Lunes, 24 octubre 2022
Jean Maggi se enfermó de polio cuando era un bebé, ahora tiene 60 años y está detrás de un sueño que lo acompañó toda su vida. Es un sobreviviente y su historia inspiró el documental El límite infinito, producido por Juan José Campanella. En diálogo con periodista, recuerda la excepcional experiencia de haber estado en la cumbre del Himalaya
“Mi papá no tiene límites”, dice su hija menor en el documental El límite infinito, que fue producido por Juan José Campanella y está disponible en Netflix. A lo largo de 47 minutos retrata la historia de Jean Maggi, el cordobés que logró llegar a la cumbre del Himalaya en tan solo 11 días, haciendo todo el recorrido sobre una bicicleta adaptada para personas con discapacidad motriz, ya que había tenido polio con apenas un año. La reflexiva charla se da en el marco del Día Mundial de la Poliomielitis, que se conmemora cada 24 de octubre -en homenaje a los aportes del virólogo norteamericano Jonas Salk- y recuerda la importancia de la prevención a través de la vacunación, sin olvidar también la responsabilidad ciudadana, la lucha contra los prejuicios y los pendientes en materia social.
Hace poco más de dos décadas la vida de Jean estuvo en riesgo, y no una, sino 14 veces. Sus ingresos a terapia intensiva eran recurrentes, por una combinación de mala alimentación, la ausencia de actividad deportiva, y hábitos que no ayudaban a que mejore su estado de salud general. A sus 37 años sufrió un infarto, y ese fue el punto de inflexión para comprender todo lo que iba a perder si partía de este mundo. Como él mismo dice, “volvió a nacer” después de la colocación de un stent, y la fulminante mirada que intercambió con su esposa, Vicky -como la apoda cariñosamente-, que le recordó la importancia de cuidar su vínculo como pareja y la conexión como familia junto a sus cinco hijos.
En esos segundos en que sintió que no iba a haber un mañana, las prioridades se acomodaron y decidió luchar contra la estigmatización que padeció desde su infancia. “Me acuerdo que cuando era chico otros nenes me miraban y me querían preguntar qué me había pasado, pero las mamás les decían que se callaran, que no me dijeran nada, como si no hablar de mi discapacidad la fuera a hacer desaparecer; siempre se evadió la explicación y la concientización”, sostiene Jean, pero no pierde el optimismo, y enseguida aclara que “la sociedad está en un proceso de cambio en varios conceptos”.
Jean junto a su madre, Nelia, durante su infancia. «La he visto meter sus manos en agua hirviendo para ponerme trapos; ella era el amor más puro», cuenta Maggi en el documental El límite infinito
“La necesidad de informarse más, y los recientes brotes de poliomielitis creo que nos ponen en otro lugar, y yo siempre digo que soy un provacunador a pesar de lo que me pasó, porque creo que lo mío fue un accidente. A pesar de haberme enfermado por la vacuna, si bien falló en mi caso, hay otros 1.999.000 chicos que no tuvieron que pasar por lo que yo pasé gracias a que se vacunaron”, explica. En este sentido, recuerda que entre 1962 y 1963 tuvo lugar la transición de la vacuna oral SABIN con virus vivos atenuados, que era de fácil aplicación y generaba la posibilidad de vacunación masiva, hacia la vacuna inactivada SALK, de aplicación inyectable, pero catalogada como más segura y eficaz.
“Siendo grande, cuando me fui a hacer unos estudios a Estados Unidos, me comentaron que una de cada 2 millones de vacunas SABIN fallaba, y yo fui esa excepción”, detalla. Al año de vida, tuvo poliomielitis, que afectó su sistema nervioso central y le causó parálisis musculares, principalmente en sus piernas. Tal como informa el Ministerio de Salud en su sitio web, hasta el momento no existe tratamiento, y por eso resulta crucial la prevención mediante la vacunación. La misma fuente detalla que desde junio de 2020 el esquema de vacunación contra la poliomielitis se realiza completamente con la vacuna inactivada (IPV-Salk) en tres dosis, que se deben aplicar a los 2, 4 y 6 meses de edad, sumado a un único refuerzo a los 5 años en el ingreso escolar.
