A veces, el tiempo juega en contra y obliga a una cancelación o aun cambio de planes, como ocurrió con la fecha inaugural de festival Noches del Lunario cuando una alerta meteorológica corrió el recital de Cruzando el Charco y Koino Yokan de viernes a domingo. Otras, acompaña los deseos de un artista y su público a cielo abierto.

En una suerte de diálogo pluvial, bastó que Cristian Castro mencionara “la humedad y el calor” de la noche del último viernes en Rosario para que una brisa comenzara a empujar el vaho que envolvía y replicaba el Anfiteatro Humberto de Nito.

Pero ese no fue el único acontecimiento “meteorológico”: con la precisión de un engranaje mecánico, bastó que comenzaran los primeros acordes de “Lloviendo estrellas” para que las nubes, que se habían agrupado en horas de tarde, drenaran las precipitaciones de los fallidos pronósticos de los últimos tres días.

Ese acuerdo tiempo/espacio entre cinematográfico y “épico” –como lo calificó una de las personas con más recitales vistos en la ciudad– fue, en rigor, el desenlace de una historia que comenzó a las 21.17 y que tuvo al artista mexicano como protagonista.

Cristian Castro regresó a Rosario como parte de la grilla de mencionado festival. Con localidades agotadas desde varias semanas antes del show, el público, que abarrotó en predio del Parque Urquiza, fue cómplice en “cada momento” del concierto que se extendió por poco más de una hora y media.

Lo hizo entre pelucas azules, vinchas con luces, coreografías a los manotazos, carteles y hasta llanto, en un coro humano que se cantó todo.

En el escenario, organizado en tres escalones, con una pantalla de cierre y otras laterales, Castro estuvo la mayor parte del tiempo en la base, en un espacio delimitado por un rectángulo blanco con alguna elevación. Desde ahí, hizo lo esperado: cantó. Y cómo.

Vestido con traje blanco, recorrió su repertorio entre baladas, boleros, cumbias, cuarteto y mariachis. Con pasos cortos, contoneos y algún que otro gesto de quien rasguea una guitarra, llenó el espacio con su voz.

“Estoy agradecido” fue la frase que repitió una y otra vez en un diálogo constante entre canción y canción.

“Como están sudando por ahí, más que yo”, “está más húmedo que Cancún” o “quiero escuchar los gritos del amor” fueron parte de la conversación de Castro.Algunas tuvieron respuesta.

—Me quiero sacar el saco…
—Sacatelo
—Que se quede en cuero

La noche abrió con “Si fuera por ti” y siguió con “Amor”, “Amor eterno” y una gran versión de “Lloran las rosas” con una entrega vocal al límite.

Mientras los minutos pasaban, las precipitaciones intermitentes intercalaban momentos húmedos con otros secos. Algo se gestaba más arriba. Abajo, el guion siguió con un fragmentos de “Amor”, “Ángel”, “Por amarte así”, “Después de ti ..¿qué?” y “Mi vida sin tu amor”. Para este medley en un registro «boleros”, se sumó un set de cuerdas.

Con “No hace falta”, en otro pico de intensidad vocal de Castro, el curso del recital recuperó el tono de balada en un también popurrí que incluyó “Lo mejor de mí”, “Si tú me amaras” y “Ella”.

“Traje unos bóxer que quiero compartir”, avisó Cristian desde el escenario, como quien busca la complicidad después de las críticas que recibió por su quedarse en ropa interior durante un show de Miranda!.

Cumplidos los 50 minutos de concierto, el vocalista invitó a una banda de mariachis a recorrer algunas de sus canciones como “Mi castigo, tu desgracia” y “Mañana, mañana”, que cerró con “Vuélveme a querer”.

El homenaje a la “cumbia santafesina» llegó con “Solo” y le abrió la puerta al «set de cuarteto» en el que sonaron “Así era ella”, “Hola” (la colaboración con Ulises Bueno) y “Yo quería”.

“Les pido disculpas porque no he sacado un disco nuevo”, lanzó Castro desde el escenario y, otra vez, como buscando complicidad, indicó: “Otra vez están mi cosas personales”.

Con una hora veinte de recital, “No podrás” marcó el cierre de “los sets” y comenzó a mostrar la línea final. Un pifie en el puente que remontó con ese falsete que expuso cada vez que quiso, Cristian demostró que aún había resto.

“!Que copao!”, dijo, antes de mencionar por segunda vez a las pelucas azules que se veían en las gradas del Anfiteatro.

El acto de cierre casi coregrafiado comenzó con los primeros acordes de “Lloviendo estrellas”. Lo dicho: un aguacero regó con fuerza durante toda la canción. Tras una breve salida del escenario, Castro fue por el bis: “Azul”.

Poco antes de las 11 de la noche, los que habían resistido a la lluvia comenzaron a salir. El agua escurrió un rato más. El guiño del tiempo, quedó.