Domingo, 02 abril 2023
Como muchos jóvenes de aquellos años, Marcelo Rosasco defendió la soberanía nacional en las Islas Malvinas. A 41 años de la guerra, Se habló con uno de los héroes que pasó los más de dos meses que duró la guerra y relató las vivencias en el Atlántico Sur.
Es difícil entender lo que pasó por la mente y el cuerpo de aquellos que batallaron por la soberanía nacional en la perdida perla austral. Miles de hombres, con el corazón latiendo por cada centímetro del territorio argentino, batallaron contra uno de los principales imperios de la historia y contra la desidia de líderes que estuvieron siempre lejos del enemigo. Para entender un poco sobre esta patriada, Marcelo Rosasco, soldado conscripto de la generación 63 del Regimiento N°3 de Infantería, habló con periodistas y contó su experiencia en la Guerra de Malvinas.
“Hace 41 años estaba en la instrucción de la clase 63, la que sucedió a la mía, esperando ansiosamente que se cumplieran los 30 y pico de días que faltaban para irme de baja. Volver a la vida civil, volver a la facultad, volver a verme casi todos los días con mis amigos, mi familia. Vida rutinaria que tenía, pero muy placida”, empezó contando Rosasco y continuó explicando en que terminó esa ansia de volver a la vida civil: “Nos dan la orden de levantarnos de inmediato, alrededor de las cinco y media, se desmantelaba toda la instrucción y devuelta al regimiento para esperar la orden de embarcar rumbo a Puerto Argentino, a formar parte del operativo de ocupación de las islas”.
Los primeros pasos en las Islas Malvinas habrán sido extraños, puede pensar alguno, como también pueden imaginarse pasos llenos de orgullo y de valor. Marcelo, en cambio explicó que “no veía absolutamente nada para ningún lado. Solo sentía un viento intenso que me cortaba la cara y pensaba: ¿Qué hago acá?”. Esto, según sus palabras, en un marco de mucho desconcierto y mucha desolación.
A diferencia de muchos, Rosasco se pudo comunicar con la familia antes de partir hacia las islas, hacia ese destino tan inhóspito que clamaba por justicia histórica y por la vuelta a los brazos maternales de la Argentina: “Mi familia sabía que estaba en las islas porque pude avisarles. Pude escaparme de donde estaba acuartelado y usar el casi único teléfono que había en el regimiento”, contó el veterano, que incluyó escaparse para hacer algo, cosa común en muchas historias de la “colimba”, aunque este Servicio Militar Obligatorio, estaba lejos de ser como cualquier otro.
“Recuerdo la sensación, el miedo, la angustia que me generó el primer bombardeo que escuche. Una noche, el 25 de abril, cuando tropas argentinas que estaban apostadas a unos 200 metros de mi trinchera, divisaron que se acercaban barcos ingleses que empezaban a disparar solo para intimidar”, relató Rosasco sobre las jornadas de fines de abril en el Atlántico Sur. Luego, ahondó sobre esa jornada y explicó que “era un juego permanente de tensión, sobre todo cuando anochecía, hasta el amanecer. En ese momento se me sacudió toda la trinchera, en medio de un enfrentamiento. El primero, era inédito, impensado, inusitado, porque nadie sabía. Solo algún que otro rumor: ‘ojo que puede ser que estén llegando’ y al final llegaron”.
Sobre el final de la guerra, recuerda que su vuelta al continente fue “una gran liberación”, pero que esa sensación se encontraba entre la alegría y la “sensación amarga de haber dejado compañeros, de volver a consustanciar con la idea de la soberanía, algo que tomamos muy propio. Sabiendo que se habían perdido vidas humanas, que se había perdido la chance de que Argentina ocupara plenamente las Malvinas y que había que volver a empezar de cero”
“Nunca tuve rencor frente a los ingleses, básicamente porque, más allá de que mataron a compatriotas y amigos míos y me siga doliendo en el alma, en el contexto de lo que fue una guerra, que es lo peor que le puede pasar a un ser humano, cada uno, en cada bando, estaba haciendo su tarea”, reflexionó Marcelo, que ofreció su vida a la defensa de la Patria. “Ellos, al menos en el contacto que tuve con ellos, siempre valoraron la capacidad y el amor por la Patria que nosotros tuvimos. Nos lo decían nuestros propios cancerberos mientras volvíamos al continente y no entendían como podíamos, con esa edad, haber ido a una guerra solo por el amor a la Patria, aunque obligados por el Servicio Militar Obligatorio”. Además, remarca que ellos “admitían que les habíamos dado mucho laburo, que habían estado al borde de la derrota y tomaban como ejemplo el valor de defender las Malvinas y eso a nosotros nos redobló el orgullo de haber hecho lo que hicimos”.
Hoy, en su segunda casa que es la escuela para periodistas Tea y Deportea, donde ejerce la docencia, Marcelo sigue contando lo que vivió en esos días. Sin hacer escándalo sobre aquello, lo lleva con naturalidad y agradece las preguntas sobre el tema, a sabiendas que las últimas generaciones han recuperado la valoración de aquellos que fueron a esas islas, que corrieron el manto de neblinas y junto con el mar y el viento rugieron: “Las Malvinas, argentinas”, luego de un siglo y medio de ocupación.