Jean Maggi el día que llegó a la cumbre del Himalaya, tras once días de una travesía donde enfrentó muchas adversidades (Instagram @jeanmaggiok)
“Una vez en una charla con Bill y Melinda Gates, que su fundación ha estado muy activa para lograr la erradicación de la polio, ella dijo algo que me quedó grabado, que se refuerza cuando escuché que en las alcantarillas de Nueva York hay virus de polio”, rememora sobre el encuentro que mantuvo con el magnate de la tecnología y su exesposa. Y agrega: “Ella decía que en un mundo tan globalizado el número debería ser 0, porque cualquier foco en un lugar del mundo es un riesgo súper importante; por eso la gente no tiene que relajarse ni pensar que la epidemia de poliomielitis fue hace mil años”.
Sueña con ese número mágico de “cero casos en el mundo”, y reflexiona sobre los obstáculos que siguen existiendo, y la desinformación como un gran enemigo a combatir con campañas públicas de concientización. “En Afganistán y en Nigeria todavía no se puede erradicar la polio, y es por ideología en gran parte; en Nigeria creen que la inyección les ‘mete el Diablo’, y en Afganistán el terrorismo no deja entrar los grupos de vacunación”, se lamenta.
Alma de soñador
“Mientras tenga la capacidad de soñar, no voy a dejar de perseguir mis sueños”, expresa Jean, recargado de entusiasmo. Desde hace dos décadas está en una racha deportiva memorable. Corrió maratones en Nueva York, Roma, Madrid, invadido por la felicidad que le produce recorrer distancias en bicicleta; cruzó a caballo la Cordillera de los Andes; representó a la Argentina en los Juegos Paralímpicos de esquí y nieve; y llegó a la cumbre del Himalaya.
Allá por 2016 creó la fundación que lleva su nombre, acorde al lema que aplica cada día: “Lo difícil se hace, lo imposible se intenta”. A través de la organización sin fines de lucro surgió también la fábrica Súperadaptados, donde trabajan personas con discapacidad que se dedican al armado de las bicicletas de mano que luego hacen llegar a quienes las necesiten. “Ya entregamos 2000 bicis, y no son solo para personas con secuelas de poliomielitis, sino también con otras discapacidades, para ofrecerles la valiosa independencia del movimiento”, celebra.
Jean Maggi en Superadaptados, la fábrica que fundó en la provincia de Córdoba, donde trabajan personas con discapacidad y arman bicicletas adaptadas para pedalear con las manos (Fundación Jean Maggi)
En el medio de la conversación lo invade la felicidad por las recientes nominaciones en los premios Emmy Suncoast 2022: El barrio documental compite en la categoría de diversidad, igualdad e inclusión; la canción el “El barrio” se encuentra ternada en música, composición, arreglos; y 1000 bicis Challenge en la terna interés humano. “Hicimos una canción con un videoclip donde se documentaron todas de las veces que fuimos a la Villa 31 a entregar bicicletas adaptadas con pedales de mano, y participaron Gerry Cea, Yadam Gonzales, y Dante Spinetta”, relata.
“Buscamos mostrar otra discapacidad, otro concepto, el de buscar una mejor convivencia entre todos los seres humanos de este planeta, porque tenemos que aprender a convivir cada uno con sus capacidades”, sentencia. Sus recuerdos lo remiten a la cantidad de veces que sin mediar palabra lo encasillaron en el papel de víctima y delimitaron sus posibilidades. “Siempre se ha asociado la discapacidad al ‘pobrecito’, como que todo lo que está asociado a la discapacidad está mal, y yo digo que no es así; somos personas fundamentalmente, que nos pasan cosas buenas y cosas malas, como a cualquiera, pero lo que hay que visibilizar es que también nos pasan cosas buenas”.
