Viernes, 13 de Diciembre 2024
Una restauradora italiana, Sara Penco, se prepara para sacar un nuevo libro sobre la colosal obra. Allí, expone una notable revelación: asegura haber encontrado a una figura clave, escondida durante 500 años.
En 1536, Miguel Ángel Buonarroti comenzó a pintar el fresco de «El Juicio Final» por encargo del papa Clemente VI y ratificado por su sucesor, Paulo III. La obra gigantesca y extraordinaria -cubre una pared entera de la Capilla Sixtina– muestra a Jesús resucitado en el momento del juicio final y la desventura o la gloria, según se trate, de ir al infierno, al purgatorio o a su lado, en el cielo.
Miguel Ángel la terminó en 1541 (solo 5 años se demoró). Ahora, casi cinco siglos más tarde, una restauradora italiana se apresta a publicar un nuevo libro sobre esta obra colosal del Renacimiento. Con una revelación tan notable como polémica: asegura que una de las imágenes es la de María Magdalena, una figura clave para el cristianismo, pero que ha pasado por diferentes etapas a lo largo de dos mil años de historia e interpretaciones.
Una figura «oculta» durante 500 años: María Magdalena
La restauradora se llama Sara Penco. Tiene 51 años y es una experta en el arte renacentista. Está a punto de publicar un libro que se llama precisamente, «María Magdalena en el Juicio Final», una investigación sobre diferentes elementos como para «imaginar» qué pudo suceder con María Magdalena.
Se trata de un descubrimiento singular y polémico. Asegura, después de pasar años investigando el fresco de la Capilla Sixtina, que Miguel Ángel la incluyó en esa obra cumbre, la cual «ilustra» a los cardenales en cada cónclave para elegir a un nuevo Papa.
Ella dice que encontró una figura que se corresponde con muchas descripciones hechas a lo largo de diferentes documentos -incluso en pasajes bíblicos- sobre María Magdalena. Pero a partir de su revelación se abre una polémica que se potenciará cuando el libro salga a la venta.
«Estoy firmemente convencida de que esta es María Magdalena», afirmó Penco durante una conferencia en Roma.
Quien haya tenido la suerte de ir al Vaticano e ingresar a la Capilla Sixtina, la figura que indica Sara Penco debe pasar inadvertida para los millones de personas que van a ver ese lugar extraordinario. Ni siquiera los cardenales deben haber posado su vista en esa imagen.
Ya se sabe que, como tantos artistas, Miguel Ángel dibujó y pintó a diferentes personas, en el cielo o en el infierno, como «premio o venganza», según como él se haya relacionado con ellos. Por ejemplo, al cardenal Biagio de Cesana, quien despotricaba contra los desnudos en toda la Capilla Sixtina y los mandó tapar con túnicas pintadas encima, el artista lo pintó con orejas de burro entre las personas condenadas a ir al infierno eternamente.
Como le gustaba la ironía, se dice que él mismo se puso en esa obra monumental. San Bartolomé fue despellejado como un mártir. Esta, en una parte central, no muy lejos de Jesús. Se dice que Miguel Ángel pintó su cara en la piel despellejada como signo de que él creía no merecer el cielo.
La renovada versión de María Magdalena
Hasta ahora, si esto es cierto, fue uno de los mejores secretos guardados en la obra del artista florentino. Jamás se mencionó que María Magdalena pudiera estar en esta obra. Lo que más sorprende es el lugar en el que la restauradora cree ver a María Magdalena, una mujer que fue muy cercana a Jesús y que lo acompañó, junto a Santa María, la madre de Jesús, al pie de la cruz y estuvo en todo momento hasta que fue llevado al santo sepulcro.
Fue también María Magdalena quien dio la buena noticia de la resurrección de Jesús a los apóstoles y la que estuvo con Jesús en el tiempo en que se retiró al desierto para reflexionar y meditar durante 40 días.
Por todo eso parece insólito el lugar en donde cree Penco haberla encontrado: no está en el centro, ni cerca de Jesús. Es apenas una cara y unos pelos casi pelirrojos. Está besando una cruz que no es la de Jesús. Y en un «borde» del fresco, que linda con una de las paredes de los laterales largos de la Capilla Sixtina.
¿Por qué Miguel Ángel habría de ponerla en ese lugar tan modesto, peor que secundario y casi imperceptible? ¿Fue otra de sus ironías o un desafío a algunas de las indicaciones del los papas que vigilaron su obra en los 5 años de realización?
Solo así se podría entender lo que afirma la restauradora Penco.
Si hasta cuesta reconocer esa figura en un tríptico ampliando las imágenes de la obra de Miguel Ángel. Mucho más si se tiene en cuenta las dimensiones del fresco: 13.70 metros de alto por 12.20 metros de largo. Son 167,14 metros cuadrados y esa figura debe tener apenas 50 centímetros de alto.
María Magdalena, ¿en la «última cena»?
En todo caso, parece ser más «defendible» lo que muestra Dan Brown en El código Da Vinci. El escritor sostiene que, en realidad, la figura atribuida al apóstol Juan no es otra que María Magdalena formando parte de la última cena.
El fresco pintado por Leonardo da Vinci (que se encuentra en la basílica Santa María de las Gracias, en Milán) se presta para que se haga un juego de superposición de imágenes entre «María Magdalena» (o Juan) y Jesús. Se complementan. Por ese motivo, Dan Brawn sugiere que la figura, con una túnica rosa, en realidad está disimulando un embarazo (perdón por el espóiler).
También se asegura que entre los evangelios apócrifos, uno fue escrito por ella, por ser la compañera de Jesús. Pero cuando el concilio de Nicea, en el año 325 D.C. fijó al cristianismo como religión del imperio romano (por inspiración de Constantino), solo quedaron cuatro oficialmente aceptados y no el supuestamente atribuido a María Magdalena.
Ahora, dicen haberla «descubierto» en el «Juicio Final» de Miguel Ángel. ¿Será?