Domingo, 01 enero 2023
Lo había confirmado a Vilma Ibarra y sus ministros cercanos. Cree que Horacio Rosatti es corrupto y parcial y tiene que dejar el organismo. Está en Brasil para asistir a la asunción de Lula Da Silva.
Alberto Fernández hizo público hoy : va por la Corte y la cabeza de Horacio Rosatti, se hartó de medir la falta de imparcialidad y lo viciado que a sus ojos está el Máximo Tribunal, así se lo hizo saber a Vilma Ibarra, la secretaria de Legal y Técnica y lo pensaron juntos. Cree que son un organismo político que se dedica sistemáticamente a perjudicar al Gobierno y trabajar a contra mano de lo que el país necesita. Así lo explicó en su texto que hizo público a las 9.30 en redes sociales, donde hizo un racconto del año y aclaró los pasos venideros.
Lo planteó sin vueltas y es sólo el comienzo de un año inolvidable del vínculo del Poder Ejecutivo y la Justicia: «Convoqué a los señores gobernadores que acompañaron al Estado Nacional en su planteo contra la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para que, en conjunto, impulsemos el juicio político al presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, para que se investigue su desempeño», definió.
«Empezó la feria, la estábamos esperando más que el aguinaldo», dijeron entre risas esta mañana desde la Corte Suprema al enterarse del pedido de juicio político, no le dan entidad al recurso. Alberto Cree que Horacio Rosatti es un inmoral, parte de un engranaje corrupto y que su entorno colabora con eso, lo quiere fuera de la Corte y se lo confirmó a sus ministros la semana pasada.
Ahora formalizó lo que viene masticando hace tiempo: lo quiere afuera del tribunal y generar una Corte que se apegue a la Constitución. Lo charló esta semana con Santiago Cafiero y Juan Manuel Olmos: «No quiero la corte de los milagros ni la servilleta ni nada, quiero tipos que laburen y saquen fallos objetivos, no otra cosa», les dijo, y comenzó a bocetar el pedido de juicio político en un párrafo perdido al final del texto de fin de año. Se adelantó hace días, la furia presidencial con Rosatti es total y no tiene retorno.
La embestida final fue los supuestos chats, cuya veracidad no se comprobó aún, entre Silvio Robles hombre de confianza de Rosatti y el ministro de Justicia porteño, Marcelo D´alessandro. Fernández tiene el peor de los conceptos desde que Robles trabajaba con Felisa Miceli, la ex ministra de Economía que dejó su cargo por el inexplicable dinero hallado en su baño ministerial. Fue Robles el encargado de armar la defensa de la ministra y según Fernández la entregó y fue el causante de todos los males.
Lo cierto es también que Robles hace ya muchos años que es un reconocido lobista con contactos e injerencia directa en jueces, periodistas y empresarios que recorre con particular habilidad los despachos y lugares donde el poder habita. El poder lo llama y lo necesita, dista mucho de ser un improvisado y así logró ser sombra confiable de personas de máximo poder en el país. La gota que rebalsó el vaso fueron las conversaciones de Telegram si es que son ciertas, pero el clima ya se había enrarecido desde que la Justicia empezó a avanzar sobre la corrupción de Cristina Kirchner, ahora ya condenada por saquear el estado desde una organización criminal planificada, a ojos de los jueces que la juzgaron.
Alberto cree que el momento es ahora, por eso puso quinta a fondo, el descrédito que tiene el poder judicial, el año electoral venidero y la interna propia del Consejo de la Magistratura fueron condimentos que hicieron la receta del pedido de juicio político. Hay tal vez un ingrediente que el presidente debiera tener en cuenta: el vuelto. Únicamente quien tenga la certeza de que nada en contra podría volverse tras el pedido de juicio político, avanzaría como lo hace Fernández, que conoce a todos los jueces, ministros y lobistas hace una veintena de años. La mala relación con Rosatti data de hace 20 años, cuando Fernández le dijo a Néstor Kirchner que Rosatti era parte del problema y le detalló su corrupción personal.