Miercoles, 06 noviembre 2024
María Josefa Bonazza relató la tremenda experiencia que vivió hace poco más de una semana; su esposo es una de las víctimas fatales
María Josefa Bonazza
Dice a todo el que le pregunta que escuchó dos explosiones. Y que, cuando quedó entre escombros, apeló a sus prácticas de yoga para mantener la calma y respirar, aunque había una preocupación que la superaba: llamaba a su marido y él no le respondía.
María Josefa Bonazza revive con su relato la tremenda experiencia que vivió hace poco más de una semana, cuando terminó literalmente sepultada entre restos de hormigón mientras con su esposo, Federico Ciocchini, ya dormían en la habitación de la unidad de veraneo que tenían en el edificio Alfio I, de Villa Gesell, aledaño al Apart Hotel Dubrovnik.
El derrumbe de este último, una torre de diez pisos con la que convivían separados apenas por el ancho de una cochera, arrasó con su departamento en la madrugada del martes de la semana pasada. Diez horas después la encontraron los bomberos y la rescataron, apenas con algunos golpes y cortes, además de fracturas en ambos brazos.
“Trataba de tranquilizarme, pero notaba que mi marido no me respondía”, dijo a FM Sudestada, de su ciudad, Balcarce, a la que llegó en las últimas horas derivada del Hospital Interzonal General de Agudos de Mar del Plata, donde estuvo internada durante siete días.
María Josefa Bonazza y su marido, Federico Ciocchini, estaban en el sector del edificio Alfio I (a la izquierda de la foto, con techo de tejas) sobre el que se desplomó la torre del apart Dubrovnik
A Ciocchini lo encontrarían los rescatistas minutos después que a ella, pero ya sin vida. “En los primeros minutos le pedí que no se moviera, que ya nos iban a rescatar”, recuerda la mujer, que reconoce en esta entrevista que siempre estuvo lúcida. “Aunque me encontraba atrapada y sin poder moverme”, aclaró.
Sonidos en código Morse
La experiencia que tenía en yoga no fue el único recurso al que apeló mientras, por un lado, intentaba ubicar y encontrar respuestas de su esposo y, por el otro, trataba de dar señales de vida. “Empecé a hacer sonidos en código Morse, pidiendo auxilio. Marcaba la palabra S.O.S.”, afirmó sobre esa tensa y larga espera hasta que vio ingresar a los rescatistas y la camilla.
Ahora, más tranquila y rodeada de familia y allegados, dolida por la pérdida de su esposo, pero feliz de haber salido con vida de semejante episodio, insiste en hacer público su reconocimiento a la asistencia y atención recibida: desde que comenzaron a buscarla hasta llegar a la cama del Hospital Municipal Felipe Fosatti, donde completará su rehabilitación.