemas. Me llegó a investigar la CIA durante cinco años”. Labios apretados, paladar exquisito y peinado de dudosa procedencia, Horangel se construyó a sí mismo como producto y figura, aunque siempre desmarcándose del concepto del astrólogo. Él se autodenominaba “investigador” y aseguraba que sus predicciones tenían una raíz científica basada en una serie de procedimientos de cosecha propia que explicaba con gusto, con la certeza de que nadie lo iba a entender: “Es una técnica que demuestra que la influencia astral es minúscula si se la sabe usar. Y si no se la sabe usar, no es nada. Es un método que inventé yo para estudiar, conocer y después deducir las posibilidades, partiendo del presente. Se estudian las condiciones culturales del país, la geografía, la alimentación, las enfermedades. Dos personas nacidas el mismo día, a la misma hora, del mismo mes y del mismo año, no llevan la misma vida. Pueden tener talento para administrar por la influencia de Mercurio y Júpiter. Pero un norteamericano y una persona nacida en el Congo belga no van a tener las mismas posibilidades de desarrollo”.
Sin embargo, antes de que su compostura y mirada penetrante le dieran fama y fortuna, antes de que el encuentro con el gran amor de su vida le permitiera renacer con nuevo nombre y profesión, existió un chico que a los siete años miraba las estrellas con un telescopio y sabía cuál era cuál, a los ocho leía a Freud y a los 12 anunció que pensaba abandonar el colegio para convertirse en director de orquesta. O al menos eso contaba él.
El director de orquesta que miraba las estrellas
“Éramos 12 hermanos -le contaba Horangel en 2009-. Mi padre se llamaba Ramón, trabajó en la aduana toda su vida, pero era un gran artista, tocaba la guitarra. Un acuariano que hacía títeres, un gran cocinero. Mi madre se llamaba Ángela y no permitió nunca que entrara un médico en la casa. Jarabe de tuna para esto, de cebolla para lo otro”.
El pequeño Horacio (porque sí, su verdadero nombre era Horacio Germán Tirigall, oriundo de San Isidro) era buen alumno, pero no se llevaba con la educación tradicional. Por eso, con 12 años recién cumplidos quería estudiar piano. “Fui a ver a doña Rosa Castex, una señora que era parienta nuestra y que tenía mucho dinero, y le pregunté si me prestaba dos mil dólares. Me dijo: ‘¿Y cómo me lo vas a pagar?’. Y le dije que había conseguido trabajo en una imprenta”. Era cierto. A base de trabajar doble turno logró comprarse el piano y pagarse las clases. Siguió estudiando música y por presión de los padres terminó el secundario en una escuela nocturna. Pero aunque en su caso el destino parecía marcado, esa vez los signos se equivocaron.
Horangel, en su lugar de trabajo, en los años 90
Volviendo al asesinato Kennedy, Horangel se sinceraba con la revista VIVA en 2006: “Cinco años me persiguieron cuando hice ese pronóstico. Estaba en Canal 9 y fue un lío tremendo, me quisieron echar”. No fue el único de los que se ufanaba, también aseguraba haber predicho la muerte trágica de Lady Di, la guerra entre Estados Unidos e Irak y el conflicto de las papeleras entre Argentina y Uruguay: “Lo de la guerra lo predije siete años antes de que ocurriera y lo predije con fecha exacta. Pero tuve que hacerlo veladamente porque, si no, me iban a poner una bomba estúpidamente o iban a creer que estaba en los servicios secretos. Lo de Lady Di fue matemático y lo de las papeleras lo venía diciendo y se dio, porque además se decía que Argentina tenía, en la casa 4, peleas y riñas con países vecinos. Soy investigador, pero no solo estudio sobre astrología, sino también sobre terremotos. Soy experto en física solar. Tengo conocimiento de 24 ciencias. Por eso estoy facultado a discutirlas a nivel público en conferencias. He ido a Turquía a estudiar lo que hicieron los arqueólogos, para estar seguro de la antigüedad de los signos del Zodíaco. Yo estoy usando mis propias tablas matemáticas, hago mis propios cálculos. La astrología no es una ciencia, es un arte conjetural. El que tiene consultorio está en el negocio y punto. Encima ahora el astrólogo te tira las cartas y hace feng shui. Yo tengo el registro industrial de la marca, la patente de eso. Y la carta natal es una marca mía también. Yo inventé ese término hace 45 años”.
¿Arte disfrazado de negocio? ¿Negocio disfrazado de arte? Cada uno sabrá en qué vereda pararse, pero lo cierto es que desde la publicación de su primer libro, Predicciones astrológicas, en 1963, Horangel se convirtió en genio y figura de la especialidad. Y no exclusivamente por mérito propio, sino por la aparición de una mujer que lo creó, le dio un propósito de vida y hasta lo bautizó.
