Miercoles, 18 enero 2023
El actor, que con 79 años sigue siendo un galanazo, estrenó la obra El enganche en el teatro Broadway, con Miriam Lanzoni de coprotagonista y Osvaldo Laport en la dirección
Si hay calles mítica también debería haber actores míticos y en esa categoría entra Arnaldo André. Nació en Paraguay pero a los cinco años vino a la Argentina. Se quedó hasta los 9, volvió a su país para regresar a los 17. y no se fue más A los 26 debutó como actor con Mirtha Legrand y bajo la dirección de Daniel Tinayre. Como galán protagonizó novelas inolvidables como Pobre diabla, Piel naranja, Amo y señor, Amor gitano y Valientes. Por la calle, todavía le gritan “rojaijú”, el “te quiero” en guaraní que se decían Clara (Marilina Ross) y Juan Manuel, su personaje en Piel naranja.
Las novelas rompían el rating y paralizaban audiencias, pero Arnaldo logró mantener la distancia perfecta entre su vida pública y privada, entre lo conocido y el misterio. Hoy, con 79 años parece haber encontrado la fórmula para romper el reloj; conserva intacto su porte, su voz varonil y esa estampa de caballero que marcó/enamoró generaciones. Mira a los ojos, escucha con atención, responde a todo y mecha comentarios de humor. Seduce sin tomarse el trabajo de seducir, como los verdaderos galanes y no los impostores. Acaba de estrenar la obra El enganche, en el teatro Broadway, con Miriam Lanzoni de coprotagonista y Osvaldo Laport en la dirección. Antes de una función, charló con Teleshow.
—¿Qué nos enganchará de El enganche?
—Es una obra que transcurre en los 80 y al adaptarla decidimos respetar esa época. En ese tiempo la dictadura ya no estaba pero quedaban resabios de prohibiciones. El autor, Julio Mauricio, plantea el encuentro entre un hombre y una prostituta joven de bajos recursos donde se muestra su soledad y necesidad de afecto. Es una comedia, pero no una de esas obras ligeras sino que esta ofrece mucha ternura, visos de romance. La obra llegó a mis manos gracias a Luis Brandoni, que tomando un café me sugirió hacerla. Decidimos hacerla en el Broadway y también nos presentaremos en la Costa. Es una obra muy linda que te da optimismo y no termina con todos muertos, como en Piel naranja (risas).
La obra protagonizada por Arnaldo André y Miriam Lanzoni desarrolla el encuentro de un hombre y una mujer (un empleado y una prostituta joven de bajos recursos) en un hotel alojamiento; se presenta los viernes a las 21.30, sábados a las 21 y domingos a las 20, en el Teatro Broadway
—¿Cómo es trabajar con Miriam Lanzoni después de haber tenido compañeras emblemáticas como Luisa Kuliok?
—Con Luisa nos seguimos encontrando. La gente todavía se acuerda de la pareja que conformamos y nos preguntan cuándo nos volvemos a juntar. En nuestras redes estallan los likes si subimos una foto juntos. Creo que quedamos en la memoria porque ambos somos pasionales y pusimos todo en nuestros personajes. Hoy, trabajar con Miriam también es un placer. Es laburadora y me encanta que sea así. En escena se la ve dulce, tierna expresiva y atrevida, como su personaje lo requiere.
—Conocemos a Laport como actor. ¿Cómo es en su rol de director?
—Como decimos en Paraguay: “lastimosamente” no teníamos otro director (risas). Bromas aparte, fue un logro tenerlo en la dirección. Él quería descansar pero se entusiasmó con el libro. Hoy recibí un mail con anotaciones que había escrito ¡a las seis de la mañana! Es imposible no contagiarse con la energía que emana. Por eso lo sugerí como director. Había visto obras dirigidas por él que me gustaron mucho, pero también tuve la posibilidad de dirigirlo en Plaza Suite, en una obra que hicimos en Mar del Plata y vi que cuando le daba indicaciones él no solo las solucionaba sino que también mejoraba las situaciones. Es un gran laburador y el hecho de que también sea actor es un gran plus porque conoce cómo somos los actores, los tiempos, sabe cómo explicar.
—Además, mejor tenerlo de director, así no hay guerra de galanes…
—Cuando hicimos las fotos había mucha gente mirando. Me pedían fotos a mí y a él. Eso me daba mucha bronca. “Acá el actor soy yo, el director está en las sombras”, me encargué de ubicarlo (risas).
Con los años y el éxito, Arnaldo André aprendió a disfrutar el momento sin preocuparse sobre qué le deparará la inestabilidad profesional
—A esta altura de tu carrera, ¿cuál es el enganche para volver a los escenarios?
