Lunes, 02 enero 2023
Cristina Kirchner cree que el presidente hará su camino sin ella y tiene razón. El factor legal del PJ que alarma a La Cámpora. Llamados con intendentes para armar el mapa de aliados al proyecto presidencial.
Hay una serie de premisas que recorren la cabeza presidencial hace un tiempo y las confía a sus habituales interlocutores: la imagen negativa de Cristina Kirchner supera el 70% y no va a bajar, en la interna Cristina es imbatible pero en la calle no es competitiva, puede o no jugar él, pero sí será protagonista, y Sergio Massa terminará pidiendo lo que crea justo para quedarse dentro del espacio político al que pertenece hoy. No habrá un nuevo Massa antikirchnerista, no hay espacio, cree el presidente. Así entonces, los llamados con intendentes y gobernadores y el mundo obrero de la familia Moyano, ese que es fiel a Alberto Fernández pero que es impresentable en términos de imagen negativa, se terminaron por consolidar.
La tesis del albertismo choca como de frente con la mirada del Instituto Patria, donde sin eufemismos plantean: «Alberto nos lleva de la mano al desierto y por las dudas con una anchoa en la boca». Lo ven como un dirigente menor, sin liderazgo ni capacidad de construir, quieren que se corra pero saben que la pluma del Partido Justicialista es otra herramienta de la que se nutrirá para imponer criterios. Quieren que Eduardo «Wado» de Pedro se instale y forme parte de una fórmula presidencial a como dé lugar, incluso siendo segundo de Sergio Massa a quien con razón no le confían un minuto sus palabras.
Algunos querían que su plan fracase, o que no sea para nada exitoso y poder argumentar de nuevo en contra del tigrense, hoy convertido en el organismo de propiocepción del Frente de Todos. Sabe quién juega, qué pretenden Alberto y Cristina, dónde están paradas las intenciones camporistas de correrlo y cuán viables son esas críticas, y quiere ser presidente, como siempre.
Alberto cree que la economía seguirá un rumbo positivo, detalla en privado un país en el que no todos habitan, donde todo es récord positivo, de reservas, de empleo, de exportaciones, lo que sea es récord. Tal vez una buena pregunta que se pueda hacer el primer mandatario es: ¿cómo es posible que esas cifras extraordinarias coexistan con una desaprobación de 80% de su gestión, un 70% de imagen negativa de su figura personal y un porcentaje similar que al unísono quiere un cambio este año electoral en cuanta encuesta circule en los teléfonos de toda la dirigencia, sin importar el color? Será también un récord de locura colectiva, o algunos datos pueden ser ciertos y otros, como el crecimiento de 5.7% del PIB puede ser el rebote del desastre de 2020 y 2021, habrá que desmenuzarlo.
Sin originalidad, el presidente cree que buena parte del descontento es culpa de los medios de comunicación. De todas formas, con los Moyano adentro, Sergio Massa jugando a favor para evitar abrazar la revolución cristinista más visceral que se tenga memoria, y algunos gobernadores jugando en silencio, pueden gestar, cree Alberto, una candidatura para meterse en balotaje, ése es el pensamiento hoy del presidente.
Ahora bien, Alberto sabe que el pánico de los gobernadores no les permitirá apoyarlo públicamente, que la figura de Cristina y su forma de construir poder, esencialmente un depósito de rencor y venganza, hace que esa fuerza centrípeta de su persona esté intacta. Cada llamado es de atención o apercibimiento, aún más con las filtraciones de los chats, lo que no fue sólo un hecho fortuito de una persona, sino la desnudez absoluta de un sistema que interpeló al sistema político en su conjunto: la intimidad ha muerto y con eso todo lo dicho circula en las profundidades de los servicios para estatales, que empresarios y políticos consumen por igual, nadie sabe cómo terminará, pero saben que es un sistema indómito e imposible de dimensionar.
Massa es hoy quien mejor está parado para ser candidato, aún para ser quien pierda hipotéticamente, siempre y cuando se suponga la derrota quien no sale primero. Dicho de otra forma, si Massa logra ubicar cien diputados y quince senadores de su riñón, sacando 25% como candidato a presidente, ¿habrá ganado o perdido? Ser el jefe de la oposición con Juntos por el Cambio o Javier Milei como presidente no es un puesto menor, y más si un bloque parlamentario le permite bloquear de su teléfono para siempre a Cristina Kirchner y los ya para nada jóvenes de La Cámpora, que siguen azuzando en nombre de la revolución que alguna vez el presidente definió de forma quirúrgica: «Estos boludos son revolucionarios del iphone…arrancan muy tarde y les gusta vivir muy bien».