Miércoles, 27 de Noviembre 2024
El sistema nervioso de los chicos está en pleno desarrollo y los expertos consultados por Infobae advirtieron que la exposición prolongada al teléfono móvil y redes sociales, afecta su maduración emocional. Cuantas más horas se sumergen en el mundo virtual, mayor es su desconexión con los vínculos reales
La época más globalizada y conectada que hemos conocido como humanidad encierra una gran paradoja: asistimos a la “era de la desconexión” de los niños y adolescentes, jóvenes que sumergidos en el mundo virtual por tiempos cada vez más extensos, pierden el contacto con el mundo real, lo que afecta las amistades, los vínculos con sus pares y familia.
Lo cierto es que el impacto de la adicción a las pantallas se manifiesta de manera alarmante entre adolescentes de todo el mundo. Las redes sociales, el contenido en línea y los videojuegos no solo capturan la atención, sino que reconfiguran hábitos, relaciones y hasta la percepción que los jóvenes tienen de sí mismos.
El término pantallismo se refiere a la adicción a las pantallas de los dispostivos digitales, un fenómeno creciente entre los adolescentes que se caracteriza por el uso excesivo de redes sociales y videojuegos en línea. Este comportamiento, impulsivo y prolongado, perjudica su salud física y mental, así como sus relaciones familiares, sociales y académicas.
Se consultó a seis expertos iberoamericanos de distintas disciplinas, la psicología, la psiquiatría, la psicopedagogía y la sociología para profundizar en un fenómeno que se aceleró en la postpandemia.
Los especialistas remarcaron en que el abordaje de la adicción a las pantallas es tan complejo como tratar adicciones a sustancias o trastornos alimenticios, pero la recuperación es posible. Y resaltaron un aspecto fundamental: la prohibición no es el camino, la clave para padres y escuelas es acompañar a los chicos, enseñarles a utlizar el móvil de una manera saludable y no compulsiva, sin convertirlo en sustituto de las relaciones sociales reales.
En junio de este año, la máxima autoridad de Salud de los Estados Unidos, el Cirujano General Dr. Vivek Murthy, propuso colocar etiquetas de advertencia en las plataformas de redes sociales, alertando sobre su asociación con daños en la salud mental de los adolescentes. Según declaró en un ensayo publicado en el New York Times, “la crisis de salud mental entre los jóvenes es una emergencia, y las redes sociales se han convertido en un importante contribuyente”.
Como se detalló, el doctor Murthy alertó sobre las consecuencias del pantallismo: “Los adolescentes que pasan más de tres horas al día en las redes sociales se enfrentan al doble de riesgo de síntomas de ansiedad y depresión. Además, casi la mitad de los adolescentes dicen que las redes sociales los hacen sentir peor con sus cuerpos”.
La relación con la tecnología es única para cada individuo, cada dispositivo y aplicación dispone de herramientas que permiten a los usuarios decidir cómo y cuánto quieren interactuar con la tecnología. Preguntas como “¿Pierdo la noción del tiempo mientras uso mi teléfono?”, “¿Reviso de inmediato si el dispositivo vibra o emite algún sonido?” o “¿Me distraigo con el móvil en reuniones familiares o con amigos?” invitan a reflexionar sobre nuestra interacción con estos dispositivos.
La propuesta subrayó la importancia de desarrollar hábitos saludables frente al creciente protagonismo de la tecnología en nuestras vidas, especialmente con la aparición de la Inteligencia Artificial, que redefine el entorno digital.
Fomentar espacios ajenos al ámbito virtual y preservar la salud mental deben ser prioridades esenciales, para los jóvenes y los adultos.
El bienestar digital, definido como el equilibrio en nuestra interacción con dispositivos y aplicaciones, se convierte en un tema central de la salud mental de las nuevas generaciones. Aplicaciones populares entre los centennials, como Instagram y TikTok, demandan una revisión consciente del tiempo que les dedicamos.