0 seconds of 1 minute, 0 secondsVolume 90%»Mi caso está en contra de todas las estadísticas», anuncia en el resumen del clip Jean Maggi, y se muestra decidido a cumplir otra meta inmensa
Cuando la cima es el espacio
Hace poco se graduó como astronauta civil en la National Aerospace Training and Research (NASTAR Center), y detrás de su irrefrenable tenacidad hay un sueño por cumplir. “Llevar la discapacidad al espacio”, proyecta, decidido a llevar esa bandera simbólica en su corazón. Hace dos años entrena para formar parte de la tripulación de un vuelo suborbital. “Logré la certificación en el único centro autorizado por la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA por sus siglas en inglés), el organismo que regula la parte aeroespacial dentro de Estados Unidos”, comenta.
“No había logrado asegurar mi asiento hasta el mes pasado, que firmé mi contrato con Virgin Galactic, que es la compañía que me va a ayudar cuando esté en el espacio”, cuenta. Fue todo un proceso que incluyó el aprendizaje de nociones prácticas y teóricas, pero hubo un momento en especial que quedó grabado en su memoria. “Hice la simulación de la gravedad cero en un avión parabólico donde quedás como flotando en el aire, y ahí fue muy representativo poder soltar los bastones y que floten, algo muy liberador que representa la libertad dentro de la discapacidad”, reflexiona.
Primero fueron las piernas biónicas, las que le dieron la posibilidad de aprender a caminar por primera vez a sus 50 años, después la bicicleta con la que ascendió hasta el monte más alto del mundo, y su superación constante desemboca en la sensación de “volar” durante varios segundos y aprender a dominar su cuerpo desde una perspectiva que antes le parecía imposible de concebir.
El cordobés realizó un entrenamiento físico y formación teórica sobre los vuelos espaciales: entre sus tutores, destaca al astronauta canadiense Chris Hadfield
Sueña con ver la Tierra desde el espacio desde que era un niño, y cada día está más cerca de cumplir ese anhelo
—¿Cómo fue el entrenamiento?
—Lo primero que hice fue volar en un jet L-39, como parte del entrenamiento para ascender en altura e irse acostumbrando. El año pasado estuve en NASTAR Center, y lo más bravo que tiene un vuelo espacial es la velocidad a la que se despega, que en mi caso era a 4500 kilómetros por hora, y cuando el cohete despega con vos adentro es como que la Tierra intenta atraerte, que no te vayas, y eso genera lo que se llama ‘fuerza G’. En el cohete al que voy a subir se siente la fuerza GX, que es la que viene de frente, y la GZ, que es la que viene de arriba. La X6 y la Z3 digamos que sería el equivalente a seis veces el peso de tu cuerpo, y tres veces el peso de tu cuerpo, respectivamente, entonces todo eso requiere de ciertas maniobras corporales para poder salir respirando, y que no te quedes sin sangre en el cerebro.
—¿Cuanta gente va a ir en el vuelo espacial que vas a hacer?
—Van piloto y copiloto profesionales con cuatro pasajeros. De ellos, uno soy yo.
—¿Y qué duración tiene el vuelo que vas a hacer?
—Dura todo una hora y media. Es muy cortito porque en el espacio estás solo tres minutos. ¡Pero qué tres minutos! Es un vuelo suborbital, es decir que la nave y vuelve. No es como el orbital, que es cuando un elemento en el espacio orbita la Tierra, por ejemplo, la estación espacial orbita la Tierra cada 71 minutos, da toda la vuelta. En ese caso los astronautas requieren entrenamiento de años y años, porque cuando el vuelo es más largo se necesitan otros tipos de naves y trajes para la radiación. Esto es una nave que sale 85 kilómetros del planeta y vuelve, pero podés ver la Tierra dentro del Universo, que no es poco. Dicen que el mejor recuerdo queda en la retina de los ojos.
