Jueves, 20 de marzo de 2025
El 20 de marzo de 2020, los argentinos despertaron ante un escenario inédito: calles vacías, controles policiales y una incertidumbre que marcaría a toda una generación. A cinco años del inicio de la cuarentena por el Covid-19, este relato reconstruye el primer día del aislamiento obligatorio decretado por el gobierno, sus efectos inmediatos y las imágenes que quedaron en la memoria colectiva
Las calles estaban desiertas el viernes 20 de marzo de 2020. El primer día de la pandemia amaneció con postales jamás vistas de la Argentina. Lugares que eran hormigueros, como la Avenida 9 de julio, o destinos vacacionales que en marzo todavía recibían turistas, como Mar del Plata, estaban vacíos, como si no quedaran rastros de humanidad. El silencio era ensordecedor, si no fuera por el canto de las aves, que pasaron a ocupar el primer plano. Hasta ese momento, el oído estaba acostumbrado al ruido de los motores, de la gente al pasar, al sonido de las rueditas de mochilas arrastrándose camino a la escuela. Pero todos esos sonidos cotidianos se esfumaron.
Los argentinos despertamos con una sensación de asombro y, al mismo tiempo, con una profunda incertidumbre tras el anuncio del entonces presidente Alberto Fernández. La normalidad estaba interrumpida y el aislamiento marcaría a cada argentino de por vida, como un sello de fuego. Hoy se cumplen cinco años del inicio de la cuarentena, uno de los principales capítulos de la historia reciente. Por cierto, oscuros.

Las palabras de Fernández fueron claras la noche anterior. Concisas para que a todos los habitantes del país no les quedara ninguna duda. En cadena nacional y por Decreto de Necesidad y Urgencia declaró el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio a partir de las 00.00 del 20 de marzo del 2020, al que debían “someterse” todos los argentinos. “Esto quiere decir que, a partir de ese momento, nadie puede moverse de su residencia, todos tienen que quedarse en sus casas. Es hora de que comprendamos que estamos cuidando de la salud de los argentinos”, explicó con una mirada grave, en el centro de la escena, rodeado por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales y el santafesino Omar Perotti.
Las razones para declarar esta cuarentena que sorprendía a los argentinos que tuvimos que ir a mirar los libros de historia para saber cuándo había sido la última, se prolongaba originalmente hasta el 31 de marzo.
Una de las palabras de ese discurso que quedaron grabadas en la memoria colectiva, mientras circulaban imágenes de hospitales colapsados en Italia, fue que el gobierno argentino había tomado “el toro por las astas desde el comienzo”. Y agregó: “nos hemos abocado a dar respuestas rápidas, aprovechando que Dios nos dio una oportunidad, que es darnos tiempo, para poder prevenir el avance del virus”. No así con los países llamados “críticos”, con los que había sido despiadado. En la Argentina había 128 casos confirmados hasta esa fecha, de los cuales 3 habían fallecido. Nadie imaginaba que, con el tiempo, el Covid-19 se cobraría 130 mil vidas en el país. Ni todo lo que vendría después. La incertidumbre y el miedo dominaban la escena.

Fernández enumeró todas las medidas que se habían tomado y por lo pronto no eran suficientes para desacelerar la velocidad de los contagios para los que el sistema sanitario no estaba preparado. Entre ellas, la suspensión de clases, la cuarentena obligatoria de 14 días para los viajeros que llegaban de zonas de riesgo, el teletrabajo, asuetos administrativos, licencias laborales para mayores de 60 años, la cancelación de eventos masivos y cierre de fronteras. Sin embargo, advirtió, “seguimos teniendo problemas de gente, que no entiende que no se puede circular por las calles, en estas condiciones”. Por ello, el gobierno nacional decidió endurecer las restricciones y movilizar fuerzas de seguridad para controlar el cumplimiento del aislamiento.
El presidente explicó que no había que salir de los hogares, excepto para lo indispensable “para seguir viviendo la vida habitual” , una nueva normalidad que se traducía en hacer compras en los negocios de cercanía, almacenes, supermercados, ferreterías, farmacias, y no mucho más. Sacar la basura o llevar al perro de paseo para hacer sus necesidades, una excusa que servía para salir un poco más a la calle que el resto.

A partir de las 00.00 horas, la Prefectura, la Gendarmería, la Policía Federal y las policías provinciales estarían controlando la circulación por las calles, avisó Fernández. “Y entiéndase que aquel que no pueda explicar lo que está haciendo en la calle se verá sometido, a las sanciones que el Código Penal prevé para quienes violan las normas que la autoridad sanitaria dispone, para frenar una epidemia o – en este caso – una pandemia. Y advirtió severo, el mismo presidente que transgredió todas sus reglas como se pudo probar un año después con la famosa foto de la denominada “Fiesta Vip” en la Quinta de Olivos: “Vamos a ser absolutamente inflexibles, la realidad es que está es una medida excepcional, que dictamos en un momento excepcional, pero absolutamente dentro del marco de lo que la democracia permite”.
La primera dama, Fabiola Yáñez, quien en 2024 denunció al expresidente por violencia de género, difundió en sus redes sociales el 19 de marzo un video con famosos llamando a la responsabilidad ciudadana. La frase “Quedate en casa” fue repetida por figuras como Lionel Messi, Tini Stoessel y Luisana Lopilato.
El principio de una pesadilla colectiva
El primer día de la cuarentena fue un día muy diferente a todos. El aislamiento atentó contra la libre circulación y trajo consigo consecuencias dramáticas: afectó la economía, impidió el acompañamiento de enfermos y ancianos, postergó cirugías, consultas al médico, la asistencia a la escuela. El 20 de marzo de 2020 fue, para muchos argentinos, el principio de una pesadilla. Fue el día en que se estableció la división entre los trabajadores esenciales, que podían circular y los no esenciales, obligados a permanecer en sus casas.