—Primero el texto, pero después viene… todo: conseguir la historia, armar el elenco, encontrar al director ideal para esa obra. El gran enganche es la vida. Siempre digo que al ver esos autos abandonados en la calle, corroídos, con el motor que no anda, es la imagen que tengo de una actor que no está en funcionamiento. Y yo no quiero eso: yo tengo un motor y necesito, como todos los actores, ponerme en movimiento. No me interesa hacer otra cosa. Escribí mis memorias, dirigí Lectura según Justino, mi película, me gustaría dirigir otra. Pero me sigo emocionando al subir al escenario. No siento miedo, sé que el público está ahí, esperándonos. La tele tiene una repercusión masiva e inmediata que es muy atractiva. Pero el público tiene esa magia de pensar que esa gente que está ahí salió de su casa para verte, compró su entrada, se sentó, esperó, te aplaudió. A mí me llenaba de ternura ver cómo volvían al teatro luego de la pandemia y con todos los protocolos. Verlos con barbijos, conservando la distancia y manteniendo el entusiasmo era una magia increíble. Ir al teatro es parte de una cultura maravillosa que tiene este país.
—¿Seguís alguna cábala antes de pisar el escenario?
—No. La única cábala que tengo y desde hace años es, al levantarme de la cama y aunque este dormido, pisar siempre con el pie derecho. Pero en el teatro, ninguna.
—¿Todavía te gusta ensayar?
—Es necesario hacerlo y es lo que te brinda el teatro a diferencia de la televisión, donde el ensayo no existe. En la televisión uno llega, repite el libro que aprendió a la mañana, “¡Corten!”, lo volvemos a hacer de vuelta si me equivoqué. No hay tiempos en la televisión. El teatro te brinda tiempo para entender el personaje, dialogar con tus compañeros, con el director. Por eso el ensayo es necesario. No me molesta, pero sí me aburro si son de largas horas. Prefiero ensayar varios días pero en tiempos más cortos.
—En tiempos de algoritmos, seguidores e influencers, ¿cómo hacer para mantener la vigencia?
—Cuando trabajaba con Ana María Campoy haciendo El infiel planifiqué tomar un año sabático al terminar la novela. Le comenté que tenía miedo que la gente me olvidara y ella me respondió: ”Tanto tú como yo tenemos una marca registrada. Nadie se olvidará”. Y fue así. Uno construye su carrera en lo personal y en lo profesional. En lo personal es importante lo que al público y al periodismo le interesa. Si tengo un comportamiento escandaloso o de incumplimiento, mal puedo hacer una carrera seria, y la mía es tan seria como mi vida personal. El público sabe que le puedo gustar más, gustar menos, pero nunca dirá que es una “comedieta más” porque trabajo con mucha preocupación y respeto. Aprendí a decir que no a personajes que no me convienen. Prefiero no estar trabajando a hacer cualquier cosa. Lo aprendí así.
Con los años y el éxito, Arnaldo André aprendió a disfrutar el momento sin preocuparse sobre qué le deparará la inestabilidad profesional
—La televisión abierta no está ofreciendo ficción pero sí las plataformas. ¿Tuviste alguna propuesta?
—Recibí solo una que no puede aceptarla por el teatro. Me interesaría porque soy consumidor de series.
—¿Crees que la ficción quedará para el streaming y la televisión abierta solo para panelismo y actualidad?
—Así como hay una cultura teatral creo que existe una cultura de telenovela. La gente quiere ver a sus actores, quiere ver ficción, quiere respetar el horario. Ya sé que existe la posibilidad de verlo diferido, pero la emoción de verlo en el horario creo que persiste. Hace muchos años escuchaba a actores que habían sido estrellas del radioteatro que me decían que cuando empezó la tele creyeron que mataría a la radio, y no sucedió. Es cierto, terminaron los radioteatros pero la radio creció. Tengo la esperanza de que suceda lo mismo con la ficción, que se den cuenta que es algo redituable, que puede funcionar muy bien.
—Además de actuar, ¿qué otras actividades te entusiasman?
—Cocinar. Me invitaron de Masterchef pero lo rechacé. A mí solo me van a juzgar mis invitados y en mi casa (risas). Preparo muy bien el chipa guazú, el plato que se hace con choclo, cebolla y mucho queso. Otra de mis especialidades cuando quiero quedar bien con alguien es el bife a la Strogonoff.
—Con 79 años mantenés un físico impecable y una lucidez total. ¿Cuál es el secreto?
