De firme mirada, posado sobre el arco de la pasarela que desemboca en su oficina y con un cigarrillo en la mano. Leandro todavía está en duelo. Las palabras se entrecruzan, los frenos en su garganta son necesarios y forzados para no quebrarse y los ojos muestran un velo de lágrimas. Hablar de Baloo lo destruye, lo reconforta, lo entristece y lo enorgullece. En ese torbellino de sensaciones Leandro Rivero, técnico bombero, recordó a su ovejero belga malinois que durante casi una década lo acompañó en cada operativo hasta “no querer caminar más”. Hoy su carrera lo encuentra como subcomisario y jefe de la Unidad Canina de Bomberos Zapadores de Rosario y días atrás dejó ir al perro que puso “a disposición de la fuerza”.
El Ministerio de Seguridad de Santa Fe despidió con un emotivo video a Baloo, uno de los primeros perros de la Unidad Canina creada en 2011. La ceremonia atraviesa la pantalla y deja en claro el valor del animal para un área que trabajó en casos resonantes como la tragedia de calle Salta 2141, los femicidios de Chiara Páez en Rufino en 2015 y de Nora Escobar en Granadero Baigorria en 2022 y el hallazgo, sin vida, de Luis Ariel López, víctima en el derrumbe de la emblemática casa de Superí al 200 en 2022. “Es el primer perro enterrado en la unidad”, dijo Leandro Rivero a La Capital mientras entrelazaba sus dedos con la tierra que cubrió al animal y aún permanece frágil.
Fueron más de 12 años de convivencia y 9 de servicio en conjunto. En 2022, Baloo pasó a retiro y de ahí definitivamente a la casa de Rivero en la zona oeste. Si bien el perro formaba parte de las fuerzas de seguridad, por disposición de la dirección de la unidad y para lograr un mayor y mejor vínculo, los animales conviven con sus guías, por ende, los viajes entre el hogar familiar y la Unidad Canina ubicada en avenida Francia al 5200 eran recurrentes. La relación estrecha forjada entre el guardián y su ovejero se siente en las palabras de Rivero. Cada recuerdo es acompañado con una mueca, pero apagada por las crecientes lágrimas, nunca concretadas, aunque visiblemente presentes.
Baloo también fue un valor para la familia y el amor por el animal se veía traducido en los cuidados intensos debido a la artrosis que lo tenía a maltraer. Cada tres horas junto con su esposa asistían sanitariamente, con comida y ponía de pie al perro para caminar: “Yanina, mi esposa, ahora me dice que lo extraña y que le enseñó a vivir la vejez desde otro lado”, aseguró Rivero. Los destrozos a pelotas de fútbol, sillón, juguetes, zapatillas y hasta un “regalo” en medio de la cama matrimonial con apenas 45 días de vida no pudieron romper el vínculo entero con los Rivero. “Gasté mucha plata por Baloo”, reconoció con gracia el bombero y recordó las tardes de plazas donde no dejaba escapar pelotas de fútbol: “Ahí sacas la tarjeta y sic (Nota de la Redacción: abre su billetera y muestra la tarjeta de crédito)”.
El recuerdo de su guía está latente. Leandro no se puede olvidar de Baloo. En su mente y por su rol no piensa en adiestrar a otro compañero de cuatro patas. No obstante, las ganas no faltan. “Hoy soy jefe de la Unidad y eso requiere otros tiempos. No puedo tener un perro y no dedicarle tiempo, pero esperá que me acomode”, manifestó Rivero, de 43 años y autopercibido como “bichero”.
Hasta acá
Tras el retiro, Baloo y los Riveros fueron uno más. “Basta de órdenes”, fue lo primero que dijo Leandro a sus dos hijos, pero las escaramuzas de los niños con el perro se musicalizaban con “Sit” o “Here”, entre otras palabras, ya que los guardianes se comunican con sus guías a través de palabras en inglés o alemán “porque no se repiten y fonéticamente suenan distinto, así no los confundís”, explicó el bombero.
Previamente Leandro y su esposa compraron un terreno en el fondo de su hogar y lo acondicionaron exclusivamente para la jubilación de Baloo, que sucedió el 29 de diciembre de 2022. Sobre el final de su vida, el perro fue dominado por una artrosis crónica. Los tratamientos y la llegada de dos bulldogs a la familia Rivero “lo convirtió en un cachorro más”, pero el rubicón estaba marcado.
Tres de los cinco perros que forman parte de la Unidad Canina de Bomberos Zapadores de Rosario
El bombero mantuvo una preocupación durante las últimas semanas: quién iba a cuidar a Baloo cuando la familia parta de vacaciones. La alegría de conseguir ayuda días antes de subirse a la ruta fue apaciguada por un resonante llamado: “Venite porque no quiere caminar”, se escuchó del otro lado del teléfono. Fueron minutos los que tardó en cruzar la ciudad, llegar al veterinario y otra cruda frase: “Lo más sensato es dormirlo”.
