Lunes, 3 de marzo de 2025
El presidente Javier Milei quiere avanzar con el tratado. Dicen sus allegados que hay vía libre con Donald Trump, aunque el camino será más que sinuoso.
Javier Milei quiere, seriamente, cerrar un tratado de libre comercio con los Estados Unidos. Asegura a sus íntimos y fuentes cercanas que ya lo tiene hablado con Donald Trump y, defiende su postura, no sólo por el mercado al que se podría acceder, sino porque sería la única alternativa sólida y de largo plazo para evitar las sanciones arancelarias que aplica el ahora presidente norteamericano; y que para el presidente argentino, llegaron para quedarse muchos años.
Sabe el jefe de Estado que el principal problema que deberá enfrentar para concretar su sueño, es doble. Primero, salir formalmente del Mercosur, porque no hay ninguna posibilidad que Brasil (el principal socio del bloque) acepte la alternativa de darle un permiso de este tipo a la Argentina, sin desmantelar el bloque. Segundo, debe ser aprobado por una ley del Congreso, que debería decidir cambios radicales de manera doble: el acuerdo y salir del Mercosur.
Para esto, Javier Milei necesitará una mayoría parlamentaria que hoy no tiene y que está lejos de detentar, con lo que el eventual acuerdo será una alternativa para muy largo plazo. No sólo más allá de las elecciones legislativas de este año, sino, quizá para el final de este mandato, o, incluso, en el caso de una eventual reelección en 2027 para esa segunda gestión. Los tiempos de negociación no dan para antes.
Para Javier Milei, la negociación bilateral entre Argentina y el país del norte se iniciará inmediatamente después de cerrado el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), algo que ocurrirá antes de la tercera semana de abril 2025, cuando el organismo que maneja Kristalina Georgieva sea anfitrión de su reunión de Primavera de Washington. Este acuerdo de Facilidades Extendidas, el segundo anuncio importante lanzado en la Asamblea Legislativa del sábado por parte del presidente, será presentado en sociedad en ese encuentro del próximo mes, con la presencia del ministro de Economía Luis «Toto» Caputo y el titular del Banco Central, Santiago Bausilli, los únicos habilitados para firmarlo.
Una vez cerrado el acuerdo con el FMI, al que se sumarán también el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, Javier Milei quiere encarar seriamente las negociaciones con los Estados Unidos para un tratado de libre comercio, sobre la base de acuerdo que ya están vigentes con otros estados del mundo y la región. En el listado a imitar aparecen (por orden alfabético) Australia, Bahréin, Chile, el CAFTA-DR (Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala y Honduras), Colombia, Israel, Jordania, Corea del Sur, Marruecos, Omán, Panamá, Perú y Singapur. Esto además del T-MEC (Estados Unidos-Canadá-México), hoy en seria revisión.
En el caso de un acuerdo con la Argentina, la base del tratado sería la misma que en los otros países, pero con la condicionalidad de poder dejar algún sector bajo protección especial, previamente negociado. Pero, además, debería aceptar la continuidad de otros acuerdos comerciales ya firmados por el país y que tendrían continuidad en el tiempo. Por ejemplo, el tratado de comercio del sector automotriz firmado dentro del Mercosur y con México.
El Tratado de Libre Comercio (TLC) que se negociaría con los Estados Unidos, plantearía similares características que los cerrados con Australia, Perú, Colombia y Chile, por las cercanas realidades industriales y del sector servicios que existen en esos países. Para este tipo de acuerdos, EE.UU. exige varios pasos más allá de los que ya están regulados por la Organización Mundial de Comercio (OMC).
En concreto, debería incluir los siguientes capítulos
- Reducción de aranceles: eliminación o reducción significativa de los aranceles aduaneros e impuestos paraarancelarios, con el compromiso de sostener la contracción en el tiempo. Se incluye tanto bienes como servicios. Los productos locales ingresarían sin costos arancelarios o tributarios a los Estados Unidos. Y viceversa.
- Protección de la Propiedad Intelectual: para EE.UU. inevitablemente un acuerdo de libre comercio debe incluir este capítulo, sumando sectores como patentes, marcas comerciales y derechos de autor. Es un capítulo sine qua non, exigido por las empresas nortamericanas, especialmente para países como Argentina. En general, la exigencia incluye leyes especiales aprobadas por fuera (y quizá antes) de la firma de los acuerdos.
- Regulación de Inversiones: se establecen normas claras y transparentes para la inversión extranjera, protegiendo los intereses de los inversores. Incluye la alternativa de recurrir a los tribunales internacionales como la CIADI para el caso que un país, en este caso Argentina, rompa el acuerdo sin consenso de la otra parte. En el caso criollo, este capítulo será fundamental, dado el pésimo curriculum que tiene el país en la violación de contratos de inversión, desde las renacionalizaciones de empresas privatizadas desde la llegada al poder del kirchnerismo. Hay que recordar que estos juicios siempre se realizados bajo territorio norteamericano. Especialmente el «Juicio del Siglo» contra los fondos buitre y el «Juicio por la renacionalización de YPF», las dos causas más onerosas en la historia de los juicios internacionales entre un país y un tribunal internacional, y que implican pérdidas por más de 22.000 millones de dólares.