—Gimnasio y comida sana. Trato de comer carne solo una vez por semana y después mucha verdura y fruta. Lo dulce no me atrae. Voy al gimnasio tres veces por semana, una hora y media cada vez. Camino, hago fierros, abdominales. Salgo del gimnasio de otra manera, vivo el día con más ganas. Pero además de eso tengo mucho humor, hago bromas todo el tiempo. Creo que el humor te ayuda a mantener la juventud.
«Por ahora no siento la necesidad de retirarme de los escenarios pero podría hacerlo. Ya está, ya di mi vida», dice Arnaldo André
—A los 26 años debutaste como actor con Mirtha Legrand en la obra Cuarenta kilates. ¿Qué recordás?
—Era el sueño del pibe. Estaba esperando la gran oportunidad y no sabía por dónde vendría. Pensé que sería de alguna novela, pero de pronto salió ser el galán de Mirtha Legrand. Sentí que se me abría el cielo y que mi vida cambiaría totalmente. Así fue. A partir de ahí fui considerado por los productores y nunca más paré de trabajar.
—De todos tus personajes, ¿cuáles son tus favoritos y cuál preferís no recordar?
—Juan Manuel, mi personaje en Piel naranja, que si bien no era la historia de mi vida, Alberto Migré tomó algunas cosillas. Es mi favorita de la época de blanco y negro. Más para acá, Laureano Augusto Gómez Acuña en Valientes porque fue mi primer gran villano. Hubo un personaje que en el momento me pregunté por qué acepté y con el tiempo valoré porque me sirvió para que un público joven me conociera y es el que hice con Los únicos. Lo empecé sin muchas ganas y después me fui entusiasmando.
—En el 2024 asegurabas que el día que te cansaras te dedicarías a la lectura y escribir. ¿Sigue siendo tu proyecto?
—No sé si tengo ganas de escribir. Soy un tipo que necesita alicientes. Cuando escribí Por lo que usted y yo sabemos, mi autobiografía, lo hice por pedido de la editorial. Tengo un segundo guion de cine guardado que no sé cuándo haré. Leer sí, leo siempre: siempre estoy con un libro de cabecera y otro viajero que es el que me llevo a giras. Leo mucha ficción. Me gusta lo que me lleva a otros mundos. Leí mucho a autores latinoamericanos. Conocí a García Márquez. Me convocaron a festival de Cartagena como jurado y él era uno de los integrantes. Nos saludamos y en el hotel, un día me lo cruzo y le digo: “Maestro, ¿cuándo lo veremos por Buenos Aires?”. Su respuesta fue: “Mientras tengan ese presidente, lo dudo…”. El presidente era Menem y su contestación me pareció de muy mala onda.
—Hace poco el actor Gonzalo Valenzuela comentó situaciones de acoso que recibe de mujeres. ¿Viviste momentos parecidos?
—No. La gente siempre se acerca de modo muy respetuoso. Jamás me gritaron obscenidades; sí me han dicho cosas lindas. Una sola vez tuve una admiradora que se volvió peligrosa y tuve que hacer una denuncia en la comisaría e intervernir un abogado. Sí me pasó al salir del teatro que me abracen o besen, y necesitar que alguien te ayude para entrar o salir; o que te muevan el auto.
Arnaldo André, con Teleshow
—Con tanta gente que se va de la Argentina, ¿por qué desde los 17 años elegís quedarte?
—Recibí ofertas para irme a vivir a otro lado y me fui temporariamente, pero siempre volví porque considero que este es mi lugar. Voy periódicamente a Paraguay, me llegué a comprar una casa, pero acá es mi lugar. Por los códigos, porque mis afectos están acá. Cuando me voy a los cuatro días ya quiero regresar. Necesito estar acá. Mucha gente se va por problemas económicos. No es mi caso: trabajé mucho, tengo todo lo que necesito sin necesidad de irme a otro lugar. Nunca me hicieron sentir extranjero.
—Alguna vez aseguraste que diste la vida por la profesión. ¿Lo sostenés? ¿Valió la pena?
—Di la vida, pero si hoy tengo que hacerme a un costado, lo hago. Lo di todo, mi tiempo, no había nada más importante en mi vida que mi profesión, le dediqué años, pero porque amaba mi profesión. Pero si hoy tengo que renunciar a algo, lo hago. Valió la pena con creces, volvería hacer todo lo que hice pero mejor. Por ahora no siento la necesidad de retirarme de los escenarios pero podría hacerlo. Ya está, ya di mi vida. Como dice mi personaje en El enganche: “Yo sé cuando la cosa no va”. Y como él, yo sabría cuando la cosa no va. Así que hasta acá llegué y a retirarse con dignidad.