Los noticieros mostraron calles vacías y una reducción histórica en el transporte público. En Buenos Aires, el tránsito vehicular cayó un 80% y la cantidad de pasajeros en el subte disminuyó un 90%.
Uno de los primeros detenidos en la cuarentena fue un joven de 26 años en la capital cordobesa. Al ser interceptado por la policía en horas de la madrugada y ser interrogado sobre hacia dónde se dirigía, respondió “no tengo que darle explicaciones a nadie”. En Plaza Miserere, un hombre que había llegado de Brasil fue retenido durante horas tras ser denunciado por un colectivero a quien le llamó la atención el tamaño de su mochila y manchas de tierra colorada en las zapatillas. El joven que intentaba regresar a su casa en Mercedes salía en todos los canales de la televisión. Un conductor de un programa se refirió a él en estos términos: “Estúpidos como este, argentino, que volvió de Brasil le importa tres cuernos lo que dice el presidente, lo que dice el infectólogo, lo que dice el médico…”.
Eran muchos los ciudadanos que se habían ido de vacaciones al exterior, o estaban en viajes de estudios y no encontraban la forma de volver. Las fronteras se cerraban y cada vez era más difícil regresar a casa.

Siete parejas detenidas en un hotel alojamiento
El operativo en un hotel alojamiento del barrio de Balvanera fue uno de los eventos que marcó el día con siete parejas detenidas. La privacidad garantizada de la cochera conectada con la habitación no había servido demasiado. Sentados en el piso, los detenidos debieron cubrirse con esmero la cabeza. La redada comenzó cuando un policía vio salir a una pareja del edificio. De ahí en más, las cámaras se encendieron frente a sus puertas, dando lugar a comentarios de todo calibre en los estudios de televisión. “¿Pero qué hacen ahí?”, dijo indignado un panelista. “Si querés te lo explico”, respondió una periodista riéndose.
Mientras tanto, las redes sociales criticaban a Marcelo Tinelli por haber viajado en avión privado a su casa en Esquel antes del anuncio del aislamiento. “Hace 22 años que tengo casa acá y vine a mi casa a hacer la cuarentena con mi familia. Tengo domicilio en esta ciudad desde el año 1998″, explicó el conductor de ShowMatch en diálogo con Teleshow. Las quejas durante aquellos días apuntaban contra los que se habían “escapado” de la ciudad a los destinos de la costa y se convertían en una amenaza donde el Coronavirus no había llegado.
En los programas de entretenimiento clásicos de la noche, había menos personas en el estudio, curiosamente había participantes en medio de tantas restricciones, pero ya estaba delineadas las distancias. Leo Montero explicó en “Mejor de Noche”, emitido en El nueve, que había menos onda en el programa, por la ausencia de los reidores. ”Bienvenido por estar acá, con los recaudos pertinentes”, le dijo al participante.
Mónica Gutiérrez respondía en su espacio en El Trece las dudas de muchas personas que no tenían claro si podían circular en bicicleta si los deliverys lo hacían. “No, no se puede salir en bicicleta para pasear” . Minutos después, un zócalo anunciaba: “Si salís de tu casa sin justificación podés ir preso”.
El 20 de marzo dos turistas alemanes se escaparon de Córdoba para poder tomar un vuelo para ser repatriados y no respetaron la cuarentena, contaba el movilero, que a su vez recomendaba a la audiencia quedarse en casa: “hasta este momento la única solución a esto es aislarse porque no hay cura, no hay remedio”. Todavía no quedaba claro el escenario. Si tendríamos días encerrados o se estaba frente a un panorama apocalíptico. Todo el mundo elaboraba sus propias teorías.

Más de 300 pasajeros aislados en un hotel de la calle Cerrito se asomaban por las ventanas, pidiendo explicaciones, comida, agua. La noche anterior Luca Singerman, un joven de 21 años había llegado a Buenos Aires en Buquebús desde Colonia, con un resultado positivo de Coronavirus y lo avisó a bordo, llegando al país. De manera que se activó un operativo de protocolo en el que se aisló a todos los pasajeros, quienes estaban muy asustados. El joven regresaba de un viaje de estudios en Países Bajos, y se había hecho el análisis sin esperar a obtener el resultado para volver a su casa. Luca fue procesado sin prisión preventiva y tuvo un embargo por 25 millones de pesos.
Esa tarde, los medios también estaban cubriendo las largas filas en los supermercados ante la situación incierta, donde las personas buscaban “stockearse” por si acaso. Alguien comparó el movimiento de gente a un 23 de diciembre cualquiera. Si bien tomaban un metro de distancia entre una y otra, existía preocupación por las aglomeraciones que multiplicaran los contagios. Había que “aplastar” la curva. La gente empezaba a adoptar nuevos términos pandémicos. Aprendía a lavarse bien las manos y hacer barbijos en casa.
La incertidumbre también se reflejaba en la falta de información clara sobre permisos de circulación y restricciones. Los noticieros advertían sobre la prohibición de visitas a geriátricos, la interrupción del trabajo de empleadas domésticas y el cambio de modalidad de los comedores sociales para la entrega de alimentos.
Los músicos también esa noche empezaron a cantarle a la gente encerrada, en las redes o canales de Televisión. Sandra Mihanovich cantó una ese histórico día.
A cinco años de aquel 20 de marzo, el día en que la vida cambió radicalmente para los argentinos, los efectos de la pandemia y sus restricciones siguen siendo objeto de debate.