- Normas Laborales y Ambientales: los TLC con Estados Unidos incluyen compromisos para mantener y mejorar las normas laborales y ambientales. Esto busca asegurar que el comercio no se realice a expensas de los derechos de los trabajadores o del medio ambiente. En este punto se especula con que el gobierno de Donald Trump no será muy exigente, ya que, básicamente, no cree en este tipo de protecciones.
- Acceso a Servicios: los TLC también suelen cubrir el comercio de servicios, facilitando la prestación de servicios financieros, profesionales y técnicos entre los países miembros. Se requiere para este tipo de acuerdo de libre comercio, que no sólo se facilite el intercambio de bienes, sino también de servicios. Fundamentalmente los financieros, auditorías, seguros, contables y de apalancamiento. Es una cláusula también innegociable, requerida fundamentalmente por las empresas norteamericanas, que quieren seguir trabajando con los agentes de servicios que ya tienen contratados. Es la cláusula que siempre trabó un acuerdo con la Unión Europea.
- Facilitación del Comercio: el tratado debe incluir medidas para simplificar y agilizar los procedimientos aduaneros, reduciendo el tiempo y los costos asociados con el comercio transfronterizo. En este capítulo Argentina debería realizar una verdadera revolución interna, ya que se lo considera uno de los países más complejos y burocráticos para intercambiar bienes y servicios, con un costo aduanero alto y que apunta más a las trabas que a la facilitación del intercambio.
Todos estos puntos llevan tiempo de negociación, medido en años. Se supone que en un caso como el argentino, no debería demorar menos de uno o dos ejercicios para su discusión. Y si se cumpliera ese plazo, sería tiempo récord en comparación con lo que sucedió con los casos de Chile, Colombia y Perú, los tres ejemplos de la región donde ya existe un tratado de este tipo. En el caso argentino, y acelerando al máximo la negociación, recién estaría listo y en los papeles para fines del 2026. Será ese momento donde comienza la segunda etapa. La política, nacional e internacional, que incluya tanto las negociaciones dentro del Mercosur como la aprobación parlamentaria local.
Lo primero que debe plantear la Argentina es, ante los otros tres estados del bloque (Brasil, Uruguay y Paraguay), la autorización para que el acuerdo con los Estados Unidos pueda estar vigente sin que el país salga del bloque sudamericano. Como eso es fácticamente imposible, Argentina debe pedir un permiso especial, que también sería rechazado. Ya ocurrió algo parecido durante la década pasada con Uruguay, que también buscaba un acuerdo con Estados Unidos con o sin el Mercosur. Brasil y la Argentina (en esos tiempos gobernada por el kirchnerismo), le aclararon a Uruguay que para tomar esa medida debía salir del bloque, decisión sobre la que el país vecino nunca avanzó. Se especula con que sería un paso que Uruguay no tomará con Yamandú Orsi, el flamante presidente oriental.
El tema de fondo que impide la autorización para que Argentina firme un acuerdo con Estados Unidos es Brasil, más bajo el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva. Si Argentina insistiera en el acuerdo, debería seguir ciertos pasos que, invitablemente, determinarían la salida del bloque.
Los pasos
- Notificación formal: el país interesado en salir del Mercosur debe notificar formalmente su intención a los demás Estados miembros. Esta notificación debe ser por escrito y enviada a través de los canales diplomáticos correspondientes.
- Negociaciones y consultas: una vez notificada la intención de salida, se llevarán a cabo negociaciones y consultas entre los Estados miembros para discutir los términos y condiciones de la salida. Esto puede incluir la resolución de cualquier obligación pendiente y la negociación de acuerdos bilaterales o multilaterales que puedan ser necesarios.
- Aprobación legislativa: en muchos casos, la salida de un tratado internacional requiere la aprobación del poder legislativo del país que desea retirarse. Esto implica la presentación de un proyecto de ley ante el Congreso o Parlamento y su posterior aprobación.
- Ratificación y publicación: una vez aprobada la salida por el poder legislativo, el país debe ratificar la decisión y publicarla oficialmente. Esto puede incluir la promulgación de una ley o decreto que formalice la salida del Mercosur.
- Cumplimiento de obligaciones pendientes: el país que se retira debe cumplir con todas las obligaciones pendientes que tenga con el Mercosur, incluyendo el pago de cualquier deuda o la finalización de proyectos en curso.
Todo este proceso demandaría no menos de uno o dos años. Incluyendo una larguísima negociación política dentro del Congreso, que dependerá del diseño que quede luego de las elecciones legislativas de octubre de este año. O, quizá, incluso del resultado de las elecciones presidenciales del 2027. Tomando los cálculos con racionalidad y realismo, lo más probable es que se trata de una decisión que quede para un eventual segundo mandato de Javier Milei, por su complejidad de negociación y la situación política actual de los libertarios.