“Se me cayó un edificio encima, pero le pedí 24 horas para despedirlo y con una artillería de calmantes nos dedicamos a despedirlo. Hicimos un asado para cinco, porque era uno más”, contó con emoción el jefe de la sección.
En la tarde del sábado 11 de enero la familia Rivero fue escoltada por toda la Unidad Canina de Bomberos Zapadores a la veterinaria para darle el último adiós a Baloo. “Cuando los vio llegar a mis compañeros empezó a mover la cola, pensó que volvía al cuartel”, describió Leandro con una entereza de tristeza y paz en la misma medida.
Baloo trabajando en Salta 2141
Un perro con currículum
Apenas pasó un año de su azarosa llegada a las fuerzas de Bomberos Zapadores para que Baloo salga a la calle. El destino le tenía preparado ese agosto de 2013 una de las tareas más importantes de la ciudad: Salta 2141. Junto al grupo de perros partieron de la zona sur para realizar las tareas de rescate.
La primera en llegar a los Bomberos Zapadores en 2012 fue la Negra, una perra cruza entre labrador y golden. Un can muy activo, “pero tenía su techo”, sentenció el agente. Mientras los agentes se perfeccionaban conocieron la raza ovejero belga malinois, utilizada a nivel mundial para tareas de rescates por su energía, versatilidad y capacidad de respetar órdenes. A partir de allí comenzó un proceso personal de Leandro para adquirir a un cachorro de esta especie, es decir, Baloo, un nombre que llega de “El Libro de la Selva”, la obra de Rudyard Kipling, puesto en la pantalla grande bajo el sello de Disney.
Diez cachorros nacieron en La Carolina, sobre la ruta 18. Allí llegó Rivero y se llevó a Baloo. Nuevamente el destino le tenía preparado una dura parada porque el lote de vacunas aplicadas a los diez cachorros estaba prohibido. El perro guía de Leandro y otros tres resistieron. Dos de ellos, Parca y Pili, también sirvieron a la fuerza.
Los adiestramientos completos rondan los 30 meses, pero Baloo salió a terreno mucho antes. Ese 6 de agosto de 2013 la caldera del edificio de Salta 2141 explotó y derrumbó todo un edificio dejando más de 20 víctimas fatales, daños incontables y una herida en la memoria de la ciudad difícil de cicatrizar.
Baloo dijo presente y caminó durante días por los escombros buscando rastros tanto de vida como de fallecidos, ya que su capacidad de bivalente le permitía desplegarse en territorio con versatilidad. “Trabajar entre las piedras, las organizaciones y los ruidos fue una labor impresionante y su prueba de fuego. Cuando terminó el operativo, me llevé a mi guía a un costado y arrancamos una relación más allá de la mascota”, contó Rivero.
Por el trabajo de Bomberos Zapadores y los animales, el gobierno de Santa Fe creó mediante el decreto 2.055/13 firmado el 22 de agosto de 2013 la «Unidad Canina de Búsqueda y Rescate de la Dirección General de Bomberos Zapadores de la provincia». Además, tanto el guardián como el guía recibieron el mismo rango.
Leandro Rivero despide a su fiel compañero, Baloo
Tiempo después fue parte junto a Parca del hallazgo de los restos de Chiara Páez. El femicidio de Rufino resonó en todo el país y motivó la primera movilización del colectivo Ni Una Menos en 2015. Baloo se detuvo en el punto exacto donde estaba enterrada la joven. El perro no se movía y su guardián vio que algo no estaba bien: “Fui con un frasco y saco tierra fresca porque recientemente la había puesto allí”, rememoró.
También ayudó en el femicidio de Daiana Rocío Altamiranda en Villa Minetti y unos años más tarde sirvió en la búsqueda de los restos de Nora Escobar en Granadero Baigorria. “El vínculo es importantísimo para que vos aprendas a ver a tu perro. No solamente es lo hermoso de vivir con una mascota, sino es tu compañero de misión”, planteó Rivero.
Una de sus últimas tareas de Baloo fue en la zona norte de Rosario. En julio de 2022, una vivienda de Superí al 200 se derrumbó provocando la muerte de Luis Ariel López, maestro mayor de obra. Las tareas de los bomberos finalizaron cuando Baloo fue el encargado de señalar el lugar exacto donde se encontraba el cuerpo.
La futura unidad canina de Rafaela envió un sentido mensaje para despedir a Baloo
Baloo no solamente fue uno de los primeros canes de Bomberos Zapadores también sirvió como reproductor para abastecer a la Unidad Canina con Aegon (en clara alusión al “Rey Loco” Aegon Targaryen del mundo de Game Of Thrones) y Barto. Este último fue el encargado de hallar los restos de Sofía Delgado en el camino rural de Ricardone. En las próximas semanas, como demostración de su linaje se sumará Rayo, nieto del can que Leandro Rivero nunca olvidará.