Domingo, 27 agosto 2023
El uso de bots y trolls en campañas políticas digitales para manipular la opinión pública, pone en evidencia las sombras que se esconden detrás del presunto activismo espontáneo en redes sociales. Cómo distinguir entre la participación genuina y la artificial para evitar ser engañados y la amenaza de la inteligencia artificial

No es ninguna novedad que los partidos políticos recurren a un complejo entramado de activistas digitales en las redes sociales con el propósito de instalar candidatos, debilitar a la oposición, instalar ideas o influir sobre la opinión pública. Para llevar adelante estas acciones, utilizan tanto individuos reales, como militantes de buena fe y personal rentado a organizaciones dedicadas específicamente a esta tarea. No solo se apoyan en humanos para difundir el mensaje, sino también en cuentas automatizadas conocidas como bots.
Esta estrategia de marketing de honestidad cuestionable se conoce como astroturfing, una táctica que consiste en ocultar a los verdaderos promotores de un mensaje o un movimiento, para que parezca que tiene raíces genuinas y espontáneas, respaldada por participantes auténticos. El origen del nombre es bastante curioso, ya que está inspirado en una marca de césped artificial, AstroTurf, diseñado expresamente para parecer pasto natural.
Las empresas que se dedican a este tipo de campañas suelen tener una cantidad enorme de cuentas creadas en plataformas como X (antes Twitter), Instagram y Facebook que simulan ser usuarios reales. Muchos de estos perfiles responden a caracterizaciones específicas, ya sean hinchas de clubes de fútbol, fans de Taylor Swift o amantes de los viajes y la fotografía. Independientemente de su tipología, cuando no están trabajando, muchas veces estos usuarios ficticios realizan publicaciones esporádicas relativas a sus temas de interés para aparentar humanidad.

Llegado el momento, el encargado de manipular estas cuentas pondrá a funcionar la máquina de persuadir, y cada uno de estos perfiles emitirá un mensaje de apoyo al candidato o producto en cuestión, responderá a sus publicaciones y retuiteará sus comentarios. El objetivo es claro: crear tendencias, manipular la opinión pública, influir en la percepción de los medios de comunicación y sobre todo, movilizar a la tropa propia, animándolos a participar siguiendo el ejemplo.
Cuando el comportamiento de estos perfiles falsos está automatizado y controlado por un algoritmo, se trata de un bot, un software diseñado para realizar este tipo de tareas repetitivas de manera autónoma. Un enjambre de estas cuentas administradas por el mismo sujeto u organización forman una botnet. Con esto, pretenden crear la ilusión de que un hashtag, un usuario o una palabra clave tienen más interacción o popularidad de la que tienen en realidad, manipulando los algoritmos de las redes sociales para tener un efecto en las tendencias.
Dependiendo de la gestión de los bots que componen la botnet, puede resultar más o menos sencillo reconocer que estamos ante cuentas automatizadas. En general, los bots suelen publicar en cualquier horario y con considerable frecuencia, muchas veces retuiteando o dando me gusta a otras publicaciones. Sin embargo, también hay personas que exhiben este comportamiento, por lo que no podemos basar la identificación de un bot en un solo factor, sino en la suma de varios indicios.
Según el Oxford Internet Institute, un departamento multidisciplinar de investigación de la Universidad de Oxford que se ocupa de las ciencias sociales de Internet, más de 50 publicaciones al día pueden ser indicio de una conducta sospechosa, mientras que el Laboratorio de Investigación Forense Digital del Atlantic Council eleva esta cifra a 72. La misma organización resalta que una cuenta que publique más de 144 tuits diarios tiene altas probabilidades de ser un bot. De cualquier manera, hay algunos usuarios reales que exhiben un comportamiento similar, por lo que no es necesariamente un factor determinante.
Un aspecto a tener en consideración al momento de reconocer si estamos ante un bot es la información básica de la cuenta. Muchas veces no suelen tener detalles personales, como una foto de perfil, una breve biografía o incluso un nombre, que tan solo se reduce a un identificador numérico. También se puede verificar si las cuentas forman parte de una misma red observando sus publicaciones, si comparten el mismo tipo de contenido simultáneamente, seguramente están configuradas para ello.