Durante su formación también recorrió las instalaciones de SpaceX, la compañía de fabricación aeroespacial y de servicios de transporte espacial fundada por Elon Musk
—Ahora que ya tenés la certificación, ¿lo próximo es el viaje?
—Claro, por ahora lo que tengo es mi asiento dentro de la nave, con mi entrenamiento listo y aprobado. En este momento la compañía está esperando aprobaciones de la FAA, y una vez que se tenga la licencia, comenzarán los vuelos espaciales. Estoy a la espera, donde depende mucho más de la compañía que de mí.
—Pareciera que hablaras de vuelos programados de un aeropuerto, pero estas naves van al espacio
—[Suelta una carcajada] Lo que pasa es que en un futuro va a ser así, tal cual como decís. Esto es como cuando en 1926 despegó el primer avión, y ahora es súper común, ya lo naturalizamos. Yo creo que en pocos años esto también va a ser normal. Y si bien esto tiene mucha complejidad tecnológica, creo que es mucho más bravo ir al Himalaya, por el esfuerzo físico que implicó.
Oficialmente certificado y apto para un vuelo espacial suborbital, Jean Maggi está a la espera de cumplir otra hazaña: «Llevar la discapacidad al espacio»
—En el documental se ve la preocupación que sintió toda tu familia cuando te fuiste a la India detrás de esa meta, ¿qué piensan de este sueño?
—Ellos ya no piensan, ya están curados de espanto [se ríe]. Al principio me habían puesto como un ultimátum, como diciendo: ‘Esto del espacio no’, pero después me entendieron porque hace 12 años que estoy detrás de esto. Muchos piensan que lo del espacio es posterior al Himalaya, como si quisiera ir a un lugar más alto, pero es anterior en realidad. Yo soy contemporáneo a cuando Neil Armstrong pisó la Luna. En aquella época cualquier niño quería ser astronauta, y también estaba la serie El hombre nuclear, con el personaje de Steve Austin -encarnado por el actor Lee Majors-, y no tendré las piernas de él, pero tengo mis piernas biónicas. Así que casi que me terminé convirtiendo en un Steve Austin.
—Entonces venías siguiendo de cerca las novedades de los vuelos al espacio
—Sí, desde siempre. Y cuando noté que las empresas pensaban en llevar civiles, estuve más atento aún a cada proyectos. La verdad es que mandé cientos de mails sin respuesta, hasta que envié el link del documental Límite Infinito a la compañía con la que voy a volar, para aprovechar la sinergia y la popularidad que me brindó esa exposición. Y ahí me dijeron: ‘Si algo te tiene que dejar afuera, que sean las pruebas del entrenamiento, pero no la discapacidad’. Finalmente aprobé todo y firmé el contrato hace poco. Es un logro importante, pero como siempre digo: mis medallas algún día un tataranieto las va a tirar, oxidadas y viejas; las marcas alguien las va a superar, porque alguna vez otra persona va a hacer el Himalaya en diez días en vez de en 11 como yo; pero las huellas no las borra nadie. Cuando le cambiás la vida a otro, queda eterno en el tiempo.
Toda la familia vestida de gala para el casamiento del hijo de Maggi, los mismos que en diciembre dirán presente en la ceremonia de los Emmy Suncoast en Orlando (Instagram @jeanmaggiok)
—Y ahora en diciembre se viene la ceremonia de los Emmy Suncoast, con la felicidad de esas tres nominaciones
—Es el broche de oro, porque voy a ir con toda mi familia a Estados Unidos. El año pasado cuando ganamos en la categoría de interés humano por Súperadaptados, fue todo virtual, y ahora vamos a poder ir presencial. Es muy significativo para mí, para mi esposa y mis hijos, que pasaron del padre que era ’el pobrecito’ al que quieren que vaya al colegio a contar su historia. Esa transformación la motivaron ellos y tengo la oportunidad de transmitir un mensaje. Como dije en el documental: salir de la zona de confort es genial, pero lograr que otro se movilice y salga de la zona de confort, eso es lo maravilloso.