“La pantalla era mi extensión”
“Durante la pandemia, la pantalla era mi extensión, y ahora estoy en un proceso para reconectar con mi vida. Me acuerdo de pasar hasta 10 horas jugando en la consola de juegos, comiendo y cenando en la habitación, completamente aislado”, contó el adolescente a Aldeas Infantiles SOS.
“Uno de cada cinco niños, niñas y adolescentes tiene adicción a las pantallas, pudiendo desarrollar falta de atención, desorientación, trastornos de conducta o falta de autoestima.“El mundo se divide en dos partes: antes de los teléfonos inteligentes y después, cuando realmente hemos tenido, entre comillas, una pandemia de chicos y chicas enganchados a las pantallas”, describió el licenciado español especializado en adolescentes y director de la clínica de rehabilitación Amalgama 7.
Cuál es el efecto de las pantallas en el cerebro
La profesora Rosario J. Marrero Quevedo, especialista en Psicología y directora académica del Máster en Psicología General Sanitaria de la Unversidad de la Laguna, Tenerife, España, lideró un estudio de meta-análisis que revisó 21 investigaciones sobre los efectos en el control cognitivo de la adicción a internet y al teléfono móvil.
Ante la consulta, la profesora Marreno Quevedo señaló que la investigación “encontró que había un deterioro en el procesamiento de la recompensa (concretamente, en áreas cerebralescomo el córtex cingulado anterior, la ínsula y la amígdala). La amígdala es el principal centro de control emocional. Sus conexiones no sólo producen una respuesta emocional, sino que también intervienenen la inhibición cognitiva. Además, la ínsula permite la integraciónde la emoción y la cognición, por tanto, las anomalías en esta región pueden provocar un deterioro de la autoconciencia y de la regulaciónde las emociones”.
“En adolescentes con adicción a internet se ha encontrado -describió la investigadora- una mayor sensibilidad ante las opciones de ganar mientras que disminuye la sensibilidad a la pérdida, de ahí que continúen abusando de los dispositivos tecnológicos a pesar de las consecuencias negativas”.
Según explicó, el uso excesivo de dispositivos tecnológicos genera problemas atencionales y emocionales, que incluyen baja tolerancia a la frustración, déficit en la capacidad atencional, escasa disciplina, y deterioro en habilidades como la caligrafía, ortografía y comprensión de textos.
Las áreas cerebrales afectadas incluyen el córtex cingulado anterior, la ínsula y la amígdala, fundamentales para la integración emoción-cognición y el control emocional. Estas alteraciones generan una mayor sensibilidad a las recompensas, disminuyendo la percepción de las pérdidas, lo que fomenta un uso compulsivo a pesar de las consecuencias negativas. Además, las funciones ejecutivas, asociadas a regiones como la corteza dorsolateral prefrontal y los lóbulos frontal y parietal, se ven comprometidas, dificultando el control atencional y la regulación emocional, elementos esenciales para una conducta adaptativa.
La profesora Marrero Quevedo destacó que algunos adolescentes son más vulnerables a desarrollar adicciones tecnológicas debido a características psicológicas como alta impulsividad, problemas emocionales o disfunciones familiares. En contraste, factores como la estabilidad emocional, la responsabilidad y un entorno familiar adecuado pueden actuar como elementos protectores.
En la escuela, es clave enseñar a usar el móvil
Pepe Menéndez, experto español en innovación pedagógica quien participó del reconocido proyecto Horizonte 2020, que renovó la propuesta pedagógica en escuelas de Barcelona, y fue director adjunto de la Red de Colegios Jesuitas de Cataluña, destacó la importancia de educar a los jóvenes en el uso adecuado de los teléfonos móviles.
El experto subrayó que los dispositivos móviles se conviertieron en un sustituto de la falta de acompañamiento de los jóvenes por parte de los adultos: “El uso (excesivo) de móviles es solo la punta del iceberg; no renunciemos a acompañar a los jóvenes, por que en definitiva lo que hace el dispostifo es sustituir la soledad.”
