Miercoles, 31 mayo 2023
Día y noche, hay en el mundo ejércitos de servidores trabajando sin cesar en todo el tiempo. Esto exige centros de refrigeración muy potentes, pues el impacto térmico del mundo digital es de consideración. Ahora, surge una ola de innovación para reciclar la gran huella de calor.
La enorme huella de calor de internet a causa del funcionamiento noche y día de ejércitos de servidores y centros de datos es un problema global que exige mucha refrigeración y que en algunos países, como los nórdicos, se empieza a paliar con una ola de innovación para reciclar el severo impacto térmico del mundo digital y que colabora, junto con la huella de carbono, con el daño del cambio climático.
En Estocolmo, la contaminación digital que emiten los centros de computación por el funcionamiento de millones de algoritmos para analizar información y almacenarla se redistribuye por la red de energía, como parte de un proyecto público-privado de economía circular, para climatizar y suministrar calefacción a la ciudad.
Pero no solo eso; existen además allí proyectos que utilizan el calor de los centros de datos para calefactar invernaderos donde se cultivan hortalizas y se crían especies, por ejemplo gusanos con los que alimentar luego a gallinas, o para secar pélets de madera y calentar agua de oficinas y piscifactorías.
«Los correos electrónicos, es decir, nuestra información ayuda a que crezcan lechugas y se alimenten animales», explica de manera ilustrativa Marina Otero, licenciada en Arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), además de Premio Wheelwright de Harvard para arquitectos.
En el marco de este prestigioso galardón, Marina Otero viajará este año por países de todo el mundo para conocer los distintos modelos de sostenibilidad en el mundo de las grandes infraestructuras que sustentan el ecosistema digital mundial y buscar alternativas ecológicas.
Existen otros muchos proyectos además de los mencionados, aunque aún incipientes, para sumergir centros de datos bajo el mar o llevarlos al espacio, y asimismo se trabaja con moléculas sintéticas de ADN como medio alternativo a los servidores para el almacenaje de información.
La climatología es uno de los factores que ayuda a la sostenibilidad digital y que no siempre se toma en cuenta, asegura la arquitecta.
Los países escandinavos, además de las ayudas del Gobierno, cuentan especialmente con un clima fresco que contribuye de manera natural a refrigerar los servidores con mayor eficiencia que en los países cálidos, en donde las temperaturas tienden a ser cada vez mayores.
En Suecia, además de utilizarse las energías renovables para el funcionamiento de muchos centros de datos, existen algunos que en lugar de usar hormigón (un material que genera gran cantidad de CO2) se construyen con madera muy resistente, a prueba de incendios y otros posibles incidentes.
En otro lado del planeta, la experta ha destacado un centro de datos en Marrakech (Marruecos), con clima desértico, que emula la arquitectura árabe de patios para generar climatización pasiva, mediante espacios para generar condiciones climáticas diferentes y refrigerar con menor huella hídrica y energética.
De Francia la arquitecta ha mencionado una empresa puntera que ha desarrollado un sistema de servidores descentralizados con funcionalidad de radiador, ubicados en los hogares; los ciudadanos mantienen en los aparatos en sus casas la información de las empresas asociadas al proyecto al tiempo que reciben calor gratis.
Según la arquitecta, España sería un lugar perfecto para ensayar iniciativas descentralizadas de sostenibilidad y gobernanza digital de ese tipo, como «fábrica social»; de hecho, «como sociedad civil, los españoles somos bastante activos», con redes de solidaridad espontáneas en momentos especialmente complicados, ha añadido.
Sin embargo, en España, lamentablemente, los centros de datos se construyen de la manera convencional, al menos por ahora, sin considerar aspectos climatológicos.
Por otra parte, la experta se ha referido a las condiciones geoestratégicas de los distintos territorios del mundo a nivel de abundancia de conexiones de internet, y ha dicho que estas no deben limitar la ubicación de los centros de datos a esos puntos sin tener en cuenta factores de sostenibilidad.
España y Portugal por ejemplo son países de muy buena interconexión digital porque unen Europa con África, Oriente Próximo y América. Este tipo de lugares atrae muchas inversiones digitales, «pero no siempre son las más adecuadas desde el punto de vista de la sostenibilidad».
A lo mejor «internet debería ser un poquito más lento», con la construcción de los centros de datos algo más lejos de esos puntos de alta interconexión, para situarlos en lugares más sostenibles desde el punto de vista climático y de acceso al agua reciclada para la refrigeración.
«El almacenamiento de información sin límites en esta era digital es insostenible», asegura la experta. En la actualidad se archiva todo tipo de imágenes, muchas indispensables pero muy pesadas, especialmente las de observatorios astronómicos, en laboratorios científicos, o por la industria médica, para entender el crecimiento de tumores, enfermedades raras y buscar vacunas.
La sociedad debe saber que la «nube» tecnológica donde se guardan esos datos y se procesan millones de algoritmos no es algo etéreo, sino una red de grandes infraestructuras físicas en ciudades o fuera de ellas, llenas de cables y servidores.
Al ciudadano le ha pedido la experta un doble ejercicio de reflexión; primero sobre su propio consumo y su relación con la información, y en segundo lugar, reclamando a las compañías que almacenan datos que utilicen sistemas sostenibles.
«Estas empresas no pueden hipotecar nuestro futuro por un funcionamiento digital totalmente ineficiente», advierte la experta.