Jueves, 16 de enero de 2025
Su renovado interés por adquirir Groenlandia abre un debate sobre la importancia geopolítica y económica de la isla más grande del mundo. ¿Su propuesta podría concretarse?
Donald Trump ha demostrado una habilidad singular para irrumpir en el debate público, y su interés por Groenlandia no es la excepción. Aunque pueda sonar a un capricho excéntrico, su intención de que Estados Unidos adquiera la isla más grande del mundo está lejos de ser una ocurrencia sin fundamento.
«El ártico es una región clave para nuestra seguridad nacional y Groenlandia es una pieza esencial en ese tablero», sostuvo allá por el 2019 durante su primer mandato.
Ciertamente, este episodio trae consigo implicaciones históricas, geopolíticas y económicas que merecen ser analizadas.
Valor estratégico
En primer lugar hay que señalar que adquirir Groenlandia no es un concepto nuevo en la política exterior estadounidense. En 1867, Estados Unidos ya había evaluado la posibilidad de adquirirla, y en 1946, bajo la administración de Harry Truman, se ofreció pagar 100 millones de dólares en oro por la isla. Dinamarca rechazó ambas propuestas.
Groenlandia, con sus 2.166.086 kilómetros cuadrados de superficie, es la isla más grande del mundo. Para poner esto en perspectiva, es casi cuatro veces el tamaño de Francia y más grande que el subcontinente indio.
Estas proporciones impresionantes subrayan su potencial geopolítico y económico. Aunque su población apenas supera los 56.000 habitantes, su importancia radica en su ubicación estratégica en el ártico y en sus abundantes recursos naturales. Entre estos destacan las tierras raras esenciales para tecnologías avanzadas.
En un mundo cada vez más dependiente de estos materiales, Groenlandia se ha convertido en una pieza clave en el tablero global.
Seguridad nacional
Desde la perspectiva estadounidense, el interés por Groenlandia también está vinculado a la seguridad nacional. Trump argumentó que adquirir la isla fortalecería la posición de Estados Unidos frente a las ambiciones de Rusia y China en el ártico.
La región, rica en recursos y rutas comerciales emergentes debido al deshielo, se ha convertido en un área de creciente competencia. No es casualidad que el presidente electo republicano también haya planteado ideas como la anexión de Canadá o la recuperación del control del Canal de Panamá ante la amenaza china y rusa.
Va en serio
La idea de Trump parece que va en serio: la visita de su hijo, Donald Trump Jr., a la isla en enero simboliza un gesto que muchos interpretan como un esfuerzo real por fortalecer relaciones locales.
«Groenlandia es un lugar increíble, y su gente se beneficiaría enormemente si se convierte en parte de nuestra Nación», afirmó Trump en una publicación en Truth Social a comienzos de este mes. «Este es un acuerdo que debe concretarse», apuntó el presidente electo.
Además, las declaraciones del primer ministro groenlandés, Múte Egede, quien afirmó estar “listo” para discutir con Trump, abren la puerta a especulaciones sobre la posibilidad de futuras negociaciones.
Un dato interesante proviene de una encuesta realizada en diciembre por la consultora Arctic Analytics, que reveló que el 57% de los groenlandeses apoyarían una anexión a Estados Unidos. El sondeo fue llevado a cabo entre más de 1.200 residentes de Groenlandia, y sus resultados sugieren que un sector significativo de la población ve en esta posibilidad una salida viable para mejorar su situación económica y social, particularmente en términos de infraestructura y empleo.
Sin embargo, el sueño de independencia también está presente. En 2009, la isla logró un gobierno autónomo bajo la soberanía danesa, pero sectores políticos y sociales abogan por una independencia completa.
La economía groenlandesa aún depende en gran medida de los subsidios daneses, que representan alrededor del 60% de su presupuesto anual. Es por ello que algunos defensores de la independencia ven en una posible alianza con Estados Unidos una oportunidad para superar esta dependencia económica y diversificar sus ingresos mediante el comercio y la explotación de recursos naturales.
¿Es viable?
Si lograra desvincularse de Dinamarca, la isla necesitaría garantizar su estabilidad económica y política, algo que podría abrir la puerta a alianzas estratégicas o incluso a una posible anexión estadounidense.
Algunos analistas sugieren que este proceso podría incluir un referéndum en Groenlandia para legitimar cualquier decisión, seguido de negociaciones bilaterales con Estados Unidos. Este modelo se asemejaría al proceso de incorporación de territorios como Alaska o Puerto Rico, aunque los desafíos legales y políticos serían significativos.
De hecho, este nuevo escenario trae a la memoria el caso de Alaska, comprada por Estados Unidos a Rusia en 1867, inicialmente considerada un gasto innecesario pero luego valorizada por sus recursos y ubicación. ¿Será Groenlandia la “Alaska del siglo XXI” para Washington?
La postura de Dinamarca
Dinamarca, por su parte, ha sido cauta en sus respuestas. El gobierno danés considera a Groenlandia un elemento clave de su soberanía territorial y un vínculo estratégico en el Ártico. Además, la isla ha sido parte integral del Reino de Dinamarca durante siglos.
En 2019,la primera ministra, Mette Frederiksen, calificó la propuesta de Trump como «absurda» al afirmar: «Groenlandia no está en venta. Groenlandia pertenece a Groenlandia». Esta declaración generó una fuerte reacción de Trump, quien canceló una visita programada al país escandinavo, lo que tensó las relaciones diplomáticas entre ambas naciones en ese momento.
Seis años después y con “mucha agua que ha pasado debajo del puente”, el sueño de Trump de incorporar a Groenlandia vuelve a aparecer en escena en un contexto geopolítico significativamente distinto.
Si la isla decide forjar su camino hacia la independencia podría inclusive ir un paso más allá y discutir una alianza con Estados Unidos. ¿Copenhague podría reconsiderar su antigua postura y estar dispuesta a sentarse a negociar una eventual oferta renovada?