Según Menéndez, prohibir completamente el uso de estos dispositivos en las escuelas no es la solución adecuada, ya que implica renunciar a la oportunidad de “educar en su uso responsable”. En cambio, él cree que tanto padres como instituciones educativas deben adoptar un enfoque regulador en el que se enseñe cómo usar el móvil.
Autor de obras como “Escuelas que valgan la pena” y su reciente libro “Educar para la vida”, Menéndez comentó que desde hace años, los recreos en los patios generan dinámicas sociales donde emergen situaciones de exclusión y bullying. Para él, es crucial que los adultos supervisen y cuiden estos espacios, independientemente de la presencia de móviles.
Menéndez comparó el uso del móvil con otros hábitos como el consumo de alcohol o la ludopatía, indicando que es necesario analizar las razones detrás de un uso excesivo en los jóvenes. “No es un arma diabólica”, afirmó, sino un sustituto que satisface necesidades emocionales y sociales insatisfechas, como la timidez o la falta de herramientas para relacionarse. “Escribimos lo que no nos animamos a decir en persona”, explicó, poniendo énfasis en cómo las tecnologías median las relaciones interpersonales de los jóvenes.
El especialista llamó a los adultos a reflexionar sobre su papel en la educación digital de los menores, destacando que no se debe renunciar a enseñar disciplina y autocontrol en el uso de la tecnología. Según Menéndez, “la prohibición resuelve lo urgente, pero no el problema a largo plazo”, generando incluso más dificultades. En lugar de aplicar medidas drásticas, abogó por un enfoque educativo que permita a los jóvenes desarrollar criterios sólidos y habilidades para manejar los dispositivos de manera equilibrada y consciente.
El equilibrio entre vida online y offline
Gabriel Ianni, presidente y docente de Asociación de Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Madrid, señaló que“todos conocemos los indiscutibles aportes de las nuevas tecnologías en todos los ámbitos; sin duda el ámbito educativo ha sido uno de los más beneficiados, y en los últimos años asistimos cambios extraordinarios y muy rápidos. He sido el primer Psicoanalista de mi entorno en incorporar una tableta en la caja de juegos a disposición de niños y adolescentes en mi consulta, allá por el año 2013, y realmente si sabemos gestionarla, se convierte en una herramienta muy útil para potenciar la exploración del mundo interno del paciente.”
Sin embargo, Ianni planteó que numerosos estudios demostraron que el uso prolongado de dispositivos electrónicos en la infancia y en la adolescencia, mientras el cerebro aún se está desarrollando, “tiene un impacto directo en el desarrollo cognitivo, emocional y – desde luego- social del individuo, dando lugar a dificultades en concentrarse y en prestar atención, dificultades en el aprendizaje, y dificultades en el control de los impulsos, así como una mayor predisposición a sufrir problemas de irritabilidad, o incluso de ansiedad y/o depresión.
Enseñar a distinguir la vida online de la vida offline, en vivo y en directo, es una estrategia ineludible para los padres según el especialista.
“Evitar reemplazar la sana interacción con sus hijos por horas de pantalla y establecer límites claros en los tiempos de usos de pantallas, así como decretar de forma clara los lugares, espacios o momentos del día en que su uso esté prohibido. Fomentar la interacción presencial con amigos y familiares, fomentar la lectura de libros en papel impreso; fomentar el deporte, sobre todo al aire libre, así como las formas de juego que no requieran la utilización de pantallas”, enumeró Ianni, quien es miembro titular de APdeBA (Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires) y está radicado hace 25 años en España.
Ser capaces de distinguir y enseñarles a identificar los tipos de utilización que se le puede dar al dispositivo (juego, redes sociales, entretenimiento audiovisual, lectura, contenido de información, contenido formativo etc), y saber pautarlos y definir los tiempos de uso teniendo en cuenta el valor que aporta cada categoría de actividad, es un desafío que lleva tiempo pero que es importante que los padres fomenten, explicó Ianni.