Los bots de redes sociales son programas informáticos que simulan ser usuarios reales y generan contenido automatizado
Una característica común de los bots que forman parte de la misma red es la fecha de creación. Encontrarse con muchas cuentas creadas en la misma semana, o incluso en el mismo día, puede ser una señal de pertenencia a la misma botnet. De todos modos, es importante destacar que no todos los bots tienen un fin político, también existe una innumerable cantidad de cuentas automatizadas que comparten noticias o contenidos culturales sin buscar alterar la opinión de los usuarios.
Los últimos avances en inteligencia artificial, especialmente en modelos de lenguaje como ChatGPT, han hecho que estas cuentas sean más difíciles de identificar, al aumentar significativamente las capacidades de los bots y hacerlos sumamente convincentes. Un estudio reciente del Observatorio de Redes Sociales de la Universidad de Indiana, en EE.UU. descubrió una red de más de 1.000 cuentas falsas en X dedicadas a promover criptomonedas, cuyas publicaciones eran prácticamente indistinguibles del contenido creado por humanos. Esto apenas raspa la superficie de la creciente amenaza que representan las botnets impulsadas por IA, con un potencial de desinformación, manipulación y daño sin precedentes.
Otros viejos conocidos de la fauna de internet son los infames trolls, quienes ya se han convertido en una suerte de arquetipo de las comunidades en línea. Allí donde haya un espacio para comentar o un mensaje para responder, casi sin excepción será aprovechado por alguno de estos provocadores anónimos, que intentará generar reacciones emocionales en los usuarios con su comportamiento incendiario. A diferencia de un bot, un troll siempre es un usuario real.

Estos personajes forman parte de la historia cultural de internet, y tienen su origen en Usenet, una plataforma descentralizada de mensajería y discusión que, en cierto modo, sentó las bases de los foros y las redes sociales que conocemos actualmente. En general, los trolls de internet tienen como objetivo molestar o llamar la atención de otros usuarios, intentando exasperar al mayor número de personas posible en cada interacción.
Si bien los trolls pueden tener una agenda política o ideológica, muchas veces simplemente disfrutan molestando a los demás. No obstante, para lograr esto, muchas veces recurren a manipular la información a través de noticias falsas o la edición de imágenes, creando contenido diseñado específicamente para generar indignación o confusión. Algunos usuarios genuinos suelen cometer el error de difundir este tipo de material sin verificarlo previamente, contribuyendo a la confusión y distorsionando la legitimidad de las interacciones.
La comunicación no verbal también puede dar lugar a malos entendidos, y en ocasiones, el humor negro, el sarcasmo o la ironía pueden ser interpretados como burlas o ataques personales, provocando que otros usuarios reaccionen agresivamente o acusando al autor del mensaje de ser un troll.
También es común que se señale como troll a cualquier persona que no comparta una opinión, entendiendo este desacuerdo como una provocación o un intento de generar polémica. Este suele ser el comienzo de un espiral de insultos y acusaciones cruzadas que dificultan el diálogo constructivo y el respeto a los diferentes puntos de vista. En muchos casos, estas discusiones no aportan nada positivo ni resuelven los problemas que se plantean, sino que generan más tensión y malestar entre los participantes, que, ahora sí, exhiben un comportamiento efervescente más similar al de un troll que a la de una persona centrada en sus ideas.
Por eso, es esencial saber distinguir entre una perspectiva diferente o una crítica fundamentada de una provocación malintencionada, y así evitar caer en la trampa de los trolls. En cualquier caso, lo mejor es ignorar el mensaje y seguir adelante. “No alimentes al troll” es un dicho que recuerda la importancia de no darle la atención que pretenden. Es más constructivo enfocarnos en interacciones respetuosas con quienes buscan un debate enriquecedor, mientras honramos la esencia primordial de internet: la comunicación y el intercambio de ideas.