Lunes, 16 de diciembre de 2024
La semana pasada fue la que más claro le dejó a Cristina Fernández de Kirchner que el poder es finito. Sin gobernadores ni la CGT, acompañada por un puñado de intendentes, su futuro se insume rápido.
Cristina Fernández de Kirchner lo sabe. Debió ir por el Partido Justicialista que tanto detestaba como un salvo conducto para asegurarse la conducción de una organización que solo sirve para presentarse a una elección. Hasta hace poco creía que su sola determinación iba a valer para acomodar al resto, tal cual venía pasando desde hace más de una década. Inclusive cuando ella estaba por debajo del presidente Alberto Fernández el mundo sabía que el poder lo tenía ella, y eso no cambio siquiera cuando Unión por la Patria perdió contra Javier Milei.
Sin embargo, ella, tan atenta a casi todos los detalles, no tomó nota de que la bronca que se destapaba lejos de su despacho del Instituto Patria existía solo se disimulaba si era necesario al ir a visitarla. Intendentes, sindicalistas, gobernadores y dirigentes en general refunfuñan y tienen como certeza que la ex presidenta de la Nación es un límite para cualquier proyecto político exitoso.
Esta semana se dieron por primera vez todo eso junto y delante de ella. El lunes, en Moreno, su principal producto político, Axel Kicillof, no la escuchó ni le contestó en toda la jornada. Hizo como si no existiera. Y, el miércoles, en la Universidad Metropolitana del sindicato de encargados de edificios, cuando asumía como jefa partidaria, se dio cuenta que la columna vertebral del peronismo, el movimiento obrero, casi vació el de dirigentes con esa procedencia y ni que hablar los gobernadores, que directamente brillaron por su ausencia.
Sin el movimiento obrero ni los jefes territoriales, Cristina sabe que su incidencia electoral solo sirve para el Gran Buenos Aires. Por eso había varios intendentes, aunque por primera vez no fueron todos. Por esta misma razón rompió con la mística que siempre se autoimpuso y concedió sentarse en una mesa donde debía compartir el protagonismo.
Cristina Fernández de Kirchner exige que las elecciones en la Provincia de Buenos Aires, donde el peronismo también es conducido por ella a través de su hijo Máximo, sean concurrentes con las nacionales. Si Kicillof decidiera desdoblar, proponiendo una fecha previa para la selección de los legisladores bonaerenses, esa separación en el calendario también se daría en la política, porque como siempre queda demostrado, los intendentes mueven todo y más para defender y ampliar su poder territorial pero hacen lo justo y necesario para todo lo demás, se llame Cristina, Sergio Massa o Daniel Scioli, cuando era parte de ese mismo equipo.
¿Toda esta descripción puede suponer que su predominancia política es escasa? No. CFK Aún mantiene la mayoría de las voluntades políticas que se relacionan con el peronismo. Y con eso siempre se las ingenia para imponer sus decisiones y elecciones en las listas que están a su alcance.
Por eso el gobernador de la Provincia de Buenos Aires hace bien en dudar sobre qué hacer en el futuro inmediato aunque haya pasado un límite que nadie consiguió en el pasado. Le ha dicho que no en dos oportunidades y sin embargo sobrevive en la cima del poder.
A diferencia de Alberto Fernández, un espejo en el que todos los días se mira, Kicillof decide lo que cree más conveniente para su proyecto y el de todos los que necesitan que a él le vaya bien y el tiempo no solo le da la razón sino que expone con brutal claridad que cada vez que le impusieron un funcionario o quisieron hacerlo los involucrados terminaron en escándalos como los de Martín Insaurralde o ahora Jorge D´Onofrio.
Raro que en esta oportunidad haya sido mucho más paciente y hasta condescendiente con el Ministro de Transporte bonaerense que lo que fue con su ex jefe de gabinete. ¿De verdad creerá que el costo lo seguirá pagando quien lo sugirió para el cargo, el ex candidato presidencial Sergio Massa? Hasta ahora cualquier viento relacionado con la corrupción ni lo rozó. No sea cosa que por creer que todo es una operación mediática no tome nota que esto puede pegarle de manera directa.
Los intendentes, que esperan una señal legislativa que los habilite para ser eternos, no sienten que sea un dirigente como lo son ellos o la propia ex vice presidenta de la Nación. Los más expertos creen que no puede pelearse con Cristina Kirchner sin correr el riesgo de perder el manejo legislativo y pasar a penar los próximos tres años que le quedan de mandato, sin dinero nacional y con tiroteos políticos provenientes de La Cámpora casi diariamente.
En la Casa de Gobierno provincial, en cambio, confían que esa virtual victimización, que a veces sobreactúa, puede generarle un apoyo adicional. “Cada vez que lo putean la gente empieza a preguntarse por qué y cuando lo descubren se ponen de su lado”.
¿Cómo que lo descubren?, preguntó el periodista. “Sí. La gente que no tiene nada que ver con nosotros, aunque siempre nos relacionó con ella cuando Cristina nos critica se pregunta por qué. Y ahí Axel saca una gran diferencia”, se entusiasman los equipos de sociólogos que están en el día a día de la campaña provincial.
Estos quince días finales del año servirán para saber hasta donde hay voluntad de unos por dañar al gobernador y cuánto de este por separarse de su pasado. Atrapante si no fuera porque en esas decisiones están como espectadores los ciudadanos bonaerenses.