En tanto, la socióloga Manuela Gutiérrez, doctora en Salud Colectiva de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de México, consideró que el impacto del uso de internet en los adolescentes tiene dos vertientes principales: “Por un lado, los beneficios, como el acceso a información y la conexión social; por otro, los riesgos, especialmente en términos de salud mental, como ansiedad, depresión y baja autoestima”.
La relación de los jóvenes con las pantallas está marcada por un diseño que busca generar dependencia, especialmente en redes sociales y videojuegos, “donde las notificaciones y recompensas activan mecanismos de gratificación inmediata que pueden fomentar adicciones digitales”, destacó la experta que actualmente está cursando un posdoctorado en la Facultad de Medicina de la UNAM.
Según Gutiérrez, “el tiempo prolongado frente a pantallas puede afectar el rendimiento académico, reducir el tiempo dedicado al estudio, alterar los patrones de sueño y fomentar comportamientos impulsivos debido a la gratificación instantánea”.
“Para transitar hacia un uso responsable de internet, es necesario un enfoque colaborativo entre educadores, familias y la sociedad que permita aprovechar sus beneficios mientras se minimizan los riesgos”, recomendó la socióloga y destacó: “Para mitigar los riesgos del uso de pantallas en jóvenes, es esencial establecer un equilibrio entre actividades online y offline, fomentando alternativas recreativas como deportes, música o lectura, además de promover un diálogo abierto sobre los riesgos y beneficios de la tecnología”.
Investigaciones sobre pantallismo y plasticidad cerebral
La adolescencia, es una etapa llena de transformaciones que se distingue por una intensa plasticidad cerebral, que permite a los jóvenes adaptarse a su entorno y adquirir nuevas habilidades. Sin embargo, esta característica, esencial para su desarrollo, también los hace más vulnerables a estímulos externos. Estudios recientes, como el análisis publicado en Plos Mental Health en 2024, han demostrado cómo el uso excesivo de internet puede alterar la conectividad funcional del cerebro adolescente, con efectos directos en su comportamiento y desarrollo emocional.
La investigación llevada adelante por un equipo del University College London, destacó que la adicción a internet no solo se traduce en conductas compulsivas, sino que también genera cambios significativos en redes neuronales clave. Estas modificaciones dificultan la autorregulación emocional y fomentan un patrón de búsqueda constante de gratificación inmediata, típico en conductas adictivas.
Ante la consulta, el licenciado en Psicología Mariano Ruperthuz Honorato, presidente de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis, consideró que “internet puede interpretarse como un espacio donde los adolescentes proyectan sus deseos inconscientes, buscan validación y construyen su identidad. Sin embargo, la constante exposición a redes sociales puede intensificar ansiedades internas, como el miedo al rechazo o la comparación, lo que afecta su bienestar emocional”.
Ruperthuz explicó que “el tiempo excesivo frente a las pantallas alimenta una necesidad inconsciente de gratificación inmediata, lo que puede dificultar la concentración y el pensamiento reflexivo, ambos esenciales para el aprendizaje”.
Por otro lado, el sistema de recompensa también experimenta una hiperconectividad en regiones como el núcleo accumbens, lo que intensifica la dependencia de los estímulos digitales.
En relación a esto, el psicólogo colombiano Fernando Orduz, expresidente de la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL), señaló: “Es difícil de entender el déficit de atención de los jóvenes con el uso de las pantallas porque los veo demasiado atentos a sus juegos y desatentos a unos pedagogos o adultos, que no captan la lógica de sus intereses. Sin embargo, no se puede negar los daños posibles de estas tecnologías. Uno de los mayores ‘daños’ está en la dinámica del inmediatismo, del acelere, y en la negación de la lentitud y la procrastinación reflexiva como un valor”.
