Sábado, 18 de enero de 2025
El asesinato del joven expuso el flagelo de la violencia urbana en el país. A pesar de la condena que recibieron 8 de los acusados, las peleas y emboscadas se convirtieron en una postal.
Verano de 2020, Villa Gesell. Dos grupos de amigos, vacaciones, Le Brique. Nero Pistea, pogo, choque y golpes. Una emboscada que terminó en crimen. La muerte de Fernando, el vacío de sus padres, la condena a los rugbiers; judicial y mediática. Báez Sosa, el caso que conmocionó a la Argentina, pero no cambió nada.
Se cumplen 5 años. Los medios hablan sobre las actividades que actualmente desarrollan en la cárcel Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Luciano Pertossi, Blas Cinalli, Ayrton Viollaz y Lucas Pertossi, todos condenados por el Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Dolores como responsables –en diferente grado- de la muerte de Báez Sosa en febrero de 2023. La sentencia mediática y social ocurrió antes. La ratificación de la pena, un año después.
El crimen de Fernando nos expuso como sociedad. Su muerte, producto de un sinfín de patadas y golpes que sus agresores decidieron filmar, no dejó noticiero, celular, ni radio, sin recorrer. Todos opinamos. Pocos se detuvieron a pensar qué estaba pasando. Algunos, los más sensatos, advirtieron: la violencia urbana es una realidad, no se circunscribe meramente al rugby ni a los jóvenes, está en crecimiento, combustiona con los mensajes de odio y, sobre todo, genera clics. Y –casi- nadie la está combatiendo.
Aprendimos a resolver los problemas a las piñas. O no supimos construir una sociedad que las evite. Hace tres días, una batalla campal entre jóvenes que salían del boliche UFO Point, ubicado en Pinamar, no terminó en tragedia de milagro. Enero no llevaba una semana cuando la pelea entre un turista y un grupo de guardavidas de Chubut se volvió viral. Una semana antes, mientras el país festejaba la navidad, Rafael Horacio Moreno, un policía retirado de la Federal de 74 años, mató de un balazo a Sergio David Díaz, un colectivero de 40, tras una discusión por el volumen de la música. Tres hechos, tres escenarios, tres desenlaces diferentes y un denominador común: la violencia como ejercicio de poder.
Para el desaparecido Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) el crimen de Fernando fue racial. Alguna crónica de la época ensaya lo mismo. El “quédate tranquilo que a este negro me lo llevo de trofeo”, pronunciado por sus agresores antes de molerlo a golpes, podría ser suficiente para hallar un veredicto. No es el caso de este cronista. El prontuario de peleas de los rugbiers de Zárate pareciera no abonar esa teoría, ni permite establecer un patrón racista. Para los asesinos de Fernando la violencia era un método. Un condimento que les permitía ensalsar su “construcción de masculinidad”. Retazos de la cultura patriarcal, ciertamente. El contrapunto con las teorías expuestas anteriormente no pretende negar que en Argentina existe el racismo, para nada.
Recientemente, un informe publicado por Ad Hoc y replicado por este medio, señaló que durante la última campaña electoral en Argentina y durante los primeros meses de gestión de Javier Milei, los niveles de agresividad en redes y conversaciones aumentaron notoriamente. La investigación señala que, desde enero del 2023 hasta diciembre del 2024, se registraron 23 millones de insultos, un dato que refleja el espiral de violencia en el que estamos sumergidos. Nadie se salva. En el ranking de la decadencia social, figuran representantes de todas las fuerzas políticas. A quién le conviene ese escenario, otra discusión.
Vacaciones, emboscada y un desenlace fatal
El 18 de enero de 2020 Fernando Báez Sosa y un grupo de amigos partieron hacia el boliche Le Brique, ubicado en Villa Gesell. Habían conseguido dos promociones de pagan dos y entran tres. La idea era ver a Neo Pistea en vivo. Ingresaron a las dos menos veinte de la madrugada. Julieta Rossi, la novia de Fernando, arribó con otro grupo minutos más tarde. Faltaba una hora y media para que el edificio rebalsara de gente.
Los estudiantes del Colegio Marianista, institución a la que Báez Sosa concurría, disfrutaban de una típica noche de verano en la costa atlántica. A las 3:00, en Le Brique, ya no entraba un alma. “Caminar ya era imposible. Había que empujar para pasar y la gente te miraba mal”, declararía tiempo después ante la fiscal Verónica Zamboni, uno de los amigos de Fernando.
El show del rapero oriundo de Merlo surfeaba sus últimas canciones cuando el clima se espesó. Un choque fortuito tras un pogo improvisado provocó el primer encontronazo de una noche que tendría a Fernando y a un grupo de rugbiers como principales protagonistas. Báez Sosa ensayó una seña indicando que no había pasado nada. En frente, un joven lo invitaba a pelear. La cosa quedó ahí.
Otro choque, producto de la tremenda aglomeración de jóvenes, fue la excusa perfecta para un grupo habituado a resolver los problemas a los golpes. Los amigos de Fernando siempre aseguraron que intentaron calmar la situación y la respuesta fue tajante: “El problema no es con vos, es con tu amigo, me voy a quedar a esperarlo”. Premeditación.
En síntesis: los empleados de seguridad terminaron expulsando a Fernando Báez Sosa y al grupo con el que se había generado el conflicto.
Premeditación y barbarie
Afuera de Le Brique, a Fernando lo esperaba una banda de amigos oriundos de Zárate, en su mayoría jugadores del rugby Club Náutico Arsenal de esa ciudad. Atrás de Báez Sosa, salió parte del grupo con el que había llegado al boliche. Creían que el tema había concluido.
Faltaban 20 minutos para las 5 de la mañana cuando la figura de Máximo Thomsen comenzó a apoderarse de la escena. Dos empleados de seguridad tuvieron que exigirse para controlar los intentos del joven por zafarse.
Ya en la vereda, Lucas Pertossi, filmaba todo.
El ataque a Fernando duró 2 minutos y quedó registrado. Lo golpearon desde atrás y a traición mientras charlaba con sus amigos. Ciro Pertossi fue quien le pegó la trompada que tiró al joven del colegio Marianista al suelo. Nunca más pudo levantarse. Sus agresores se encarnizaron con él. Lo molieron a golpes mientras impedían que nadie se acercara a socorrerlo. Después huyeron, con total tranquilidad.
Los testigos afirman que cuando todo terminó y se acercaron a Báez Sosa, el joven ya no respiraba. Comenzaron a hacerle RCP, sin éxito. Los amigos de Fernando estaban en shock. Todo lo que ocurrió después es historia conocida. La detención de los rugbiers, las miserias halladas en su accionar tras el crimen que habían cometido, el perejil que desearon plantar, la búsqueda por encubrir la brutalidad de su obra. Todos esos elementos culminaron en que la Justicia condenara a prisión perpetua a Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Marías Benicelli y Luciano Pertossi. Mientras que Ayrton Viollaz, Blas Cinalli y Lucas Pertossi recibieron penas de 15 años de cárcel como partícipes necesarios.
Pasaron 5 años. Hace tres días, un enfrentamiento entre jóvenes que salían de un boliche ubicado en una ciudad de la costa atlántica, terminó a las trompadas.