La mujer que inventó a Horangel
La historia de amor entre Horacio Tirigall y Ángela Groba comenzó por carta cuando él tenía 20 años y ella 14. Él vivía en Buenos Aires y ella en Córdoba. Ángela era inteligente, inquieta, talentosa, “y escribía tan divinamente. Cuando me llegó su primera carta perdí toda cordura. Nos escribíamos tres veces por semana. Estuvimos un año escribiéndonos antes de conocernos. Ni siquiera nos habíamos mandado una foto. Un día le dije: ‘Yo tengo absoluta dependencia de esta relación con vos. No puedo hacer otra cosa que escribirte y leerte. Tengo que casarme con vos’. Le sugerí a mi amigo Luis Bacalov que hiciéramos un concierto en Córdoba. Le dije: ‘Me escribo con una chica y no la conozco, nunca la vi, pero me he enamorado de ella. Fuimos. Cuando llegamos tomé un mateo. Y ella estaba en la puerta, sola. Nos dimos un gran abrazo, un abrazo definitivo. Yo no la conocía, pero hubiera podido dibujarla. Temblaba todo el tiempo, y ella también”. Se casaron un año después de ese primer abrazo.
Horangel y su esposa Angela
Ángela no solo le dio a Horacio su nombre definitivo (Horangel es un acrónimo del de ambos) sino que también lo ayudó a crear y potenciar su imagen pública. Con los libros de predicciones vendiéndose como pan caliente, el astrólogo por iniciativa de su esposa comenzó a dejar sus actividades cotidianas. Por entonces era preceptor, profesor particular de Historia, relataba partidos de fútbol, escribía fotonovelas y cualquier otro oficio que le diera algo de dinero. El primer registro de la unión en su pasado y presente fue una columna de astrología para la revista Vosotras.
Fue de Ángela la idea de crear un formato basado en el tema para la televisión. Así nació en 1965, Nueva dimensión, un ciclo de Canal 7 que luego de su primer año tocaba los 20 puntos de rating y recibía 18.000 cartas por día. En 1969, por canal 9, debutó Los doce del signo, en donde un grupo de panelistas divididos por el zodíaco interpelaba a una figura invitada, comandados por Horangel. El ciclo se mantuvo al aire durante tres años, para volver en una segunda etapa conducido por Tu Sam.
Horangel junto a Mirtha Legrand
Dimensión astral, El juicio final, Juguemos al destino, Horangel, el mundo y sus enigmas, fueron todas propuestas que consolidaron al astrólogo y le dieron fama y prestigio. A eso había que sumarle las regalías por los libros (que vendían más de 100.000 ejemplares), las consultas particulares y un servicio de “astrología bursátil para empresas”, que consistía en un estudio de las actas de fundación de las compañías. Desde entonces y durante tres décadas, Horangel recibió al poder de turno, estrellas, políticos, empresarios, infinidad de personas subyugadas por su “ciencia”. Si hasta él aseguraba que se autoanalizaba el horóscopo antes de viajar en avión o aceptar un trabajo, o al menos eso le decía a la revista Panorama, en 1965: “Hace un tiempo, el horóscopo me salvó la plata. Me habían llamado de una empresa para que hiciera un análisis astrológico y tenía que firmar contrato con el gerente. Pero los astros me avisaron que tendría dificultades para cobrar. Entonces exigí que el contrato fuera firmado por la empresa, no por una sola persona. Fue una pegada: al poco tiempo el gerente murió. ¡Imagínese, hubiera tenido que litigar para cobrar mis honorarios!”. En los 70 también se convirtió en figura en Venezuela, gracias a una invitación para hacer una remake de Los doce del signo.
Algunos lo tildaban de genio, otros de loco. Millones compraban sus libros o estaban atentos a cada entrevista, otros lo veían y cambiaban de canal. Incluso la nueva generación de astrólogos lo reconoce como un referente ineludible. Y es que Horangel se las arreglaba para correrse del lugar de adivino y ofrecer una respuesta pseudo-científica a su trabajo. “La gente cree que es de tal manera por obra y arte de su signo. Eso es una tontería, ya que hay cientos de otros factores que influyen en las personalidades. La previmetría desecha el tema de la generalidad y propone establecer mediante las encuestas (un minitest) una nueva tipología basada en los promedios, incorporando el entorno social, intelectual, educativo, alimentario, etcétera”.
Pero la previmetría evidentemente no fue infalible, y además de algunos cuantos desaciertos en sus visiones del futuro, el artista no pudo ver cómo el corralito en 2001 se quedaba con buena parte de los ahorros de toda su vida; la muerte de su querida Ángela en marzo de 2009 luego de una prolongada agonía y su propia desaparición, también en marzo, pero de 2021.
En la última década de su vida, Horangel vivió en un geriátrico, con la salud minada y lejos de los medios que lo convirtieron en una figura única en su género. “Los horóscopos de los diarios son poco serios y lo mío está basado en estudios. Si yo fuera adivino sería todo muy fácil. Pero lo mío es otra cosa. La astrología usa los planetas y la distancia que hay entre ellos, y dice que eso podría influir en el momento del nacimiento sobre un individuo. Eso no se pudo probar y si uno cree ciegamente en eso está negando la teoría genética. Si hubiera puesto un consultorio, estaría forrado en dólares, pero mi trabajo es serio”. Convicción, credulidad, show y un negocio armado hasta el más mínimo detalle. Horangel se creó (y se creyó) a sí mismo. Y murió con la certeza de que su legado al mundo era mucho mayor al que habría dejado como director de orquesta. O al menos eso fue lo que le dijeron los astros.