“Cualquier exceso genera daños, eso decían los griegos. El problema de nuestra sociedad es la hybris, la desmesura. Nuestra sociedad está enferma de excesos y no mira la viga en su ojo sino la paja en el ojo de los jóvenes”, agregó Orduz.
Por último, desde una perspectiva cultural, Orduz brindó una visión crítica: “Internet y su pantalla son un universo más, con un lenguaje y unos códigos particulares. Esos mismos niños que juegan interactivamente con las pantallas también juegan fútbol, van al colegio, se abrazan y se pelean. Habitan menos los árboles y los lagos, pero navegan más en mares virtuales. Habitan ambos mundos, y eso no debe satanizarse”.
Impacto del uso excesivo de redes sociales en la salud mental de los adolescentes
El uso de las redes sociales se ha convertido en una actividad casi universal entre los adolescentes. Según datos del Departamento de Salud de los Estados Unidos, hasta el 95 % de los jóvenes de entre 13 y 17 años utiliza alguna plataforma digital, y más de un tercio afirma que está conectado “casi constantemente”. Aunque estas herramientas digitales ofrecen beneficios como el fortalecimiento de vínculos sociales y la posibilidad de expresión creativa, investigaciones recientes subrayan los riesgos que su uso excesivo plantea para la salud mental de esta población.
Un estudio de meta-análisis de 2023 publicado en la revista Addictive Behaviors, que revisó datos de 139 estudios realizados en 32 países, reveló que el uso problemático de redes sociales (PSMU, por sus siglas en inglés) está relacionado con síntomas como la depresión, la ansiedad y la baja autoestima. Este uso problemático se caracteriza por la incapacidad para controlar el tiempo dedicado a las redes, pensamientos obsesivos sobre estar en línea y una preferencia por la interacción virtual sobre las relaciones cara a cara.
Según Mariano Ruperthuz Honorato, presidente de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis: “Desde el psicoanálisis, las redes sociales no solo funcionan como un espejo en el que los adolescentes buscan reconocimiento, sino también como un espacio donde enfrentan conflictos internos, como la comparación constante y el miedo al rechazo. Esta dinámica puede alimentar una espiral de insatisfacción personal y refuerza patrones que dañan su autoestima”.
Por su parte, Fernando Orduz, psicoanalista y expresidente de FEPAL, apunta: “Es curioso cómo en un medio pensado para favorecer los nexos, los jóvenes pueden terminar aislándose más. Pero no sé si esto es causa o efecto. La sociedad del consumo fomenta el uso abusivo de cualquier objeto, y las redes sociales no son la excepción”. Además, Orduz reflexiona: “Los influencers son los nuevos sacerdotes de la era digital, y, como siempre, hay ídolos e idolatrías que capturan las mentes juveniles. Hoy los nuevos cristos con mensajes salvadores para la humanidad pululan en las redes, lo cual no deja de tener riesgos”.
El impacto en la calidad del sueño es otro de los problemas señalados por los estudios científicos. Según un informe del Cirujano General de los EE. UU. de 2023, las redes sociales no solo reducen la cantidad de horas dormidas, sino que también alteran los patrones de sueño debido a la exposición prolongada a la luz azul de las pantallas y la estimulación cognitiva asociada al contenido digital. Esto agrava los efectos negativos del uso excesivo de plataformas como Instagram, TikTok y Snapchat, exacerbando los niveles de ansiedad y depresión.
Orduz subraya un aspecto central en este debate: “No podemos medir todo con estadísticas y fórmulas. La obsesión por cuántas horas son ‘muchas’ horas frente a las pantallas o cuánta interacción es ‘poca’ interacción presencial, responde a una lógica pitagórica que olvida el contexto emocional y social de cada joven. Vivimos en una sociedad adicta a todo: al dinero, al trabajo, a las redes. Los jóvenes son solo un reflejo de ese funcionamiento”.